Norberto Velázquez Hernández, con pasos cansados, se dirige a donde está su esposa, de quien no revela el nombre y quien se niega a hablar. Piden dinero en la zona del barrio de Hércules, pues apenas llevan un par de horas en Querétaro. Hace tres meses salieron de su natal El Salvador, donde dejaron a tres hijos, con el objetivo de llegar a Los Ángeles, California, en búsqueda de una mejor vida.

Querétaro recibe a la pareja de migrantes con un clima frío y húmedo. Mientras la mujer extiende una gorra a los automovilistas, Norberto fue a tocar a algunas casas de la colonia Calesa, en espera de que un alma caritativa le dé algo de comer para él y su cónyuge.

“A Querétaro vengo llegando apenas, tengo unas dos horas que llegué. Estamos pidiendo para la comida y ajustar para el pasaje, porque los garroteros del tren no lo dejan subirse a uno”, señala.

Los automovilistas pasan indiferentes. Sólo una mujer hace un ademán a manera de disculpa por no poderle dar dinero o algo para comer. Uno más mueve la cabeza a manera de negativa. La mayoría pasan como si la mujer, de baja estatura y piel morena, no existiera ante sus ojos.

Norberto carga una mochila en la espalda, donde lleva sus escasas pertenencias, las que les dejaron luego de que en Chiapas los asaltaran. No viajan en tren, han escuchado que la violencia contra los migrantes que suben a la tristemente célebre “La Bestia” sufren de vejaciones y maltratos.

Norberto explica que llegaron hasta Querétaro en autobús. Para obtener dinero para los pasajes piden a la gente o trabajan en un lugar de manera esporádica, por eso han hecho tanto tiempo desde su país natal, “y con la voluntad de Dios hemos llegado hasta aquí”.

Indica que la gente en México, la inmensa mayoría, los ha tratado bien, “el 99.9, buenísima la gente, pero, como dicen, nunca falta la mala hierba que anda ahí, pero la gente se ha portado bien, gracias a Dios”.

Apunta que su recorrido desde la frontera sur lo han hecho por Oaxaca y Puebla, evitando el estado de Veracruz. Saben que es un lugar peligroso.

El cielo nublado y el viento frío presagian una tarde lluviosa y con una temperatura baja. Norberto y su esposa no saben en dónde pasarán la noche en Querétaro, pues como están recién llegados, aún no ubican en donde pueden encontrar refugio de las inclemencias del tiempo. “Nos quedamos donde Dios nos permita quedarnos. Como no conocemos acá, no sabemos”, comenta.

Dice que en su breve estadía en Querétaro no han tenido problemas con la policía local. Ello a pesar de que en la zona las patrullas de la Policía Municipal hacen constantes rondines en Hércules, ya que algunos vecinos se han quejado de que en las inmediaciones del río Querétaro se cometen asaltos a todas horas del día. En menos de media hora, la policía hizo acto de presencia en dos ocasiones, por lo que el paso de los uniformados es constante.

En la zona de Hércules, muy cerca de la colonia Calesa, es común ver a los inmigrantes que piden una ayuda, ya sea económica o en especie para sobrevivir en su camino hacia el norte, en búsqueda de ese sueño americano que en muchas ocasiones se convierte en una pesadilla.

Dice que su objetivo es llegar a la frontera con Estados Unidos y de ahí a Los Ángeles, California, para poder darle una mejor vida a sus tres hijos; de cinco, nueve y 22 años de edad, ésta última responsable de sus hermanos mientras sus padres no están en casa.

Las razones por las que Norberto y su esposa migran se pueden adivinar, pero el ciudadano salvadoreño lo dice: la inseguridad y el desempleo. “Salimos por la inseguridad que hay y por el desempleo, ahorita no hay trabajo en El Salvador, y si consigue trabajo le pagan cinco dólares el día (poco más de 100 pesos mexicanos). Con cinco dólares al día no puede mantener una familia usted, y luego el pasaje, luego la comida que hay que comprar allá. En el campo nada más se trabaja cuatro meses al año. Hay que sembrar maíz, cortar maíz, pero sólo es por cuatro meses”.

Apunta que en Estados Unidos está dispuesto a trabajar de lo que sea, pues lo importante es ganarse la vida. Norberto y su esposa no se cierran a trabajar en México.

Precisa que no sabe cuántos días se quedarán en Querétaro, pues tienen que juntar algo de dinero para los pasajes, pues como ya lo había mencionado, recalca que los vigilantes del tren no los dejan subir, o les piden alguna cantidad para permitirles viajar. “Piden para el chesco, como dicen acá, pero quieren mil pesos”, enfatiza.

Norberto habla de su natal San Miguel, del departamento del mismo nombre, que goza de un clima tropical, además de tener zonas de playa, como El Cuco. Vivir en un clima caliente hace que el hombre padezca frío en la capital queretana. Su mujer también lo reciente; viste de jeans y sudadera, una gorra y un tenis, color rosa, completan la vestimenta.

La pareja retoma la labor de pedir caridad a los queretanos. La mayoría indiferentes a su presencia. Por la tarde, se trasladan hasta calzada de Los Arcos, ahí esperan obtener un poco de dinero para comprar algo que llevarse a las bocas, mismas que lucen secas por los nervios y la sed. Llueve en la ciudad, Querétaro le da la bienvenida a la pareja de centroamericanos con un clima totalmente diferente al que tienen en su país.

Disminuye flujo de migrantes

María José Vázquez Mellado, representante del Centro de Apoyo Marista al migrante (CAMMI), apunta que sí han visto una disminución del flujo de migrantes en el estado, lo que puede ser atribuible, manifestó, al operativo de contención de indocumentados que lleva a cabo el ejército mexicano en la frontera sur del país.

“Esto tiene que ver con que en Chiapas entró el Ejército y esto está deteniendo el flujo migratorio. Se está evidenciando en varias partes de la ruta (migratoria)”, indicó.

El CAMMI es un centro de día para atención de personas en tránsito, generalmente de indocumentados, con una capacidad de 20 personas máximo por jornada. De los migrantes que atienden el 80% son niños, el 18% mujeres y el 2% aproximadamente son menores de edad, informó la activista.

“Se ha incrementado mucho la migración de familias completas. Antes podríamos notar un caso por cada 10, ahorita podemos tener hasta cuatro casos de 10. Hay mucha presencia de familias incluso con niños recién nacidos”.

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