Con los ojos cubiertos, algunos con un paliacate o una playera, estudiantes del tercer semestre de la carrera de Arquitectura de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), caminaron desde el Biotecnológico hasta la oficina del rector Gilberto Herrera Ruiz, y en ese trayecto donde normalmente invierten cinco o 10 minutos, tardaron una hora con 15 minutos.

Miguel Ángel Montelongo fue el encargado de guiar al grupo, su única herramienta: un bastón. El espacio universitario cuenta con piso podo táctil, diseño especial para personas ciegas, pero en algunos momentos Miguel Ángel no lo seguía, “me perdía, no sabía en dónde estaba y trababa de golpearlo con el bastón para ubicarlo”, compartió.

Detrás de él se enfilaron sus compañeros, apoyándose al hombro de quien estaba enfrente, todos amarrados por un cordón que servía para evitar que alguno quedara fuera de la fila pero que significaba que estaban unidos en la misma misión y tenían que trabajar como equipo.

En su recorrido constantemente se escuchaba: ¿en dónde vamos? ¿es para la izquierda o la derecha? ¿qué es esto? ¡cuidado con el escalón¡, ¡cuidado que está resbaloso¡, ¡agachen la cabeza, hay un árbol!

Roberto Flores Medina, maestro del Laboratorio de Fundamentos del Diseño de la carrera de Arquitectura, explicó que el ejercicio tiene como objetivo sensibilizar a los futuros arquitectos, haciéndolos vivir lo que a diario experimenta una persona ciega, para que al momento de crear sus proyectos, tengan empatía.

“De nada les va a servir su título ni ganar premios, si sus e dificios no tienen lo necesario para personas con discapacidad, deben primero sentirse humanos que arquitectos”, dijo el docente al final del recorrido.

“La idea es que sientan lo que viven otras personas, los arquitectos luego a veces pierden el sentir, trabajan en proyectos con muchas formas y se pierde la empatía por las personas, por lo humano, las personas que tienen una discapacidad también son humanos, e ntonces el ejercicio aquí es que los chavos practiquen lo que siente un invidente, que se pongan en sus zapatos por un momento”, dijo a EL UNIVERSAL Querétaro Flores Medina.

Vivir por unos segundos en la oscuridad, les hizo dudar del lugar dónde estaban, aunque lo conocen a la perfección.

“En el estacionamiento de Ingeniería, yo sentí que ya íbamos por Química, pero no, seguíamos en el estacionamiento y ahí duramos como media hora, nos preguntábamos ¿dónde estábamos? Y nadie sabía. Sí nos sacó de onda, porque caminando nos hacemos como cinco minutos”, dijo la joven Goretti Romero.

Durante su recorrido Jessica Arreguín notó que en el edificio de rectoría “hay cosas que te obstruyen el paso, tan sencillas como un tapete, y subiendo las escaleras sentí que me estaba tropezando, como que el escalón no es adecuado para todas las personas y hay que pensar más en esas cosas; también en los barandales, están muy lejanos, falta algo para que te vayas apoyando; sí nos sirvió el ejercicio y sí falta mucho pensar en cómo edificar bien para todo tipo de personas y no solamente para ciegos”, concluyó la estudiante

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