Alejandro Ramírez afirma —con alegría en su voz— que “muchos ya quisieran mi trabajo”, mientras termina de lavar el automóvil de un cliente del mercado de La Cruz. Junto con alrededor de 20 hombres, él cuida y lava vehículos en el estacionamiento de este centro de abasto, y a pesar de la baja en el trabajo y el desempleo causado por la pandemia de coronavirus, agradece tener un ingreso para llevar a casa.

Un cliente ingresa al estacionamiento del mercado. Busca un lugar en el estacionamiento. Lo encuentra cerca de una entrada. Alejandro se acerca para ofrecer el servicio de lavado de la unidad. El cliente lo duda por un momento, pues le dice a Alejandro que no tardará mucho, pero el joven lavacoches afirma que no tarda más de 15 minutos. El cliente lo piensa un poco más. Termina por aceptar el servicio, luego de ver la capa de polvo que cubre al vehículo.

Alejandro pone manos a la obra. Toma su cubeta con agua, su franela y comienza con su trabajo, para que cuando regrese el cliente encuentre limpio su automóvil.

El joven señala que se dedica a lavar autos en La Cruz desde hace un año, aproximadamente. Antes trabajaba como ayudante de plomero. Agrega que todo le llamó la atención de trabajar en el estacionamiento de La Cruz.

“Ha estado tranquilo el trabajo en otros lados. Aquí me dieron chance de trabajar. Ahorita nos afecta todo, porque aquí estamos trabajando bajo las restricciones sanitarias nos bajó un poco más el trabajo”, comenta.

El estacionamiento, contrario a otros días, no luce lleno. Hay muchos espacios libres. Los lavadores caminan de un lado a otro en sus áreas de trabajo, pues para conservar un orden se dividen el lugar, para tener, además, mayor control a la seguridad de los automóviles, para evitar que puedan ser objeto de un robo.

“Ha bajado más del 50% (el flujo de compradores al mercado). Hay horarios en los que nada más llegan a ver. Por ejemplo, que aquí cupieran 300 carros, a veces, a lo mucho, hay 100, 120 en todo el día”, destaca el joven.

Alejandro explica que hay ocasiones en las que durante toda la jornada laboral lava uno o dos carros, tres, cuando es un buen día. Precisa que el horario que les dan para trabajar en el estacionamiento es de ocho de la mañana a cuatro de la tarde, de lunes a sábado, pues los domingos se instala un tianguis en el estacionamiento.

“Aquí todos contamos un reglamento. Un horario de entrada, un horario de salida. Nosotros no dependemos de nadie. Nadie nos pide cuota. Tenemos que estar registrados ante el mercado. Tenemos un encargado de nosotros, pero nunca nos ha pedido cuotas, ni nada. Todos tenemos nuestra área de trabajo, nadie invade otra área”, enfatiza.

Un cliente se va del mercado. Alejandro interrumpe la lavada del coche y corre para echar “aguas” al automovilista que se va. Despacio, la camioneta retrocede con las indicaciones del joven. El cliente baja el cristal de su ventana y da a Alejandro una propina por su ayuda. Él regresa rápidamente a terminar con la lavada del coche.

Asegura que el único compromiso que tienen como trabajadores en el estacionamiento es respetar al cliente, cuidar su automóvil.

“Todo lo que nos llegue, de ‘te encargo mi carro’, ‘te encargo mis cosas’, aquí se las cuidamos. Igual para no tener algún problema con la ley, y para que el mercado tenga más clientela. Si el mercado tiene más clientes, a nosotros nos conviene, porque tenemos un poquito más de trabajo”, comenta.

Alejandro dice que le gusta su trabajo. “Ahorita como muchas personas que no tienen empleo, ya quisieran el trabajo que yo tengo. Hay otras personas que no tienen nada. Gracias a Dios nosotros aquí tenemos empleo y aquí andamos”.

Comenta que a pesar de los meses de confinamiento él y sus compañeros tenían que salir a trabajar todos los días. Nadie los restringía para no salir a trabajar, al final de cuentas viven al día, pero en ese lapso, el trabajo era menos.

Toda la cadena de mercado se vio afectada por la disminución de actividades y la cuarentena. Actualmente, los trabajos de remodelación en el mercado también rompen con la dinámica del centro de abasto.

El hombre casi termina su trabajo. Da un par de “trapazos” aquí y allá en la carrocería del sedán, y luego aplica abrillantador en los neumáticos del coche. Cuando ve una mancha en la carrocería, vuelve a limpiar esa zona, para que el auto quede totalmente pulcro.

Alejandro destaca que La Cruz es de los pocos mercados de la ciudad de Querétaro y el único que tiene un registro de sus lavadores de autos en su administración. Ello, para tener un mayor control de los sitios de estacionamiento, para seguridad de los clientes.

Incluso, dice que en ocasiones le han encargado bicicletas. Comenta que en esos casos les pide a los clientes que le pongan su candado, pero para mayor seguridad prefiera ponerlas cerca de donde está, cuando lava un coche, para que no se la lleven. “Pero la verdad es que este mercado es muy seguro”.

Termina de lavar el automóvil casi al mismo tiempo que el cliente regresa del mercado tras hacer sus compras. Alejandro cumplió con su trabajo en el tiempo prometido, obtiene su dinero y el cliente se va con un coche limpio. Todos ganaron en esta cadena.

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