Blanca Edith Arias García enseña mecanografía, pero sus alumnos no son ordinarios, son personas con discapacidad, personas que perdieron la vista y que son alumnos en la Escuela para Ciegos y Débiles Visuales de Querétaro.

Con orgullo, Blanca asiste tres días a la semana a esta escuela para enseñar a sus alumnos cómo usar la máquina de escribir, cómo redactar una carta o llenar un cheque. Muestra con cariño carpetas llenas de ejercicios de mecanografía. Se dice sorprendida del progreso de sus alumnos a pesar de la ceguera, dice que es verdad que algunos alumnos superan al maestro.

Alumnos extraordinarios

Desde hace cinco años Blanca es maestra en la escuela para ciegos, llegó a petición de los miembros de la Unión de Minusválidos de Querétaro, quienes solicitaron al Cecatis que los apoyara con una maestra para dar cursos sobre cómo conseguir empleo.

“Yo llegué aquí a petición de ellos, dando un curso que se llama “en busca de trabajo” para enseñarles cómo deben vestir, cómo presentarse, qué deben decir, que no tengan miedo a relacionarse, pero mi especialidad sí es la asistencia ejecutiva, todo lo relacionado con la máquina, entonces en vista de que vieron mi habilidad me integré con esta clase de mecanografía, nos trajimos máquinas de la escuela y ahora estoy completamente aquí en la escuela para ciegos, llevo cinco años, cuatro años dando mecanografía. Yo vengo del Cecatis 175, doy cuatro horas de clases allá y 16 en esta escuela para ciegos”, comparte Blanca Edith.

La maestra de mecanografía confiesa que dar clases a personas con discapacidad siempre es un reto, aunque enseñar a alguien que no ve, es un reto aún mayor.

Lo primero que Blanca hace con sus alumnos de nuevo ingreso es enseñarlos a conocer la máquina, cuántas partes tiene y para qué sirve cada una de ellos. Después viene el reconocimiento de las filas del teclado, cuáles teclas son letras, cuáles números, cuáles signos de puntuación y numerología.

Impartiendo clases de mecanografía en la escuela para ciegos, Blanca ha aprendido no sólo a sobrellevar la discapacidad, sino también la frustración de sus alumnos, pues algunos de ellos aún no asimilan que perdieron la vista.

“A mí me encanta trabajar aquí, pero fue todo un reto adaptarse y encontrar las estrategias adecuadas para enseñarlos, porque nadie me enseñó a ser maestra de alumnos que perdieron la vista, es algo completamente diferente.

“Los que llegan nuevos a integrarse a la escuela son muy sensibles, todavía no aceptan su discapacidad, entonces con ellos es prácticamente agarrarlos de las manos, que conozcan las teclas y hablarles con un tono que no sea golpeado, tener paciencia y comprensión, quitarse el sentimiento de compasión, esa es la palabra que no debería haber para ellos. Cuando ellos ya superan esa etapa de frustración se integran completamente a las clases y hasta bromean contigo, le gusta su máquina, la reconocen”.

Herramienta de trabajo

Blanca Edith es maestra de 48 alumnos, 80% de ellos toma la clase de mecanografía porque encuentra en la máquina de escribir una opción de trabajo, aunque también hay algunos que toman la clase como un método de desestrés o para ejercitar las manos.

La maestra está convencida de que hay alumnos que sí superan al maestro, sea cual sea su condición. En sus grupos actuales, por ejemplo, Lupita, Lulú y Toño escriben en la máquina mucho más rápido que la propia Blanca, casi sin cometer errores.

“Mi objetivo principal es que ellos tengan una expresión escrita de lo que ellos necesitan, que puedan ellos hacer alguna carta que quieran enviarle a alguien, un escrito al gobierno, que si quieren trabajar de telefonistas etcétera. Esto es una herramienta de trabajo para muchos de ellos, de los 48 alumnos que tengo, 80% lo hace porque les va a servir como instrumento, se van a meter a computación y ya llevan una base del conocimiento del teclado, sobre todo las teclas principales porque en el teclado de las computadoras, algunas cosas cambian, pero con un teclado universal pueden escribir muy bien.

“Cuando veo que alguno de mis alumnos consigue un empleo gracias a lo que aprendió aquí en la escuela, la satisfacción es mía, es enorme. Es un placer enorme porque cuando veo que logran algo, que cumplen su objetivo me lleno de alegría, ellos no se imaginan de lo que son capaces”.

Salón de convivencia

En el segundo piso de la Escuela para Ciegos y Débiles Visuales de Querétaro, con 10 máquinas mecánicas de escribir, un pequeño salón se convierte también en un salón de convivencia.

Los alumnos poco a poco esperan afuera del aula, sentados en una de las bancas de la institución, platican con Blanca, bromean con ella, preguntan qué lecciones aprenderán, dan unos minutos de tolerancia para que lleguen los demás compañeros y entonces pasan todos juntos; cada uno ya sabe qué lugar ocupar, ya reconocen sus máquinas.

Mientras los alumnos teclean sin parar, Blanca revisa los trabajos anteriores de ese grupo, identifica quién de sus alumnos necesita más ayuda, algunos ya pueden intercalar mayúsculas, minúsculas, acentos y signos de puntuación, otros saben perfectamente centrar las frases o decorar una hora con algún margen.

En la Escuela para Ciegos y Débiles Visuales se dan clases de activación física, braile, cocina, computación, inglés, literatura, masoterapia, mecanografía, música, orientación y movilidad, teatro, primaria, secundaria, tejido de bolsas, terapia psicológica, creación de chocolates, entre otras.

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