María Cruz Bárcenas Elías y Silvia Trejo son vecinas del pueblo de Juriquilla. Ambas han vivido y viven de manera diferente la emergencia sanitaria por el SARS CoV-2. La primera es trabajadora de intendencia en una escuela, la segunda es madre soltera con una hija adolescente, era empleada en un restaurante que tuvo que cerrar, por lo que tuvo que emplearse como trabajadora doméstica.

Además, tiene un problema, pues el techo de lámina de su vivienda no soportó la primeras lluvias y comenzó a gotear, por lo que ahora debe de buscar la forma de obtener dinero para comprar las láminas y pagar a alguien para que las instale.

Silvia cierra la puerta de lámina del cuarto donde vive por el momento. Dice que le prestaron ese espacio para vivir mientras arregla su casa.

La mujer muestra preocupación por su situación. El restaurante donde prestaba sus servicios como lavaloza tuvo que prescindir del personal. A quienes se quedaron les pagaron en los primeros días y les dieron una despensa.

Silvia está preocupada por su situación. Agradece a sus vecinos que le facilitaron el espacio donde acomodó sus pertenencias y puede vivir durante este tiempo.

Señala que no ha recibido apoyo de ninguna autoridad, porque le dijeron que no era apta para obtenerla. “No me ha tocado ninguna ayuda , ni apoyos, tanto alimentarios como económicos. No me han ayudado. Les digo que hasta para Prospera me tocó mala suerte, porque nunca me tocó. La autoridad viene, entran al pueblo, pero solamente ven lo que hace falta en la calles el pero no para adentro. No se fijan”.

Narra que antes de que comenzara la pandemia trabajaba en un restaurante de Juriquilla, pero desde que comenzó la emergencia sanitaria cerró. Apenas tiene dos semanas que abrió, pero sólo están solicitando personal por unos días a la semana. Ella trabaja cuatro días a la semana como lavaloza.

“Ahorita que estuvo la pandemia solamente fui contratada por dos días en la casa de una mis patronas. De ahí en fuera no tengo más recursos”, indica.

La escuela en medio de la pandemia. Su hija de 12 años terminó la primaria en medio de la cuarentena. Dice que en estos momentos no sabe cómo le van a hacer para los trámites para ingresar a secundaria. Todo ha sido a distancia. Indica que su hija tomó las clases en la televisión, mientras que las tareas las mandaban por teléfono.

Silvia muestra su pequeña vivienda. Un baño pequeño, la cocina al fondo. Dice que se va a endeudar para poder techar su casa, pues no puede estar así.

Lamenta que los apoyos nunca la han alcanzado a ella, a pesar del paso de gobernadores y alcaldes.

Sus vecinas la han inscrito para que le den algún tipo de apoyo gubernamental y “nunca le toca la suerte” de ser favorecida.

Una de sus vecinas dice que en estos momentos Silvia está viendo a dónde le fían para poder techar su vivienda, pues las goteras no la dejaban en paz.

Apunta que necesita al menos 25 mil pesos para el material y mano de obra. Mucho dinero para Silvia, tomando en cuenta que su trabajo apenas comienzan a reactivarse. Incluso, añade, en el restaurante la inscribieron en el programa de apoyo de los cuatro mil pesos en efectivo, pero tampoco tuvo suerte. La página siempre está saturada.

No han dejado de pagar. María dice que tampoco le llegó ningún apoyo. De las tres personas que inscribieron al programa, sólo una de sus hijas fue beneficiada.

Jessica Monserrat, hija de María, dice que ella hizo el trámite por internet, tanto para ella (que tiene una hija), su hermana y su mamá. Sólo su hermana recibió el beneficio.

María explica que la contingencia sanitaria ha sido difícil. En su casa deben de cuidar y vigilar a todos los niños de la familia. Deben de permanecer en casa todo el día y los menores se inquietan y aburren rápidamente por el encierro.

Pensaba que sólo serían 40 días de encierro. En un inicio lo vio como una oportunidad de estar con sus hijos, pero conforme avanzaron los días y la crisis se hacía más complicada, la desesperación comenzó a llegar a la familia.

En su trabajo le dijeron que no se preocupara, que seguiría cobrando su sueldo, pero dice que gana el salario mínimo, aunque le dijeron que cualquier día le pueden llamar para volver a trabajar.

María apunta que varios de sus hijos han sufrido de desempleo en este tiempo. Uno de sus hijos buscaba empleo antes de la contingencia sanitaria, por lo que el periodo sin trabajo fue más prolongado. Jessica estuvo dos meses sin empleo. Ahora trabaja en una pizzería.

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