La pandemia de Covid-19 trajo cambios en el día a día de Lidia Guzmán. Salir de su casa implica poner en marcha su protocolo sanitario para evitar riesgo de contagio por esta enfermedad.

El uso adecuado del cubrebocas y de gel antibacterial son elementales en las rutinas de la mujer de 62 años, quien por su edad es parte de uno de los grupos poblacionales con mayor riesgo en caso de presentar un contagio de Covid-19.

Lidia es originaria de la comunidad Jofrito, situada en la delegación Santa Rosa Jáuregui, sin embargo, ya no radica allá.

Ahora vive en la zona norte de la capital, área de la que se desplaza seis días a la semana para llegar hasta su trabajo.

Desde que sale de su domicilio, comparte, se coloca un cubreboca KN95.

Al subir al camión para dirigirse a su trabajo, procura que la mascarilla esté bien puesta, con la nariz y la boca cubiertas.

Al bajar de la unidad, explica, inmediatamente usa su alcohol en gel, son procesos que ya son cotidianos a casi dos años de la pandemia en el país.

Desde hace seis años y medio, Lidia es empacadora en un supermercado (ubicado en la calle Zaragoza, esquina con Tecnológico, en la zona centro de la ciudad), ahí labora de 10:00 de la mañana a las 4:00 de la tarde.

Pero una vez que llega al supermercado procura lavarse las manos constantemente, con agua y jabón, pues reconoce que el uso de alcohol en gel por varias ocasiones puede generar una capa que posteriormente podría ser contraproducente. Por ello, en reiteradas ocasiones durante su jornada, acude al baño a lavar sus manos.

El uso constante de sanitizante en sus manos, señala, no le ha traído problema, únicamente el contorno de sus uñas se reseca con más frecuencia.

“A mí nada más se me seca el contorno de las uñas, pero lo demás todo bien. Luego dicen que no es muy eficiente con sólo usar el gel, que necesita uno lavarse las manos, para retirar todo, por eso nosotros a cada rato vamos a allá y nos lavamos las manos”, explica Lidia mientras señala hacia el sanitario.

Ha comenzado el aumento de los contagios, refiere, al mismo tiempo que señala haber escuchado noticias donde alertaban por un aumento de cerca de mil casos positivos en el estado. La sorpresa en su rostro es inevitable al hablar del alza en casos positivos que ha traído este inicio de año.

Actualmente es evidente una cuarta ola de contagios, desde que inició la pandemia, y con esta tendencia y aumento en la presencia del virus, comenta, es posible que tenga que fortalecer sus protocolos sanitarios.

Cuando comenzaba la pandemia, recuerda Lidia, además del cubrebocas, ella y sus compañeros de trabajo utilizaban guantes para cubrir sus manos, pues su trabajo depende del contacto directo con los productos que compran los clientes del supermercado; además usaban careta para tener una mayor cobertura en su rostro.

Frente al aumento de contagios, Lidia teme que deberán retomar los cuidados con los que inició la pandemia y regresar a medidas más estrictas, como portar guantes y careta.

“[En el trabajo] es el mismo cuidado, uso cubreboca. Antes usábamos guantes, ahorita ya nos quitamos los guantes, la careta también la usábamos, pero ahora como veo que a lo mejor ya se alborotó de nuevo esto [ aumento de casos], creo que ya hay como mil contagiados, me di cuenta. A lo mejor volvemos a lo mismo, a usar la careta y los guantes, porque no estábamos usándolos”, comparte.

Mientras habla de su ocupación, expresa que para ella es necesario mantenerse activa y percibir un ingreso que le permita sortear sus gastos diarios, mismos que se conforman en mayor medida de las propinas.

En los momentos más álgidos de la pandemia (que además coincidió con la remodelación del supermercado donde trabaja), ella y sus compañeros empacadores también estuvieron en confinamiento, al ser un grupo de riesgo; entonces, en su centro de trabajo se les brindaba un monedero electrónico para que pudieran solventar la ausencia de sus ingresos.

“En el tiempo que estuvimos fuera [de labores], que fue más de un año, fue un año y tres o cuatro meses, fue cuando ellos arreglaron [remodelaron], también nos daba un apoyo en monedero electrónico”, platica.

Al relatar momentos en su trabajo, Lidia recuerda aquel empleo en el que duró más de 35 años, en el tradicional Restaurante Borja.

Hablar de este momento en su vida la llena de satisfacción, al recordar a su jefe, Hugo Borja, quien reconocía en ella a una trabajadora ejemplar.

“Yo creo que cuando uno dura tiempo en un trabajo es por la responsabilidad de uno mismo, porque eso cuenta mucho y también no faltar, ser constante. Una ocasión mi patrón me dijo: ‘mira, Lidia, si yo quisiera correrla, no tendría ningún motivo’”, rememora.

Con una sonrisa que se alcanza a ver en las comisuras de su rostro, sobre el contorno del cubrebocas, Lidia continúa su día, sentada sobre una banca afuera de la tienda de autoservicio, donde espera su turno para ingresar y comenzar a trabajar.

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