La huerta del templo de La Cruz luce llena de hombres que se preparan para participar en la Procesión del Silencio este Viernes Santo por la tarde. Como desde hace 52 años, cientos de hombres toman parte de esta procesión, en uno de las actos de fe más representativos y simbólicos de la llamada Semana Mayor.

Desde el miércoles de la Semana Santa, los hombres están en retiro espiritual al interior del templo de La Cruz, en su convento. Algunas áreas son destinadas como dormitorios, además de que en la huerta hay un par de tiendas de campaña, donde algunos de los participantes de la procesión pasan la noche.

Recargadas en las paredes están las cruces, hechas de troncos de mezquite, que los penitentes, quienes además caminan descalzos, cargarán en su recorrido por las principales calles del centro histórico. Algunas se ven más ligeras que otras, pero algo tienen en común: son incómodas para cargar.

Martín Hernández Servín, presidente de la Procesión del Silencio desde hace tres años, señala que la procesión se prepara prácticamente durante todo un año, con temas religiosos que el director espiritual de la procesión les comienza a dar a través de temas bíblicos. Los jueves, como una hermandad a nivel procesión, se reúnen para estudiar el catecismo de la Iglesia católica.

“El tercer jueves de cada mes tenemos una hora santa, y el último domingo de mes tenemos nuestra misa de cumplimiento. Esa es nuestra preparación durante todo el año”, indica, mientras subraya que la preparación espiritual, más que la física, es lo importante para quienes toman parte de la procesión, “ir abriendo nuestro corazón, ir preparando nuestra vida para recibir el Señor y tener un encuentro con él, vivo y resucitado”.

Durante los cuatro días de retiro los hombres reciben pláticas con sacerdotes que invitan a participar, incluso invitan al obispo de la Diócesis de Querétaro, Faustino Armendáriz Jiménez.

Las cruces, explica, las hacen ellos mismos a lo largo del año, para lo cual buscan a quienes les donen los mezquites. Alrededor del mediodía las cruces son mojadas para evitar que se partan con el sol, pero eso las hace más pesadas.

Martín dice que participa en la Procesión del Silencio desde que era niño. “Hace 37 años fue la primera generación de niños. En esa me tocó participar a mí. He faltado a algunas por ir a predicar a diferentes partes del estado de Querétaro. Ese ha sido el motivo de faltar, pero aquí estamos cuando hay oportunidad”.

Dice que a lo largo del recorrido se llega a presentar cansancio, pero en esos momentos, cuando el cuerpo ya no quiere seguir, piden a Dios fuerza y él los saca adelante. Cuando acaba la procesión, comenta, se siente una satisfacción, más cuando termina su retiro el Sábado Santo o Sábado de Gloria, con la misa de Resurrección, cuando se ve a todos los participantes (a quienes llama hermanos) con otro semblante, con otro corazón, “se siente una gran satisfacción haber sido un instrumento de Dios para los demás”.

Una fiesta

Dentro del templo y convento el movimiento es constante. Los hombres participan en charlas religiosas, otros organizan a sus compañeros en los dormitorios, les piden que guarden sus cosas, pues los familiares de los participantes en la procesión les pueden llevar ropa y artículos personales para estos días. Las mochilas se apilan en uno de los pasillos, donde quienes no alcanzan lugar en los dormitorios también pueden pernoctar.

En la misma huerta donde reciben las charlas religiosas, está ubicado el comedor donde toman los alimentos a las tres de la tarde en estos días.

Roberto Reséndiz Gutiérrez, secretario de la organización de la Procesión del Silencio ha participado 21 años en la celebración. Como habitante del centro de la ciudad, “nos entró inquietud desde niños, desde que veíamos la procesión.

Narra que la primera vez que participó en la procesión llegó con nervios, pues se desconocía el proceso de integración que hacía el retiro, pero estando dentro toda la hermandad se encarga de cobijar a los recién llegados, además de que las pláticas religiosas que se dan en el retiro ayudan a comprender más este proceso de devoción.

Explica que del templo de la Cruz son siete las hermandades que toman parte en la Procesión del Silencio: el Señor de la Columna (de jóvenes), Señor Nazareno, el Señor de la Cañita, el Señor de Esquipulas, la Virgen de Dolores, la Hermandad de San Juan, la Hermandad de La Piedad, el Santo Entierro y la Santa Cruz.

También toman parte otras hermandades de otros templos, como Nuestra Señora de la Soledad, de la Parroquia de Santiago. Este año participarán, estima Roberto, alrededor de 800 personas.

Cada hermandad se caracteriza por el color de la túnica o vestido que usan, así como por el capirote o velo. Por ejemplo, la hermandad del Señor Nazareno viste de morado, mientras que la de la Virgen de Dolores y Esquipulas de negro.

El negro predomina en las diferentes hermandades o grupos, pues además de los ya mencionados, las hermandades de Nuestra Señora de la Soledad, la Macarena, Guadalupanas, Nuestra Señora de la Soledad del Silencio y los Peregrinos de Obreros y Mujeres de Querétaro a Soriano, también usan este color.

Avanzan lentamente, pues las andas (donde van las imágenes religiosas), dice Roberto, están pesadas y se deben de hacer algunos descansos durante el recorrido. que incluye las calles de Felipe Luna, 5 de Mayo, Pasteur, Reforma, Juárez, Ángela Peralta, Corregidora e Independencia, con salida y regreso en el templo de La Cruz.

En ese recorrido, precisa, la gente observa con mucho respeto, “otros se sorprenden por el tamaño de las imágenes, las cadenas o las cruces que se cargan, pero todavía hay mucho respeto a esta manifestación de fe que nosotros hacemos”, puntualiza.

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