“Cuando me vio mi hijo, lo primero que dijo fue: ¡Papá, son tus manos! ¡Son tus brazos, miralos! Y yo también los siento míos, porque son mis brazos, aunque me los hayan trasplantado”, comentó Gabriel Granados Vergara, quien recibió un trasplante de extremidades, que se convirtió en el primer caso de éxito no sólo en México, sino en toda América Latina.

Hace seis años, una descarga eléctrica le quemó los dos brazos, desde el codo hasta la punta de los dedos.

En enero del 2011, Gabriel, de 57 años de edad y originario de la Ciudad de México, sujetaba con las dos manos una varilla de metal de 60 centímetros, mientras caminaba en la azotea de su casa; sin estar cerca de cables de alta tensión o en medio de una tormenta eléctrica, la corriente lo alcanzó y cambió su vida para siempre.

Nueva vida

A partir del momento en que sufrió el accidente, Gabriel dependió de su familia para realizar las realizar las actividades más básicas. Hasta que, un año y cuatro meses después, le informaron que era compatible y que estaba listo para recibir nuevas extremidades.

Esa noticia representó la oportunidad de recuperar su vida; pero también traía consigo la posibilidad de que falleciera en el cuarto de operaciones o en el proceso de recuperación.

A su esposa Celina y a sus hijos Gabriel y Selene se les borró la sonrisa de la cara cuando los médicos explicaron el proceso de operación y enumeraron las posibilidades de que Gabriel no sobreviviera a una cirugía de 17 horas.

“Mi esposa decía que me prefería sin brazos pero vivo. Yo hablé con ella y con mis hijos, les dije: Ustedes siéntanse bien, si pasa lo que tenga que pasar, sepan que fue mi decisión, ustedes tranquilos. Me apoyaron y todo salió bien, aquí estoy. Soy afortunado”, cuenta.

Cuando los doctores realizaron el trasplante de brazos y Gabriel salió del hospital a reencontrarse con familiares y amigos, sus hijos no veían diferencia entre los verdaderos brazos de su papá y los brazos del donador anónimo, que cambió para bien la vida de Gabriel y también la de su familia.

“Yo sí siento estas manos como si fueran mías. A todos les dije que recuperé mis manos. Claro que agradezco a los donadores, pero son mías, ahora son mis brazos”, menciona, con una sonrisa de orgullo en su rostro.

Las nuevas extremidades de Gabriel son completamente funcionales. Aunque continúa en rehabilitación para controlar la movilidad, sus brazos trasplantados le permiten llevar una vida sin impedimentos.

A decir de Gabriel, la recuperación fue más rápida de lo que imaginó. Lo que no cicatriza tan fácil, son las secuelas emocionales.

Comenta que a él no se le permite establecer contacto con la familia de quien fue su donador, pero durante un tiempo intentó agradecerles desde el anonimato.

“Un tiempo yo tuve contacto indirecto con los donadores, pero dejé de hacerlo porque a la familia le removía muchos sentimientos. Lejos de ayudar estaba causando dolor con la mamá del muchacho. La persona que me surte el gas conoce a la familia y buscaba enviarle saludos a través de esta persona, porque no podemos conocernos, pero luego yo sabía que la señora se ponía triste, se ponía a llorar y decidí evitarlo”, dice.

Cautiva a la comunidad médica.

El caso de Gabriel Granados Vargas sigue cautivando a la comunidad médica internacional, porque de los 100 trasplantes de extremidades que se han realizado en varios países, el del mexicano es uno de los de mayores dimensiones y dificultades.

A él le trasplantaron brazos desde el codo hasta la punta de los dedos, mientras que la mayoría de trasplantes de este tipo han sido de manos o dedos.

Se necesita estabilidad mental.

Martín Iglesias Morales, médico adscrito al servicio de cirugía plástica del Instituto Nacional de Nutrición, se encargó del trasplante de extremidades realizado en Gabriel y también en Maximino García, quien de igual forma perdió los brazos a causa de una descarga eléctrica. Estos dos casos son los únicos realizados en México hasta el día de hoy.

Que un trasplante de extremidades se realice con éxito, depende de múltiples factores, explica.

En primer lugar, se toma en cuenta la compatibilidad entre donador y receptor, pero la parte psicológica también es importante.

“Necesitamos que el paciente sea psicológicamente estable y eso ya no se encuentra a la vuelta de la esquina. Debe ser fuerte, superar la pérdida de muchos deseos y objetivos, porque la vida cambia, pero sí hay pacientes que son lo suficientemente fuertes para ser estables, analizar las cosas y decidir intentarlo”, indica.

“Hay personas que no son psicológicamente estables y piensan que el donador los sigue. Ha habido casos donde se han necesitado reamputarse porque el paciente no lo asimila”, explica el doctor Iglesias.

“Es muy importante que la familia lo acepte con sus nuevos brazos, hay casos en donde las esposas obligan a sus esposos a que se reamputen porque no les gusta el color, el tamaño o por otras cosas”, añade.

No menos complicado que un trasplante de brazos, es realizar un cambio de hígado, que por la naturaleza del órgano generalmente es rechazado por el cuerpo donde se quiere implantar.

En Querétaro se han realizado dos de estos trasplantes, uno en 2016 y otro en enero de este año.

Arturo Silis Iniestra es la persona trasplantada más reciente y, al igual que Gabriel, nunca perdió las esperanzas de salir adelante. Hace apenas unos meses recibió el hígado de un donador. Ahora siente un gran respeto por éste órgano, que le salvó la vida.

“Yo siempre tuve fé, pero me entristecía ver la angustia de mi familia. La posibilidad de recibir el trasplante estaba acompañada del temor de que las cosas no salieran bien, pero siempre confié en los médicos. Uno siente un respeto profundo por ese órgano que fue donado, estaré rehabilitandome de manera permanente”, cuenta Arturo Silis.

Google News

TEMAS RELACIONADOS