“Al principio es muy feo. Es como si tuvieras un árbol que ya está acostumbrado a ciertas cosas y de repente lo sacas de la tierra y lo vas y lo plantas en otro lado. Te sientes desubicado y espantado. No sabes que va a pasar ni cómo te van a tratar”, reconoce “Eneas” un chico que recién cumplió los 17 años en el CIEMA.

En un inicio se imaginó lo peor, estar en un Centro de Internamiento Juvenil no era parte de sus planes. Su vida “era normal”, según relata: estudiaba la preparatoria en el Consejo de Ciencia y Tecnología del estado de Querétaro (Concyteq) en San Juan del Río, donde vivía  con su familia; “no se drogaba” y quería estudiar ingeniería cuando terminara la prepa. Hasta que surgió “el problema” por el que llegó al reclusorio para menores.

“Por esa razón deje de estudiar y me tuve que mudar para acá en lo que se calmaban las cosas. Cuando llegó mi detención fue inevitable, no quedo de otra, más que enfrentar las cosas”, dice.

“Eneas” es un chico tranquilo. No causa problemas según los guardias del Centro; razón por la que fue asignado como el encargado de la biblioteca, un espacio de aproximadamente seis metros cuadrados, donde hay cuatro mil 123 ejemplares de literatura mexicana, rusa, así como libros de ciencias sociales, psicología, matemáticas, filosofía  y enciclopedias.

Su semblante es aún el de un adolescente. Con la ropa del reclusorio, una playera blanca y un pantalón de mezclilla, pareciera que está en la escuela y no en una cárcel. Su cabello es muy corto y sus ojos color almendra, reflejan serenidad.

Cuando llegó “ese día”, “Eneas” estaba  “un poco tomado”. Su familia supo que no fue algo intencional. “Un accidente se podría decir,  ellos saben que no lo hice con ese afán, no con esa intención”, insiste el chico desde una de las cuatro mesas de la biblioteca del centro de readaptación social para jóvenes.

“Mi vida era normal. No me drogaba, sólo fumaba y tomaba; pero viéndolo desde este lado de la puerta, veo muy diferente mi vida ahora, a como yo la veía antes. Las amistades, que según tenía afuera, algunas no lo eran realmente”, asegura.

Sus padres lo visitan cada miércoles desde que ingresó al Centro y todas las semanas viajan desde San Juan del Río, una ciudad a menos de una hora de distancia de la capital de Querétaro.

“Cuando llegué me puse a reflexionar sobre el problema que tuve. Esto me ha ayudado de alguna manera en mi conducta y en mi forma de ser. Al llegar aquí yo no esperaba ser encargado de una biblioteca; al contrario, me imagine lo peor.”

“Al ver en las películas cómo tratan a los reos, que hay violencia y cosas así. Yo me imagine que sería de esa forma, pero con el paso del tiempo fui viendo cómo están las cosas”, relata mientras observa sus nudillos.

Un día para “Eneas” se resume en pasar la mañana en la biblioteca hasta las diez  u once, hora en la que trabaja en el taller de carpintería. El resto de la tarde  lo dedica a jugar fútbol, su actividad favorita.

Desde que ingresó,  menciona que se ha vuelto más ordenado y  se siente más útil,   porque ha logrado enseñarle a leer a algunos de sus compañeros. Actualmente con la maestra encargada del área,  apoya a los demás internos a acercarse a la lectura, pues la biblioteca a diferencia del gimnasio o algunos de los otros talleres, no es un espacio muy frecuentado. Según relata, sólo uno de los 51 internos, la visita todos los días.

“Yo si anhelo estar afuera otra vez, con mis amigos y mi familia. Aquí prefiero distraerme, pasar el tiempo…para al menos estar libre en mi mente y no estar pensando en lo que hay allá afuera, sino lo que hago aquí. Como dice mi mamá, estoy encerrado, pero al menos estoy vivo y algún día voy a salir”, menciona el chico, mientras me enseña uno de los libros que más leen sus compañeros, una enciclopedia de reptiles con muchas imágenes.

Una vez que “Eneas” logre salir del Centro de Internamiento quiere seguir con el plan de vida que tenía antes, terminar de estudiar la preparatoria, e ingresar a una universidad para convertirse en Ingeniero Industrial.

“Quiero que esto en vez de afectarme, me ayude. No tomarlo de forma negativa, que me ayude para no cometer nada más grande en un futuro (…) Soy inocente en algunos aspectos, no en todos, lo reconozco; pero eso ya lo van a considerar allá afuera. Yo presentó los hechos y ellos que consideran mi inocencia”.

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