“Esto nace desde el corazón, en lo personal. Si Dios te pone ahí es por algo y se debe cumplir como debe de ser”, dice Diego Rosales, quien ayer se graduó como bombero, y contrario a lo que dicta el instinto de conservación, tendrá, en cierto momento, poner en riesgo su vida para salvar otra.

Daniel, empleado de la UAQ, llega a la Estación Central de Bomberos, sobre avenida Zaragoza, acompañado de su novia, a quien durante una año vio muy poco los fines de semana, pues tenía que acudir a su capacitación para ser bombero.

Explica que se decidió a ser bombero porque de niño le llamaba la atención ver los camiones en la avenida. Me emocionaba mucho verlos, y de ahí me nacieron las ganas de ser bombero, es un sueño de niño.

Señala que sus compañeros de la UAQ le dicen que “le eche ganas”, y están orgullosos de él. Mientras que su madre era renuente a que ingresara los bomberos, pues las madres siempre se preocupan, pero al final de cuenta lo ayudó mucho.

Apunta que a la capacitación para ser bombero “hay que meterle mucho entusiasmo, porque sí, es difícil. El entrenamiento más difícil fue en la estación dos, cuando nos tocó la clase de incendio en estructuras, en el tercer piso nos metimos a una temperatura de 650 grados. Fue una de las pruebas más complicadas, por la temperatura, no ves nada, el humo, debes de tener todos tus instintos al 100”, asevera.

Por su parte, Monserrat Siboney Montoya Cabello, a sus 22 años, se gradúa como bombera. Recuerda los sacrificios que debió de hacer. Coincide con Daniel en que se pierden momentos con la familia, así como el esfuerzo personal, físico, pues se requiere de mucho entrenamiento y disciplina.

“Llorar, llorar, porque a veces las pruebas son difíciles, porque a veces uno piensa que no se puede, pero esta familia enorme siempre nos apoya y es un ‘sí puedes, da lo mejor de ti y esfuérzate en todo. En el examen de admisión, en el examen físico, de verdad, pensé que era un examen que no iba a pasar, y no sé, gracias a Dios me dio esa fuerza y pudimos lograrlo”, apunta la joven, quien está por ingresar a Nutrición.

Del otro lado está José Alfredo Arturo García Mariscal, sargento primero del Cuerpo de Bomberos, quien estuvo poco más de dos décadas en servicio.

El bombero en retiro fue homenajeado con otros de sus compañeros, lo que representa un orgullo para él y agradece a la corporación, a su familia y a sus hijos.

Recuerda que a él le tocó una época donde el equipo era más limitado, mientras que actualmente hay también mayor capacitación y los bomberos son más profesionales.

Apunta que a lo largo de sus años de servicio vio de todo, desde las falsas alarmas, hasta los incendios en terrenos, pues incluso en el trayecto se juegan la vida.

Sin embargo, recuerda una emergencia en especial, donde sintió que su vida estaba en peligro. Fue un incendio en Allende y Constituyentes, que a mediados de la décadas de los setenta era la carretera Panamericana, en donde había una tienda de pinturas.

“Representaba mucho riesgo porque ya cuando logramos controlar el fuego había muchos tambos de 200 litros tapados, a punto de explotar, era muy riesgosos. Eso fue en 1976, 1977. A raíz de ese incendio se empezaron a promover los seguros de vida”, mencionó.

José Alfredo dice que extraña al agrupamiento, del cual se retiró en 1994.

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