Usar una bicicleta es como ser un ave y volar por la ciudad. No se toca el suelo, se alcanzan grandes velocidades, se aprecia el mundo y la comunidad de otra manera, esa es la visión romántica que Carlos Uriegas tiene sobre la actividad ciclista, sea por deporte, por recreación o por necesidad, el sentimiento de satisfacción y de conexión con el mundo es el mismo.

Usar la bici te conecta, usar el auto te aísla. Así resume una actividad y otra, con una diferencia abismal.

Carlos es periodista de profesión, durante 18 años trabajó en varios medios impresos de circulación nacional en la Ciudad de México, ahora administra en Querétaro junto con su esposa Liliana Munguía, también comunicóloga, una tienda de bicicletas y demás accesorios para ciclistas urbanos, de esos que poco a poco surgen en las ciudades más por necesidad que por placer.

Conexión a la infancia

La conexión de Carlos Uriegas y las bicicletas se remonta a su infancia, antes del temblor del 85 en la Ciudad de México, desde que pedaleó por primera vez e hizo de su bicicleta la única forma de llegar a casa de sus primos o amigos. “En ese entonces el único peligro era que te cayeras y te rasparas la rodilla”, comparte el periodista. La ciudad no es el monstruo que es ahora, no albergaba a 20 millones de habitantes.

Con el paso del tiempo, la bicicleta dejó de ser un vehículo de recreación y se convirtió en un medio de transporte efectivo que le permitía llegar a tiempo a su trabajo como reportero y editor.

Carlos recuerda el despertar del movimiento ciclista en México, hace diez años, cuando Andrés Manuel López Obrador cerró con plantones, por primera vez, Paseo de la Reforma.

“Recuerdo cuando inició el movimiento ciclista en México, la primera vez que cerraron Paseo de la Reforma en domingo, eramos sólo como 60 ciclistas, mi esposa y yo participamos en esa rodada y sentíamos esa incomodidad, sentíamos las miradas y las mentadas de madre de los automovilistas que estaban molestos. Ahora son miles de ciclistas los que circulan por ahí cada semana. Fue un proceso de 10 años para que en la Ciudad de México se alcanzara la actividad ciclista que tiene ahora.

“Yo siempre cubrí la fuente deportiva, casi todos los días usaba la bicicleta, siempre había manifestaciones y cuando López Obrador cerró Reforma yo era feliz porque tenía los carriles centrales para mí, y aún así nadie quería dejar su carro. Otra cosa importante es que en el temblor del 85 la bicicleta fue fundamental para llevar ayuda, trasladar gente, para poderse mover, es un medio de transporte maravilloso”.

Inicios del ciclismo en Querétaro

Más de una década después, Carlos percibe ese despertar ciclista en Querétaro. Reconoce primeras acciones que fomentan el ciclismo en la ciudad como un medio alternativo de transporte mediante la construcción de ciclovías y la implementación de programas como las bicicletas compartidas. Sin embargo, eso no lo es todo, aún queda un largo camino por recorrer, comenta.

“Las ciclovías están bien, por algo se tiene que empezar, reconozco que muchas cosas están hechas al aventón pero es un buen comienzo. Lo que sí nos falta es la campaña de difusión, de socialización, a lo mejor incentivar y dar beneficios a los empleados que lleguen en bici, etcétera. Hay que ver a la bici como algo que no se va a detener.

“Roma no se hizo en un día, pero tal vez en unos diez años Querétaro será una ciudad verdaderamente amigable con los ciclistas. Si la Ciudad de México se logró transformar, Querétaro tiene muchas más posibilidades de lograrlo, es más chica, más planeable”.

En su negocio donde vende, renta y repara bicicletas, llamado Rodamoda, Carlos sí percibe un aumento en el uso de estos vehículos.

“En este último periodo de vacaciones se rentaron muchas más bicicletas y también ha incrementado el número de personas que quieren recuperar sus bicis y vienen a que las reparemos, se tiene la curiosidad de probar las ciclovías, los clientes me lo han dicho” mencionó.

Recomendaciones a ciclistas urbanos

En su experiencia como ciclista urbano en una de las ciudades más pobladas del mundo, Carlos reconoce que un ciclista no se forma de un día para otro, que el proceso puede ser lento y que en muchas ocasiones se desiste antes de notar los beneficios de la bicicleta.

Recomienda a los ciudadanos darle una oportunidad a este tipo de movilidad no motorizada, utilizar la infraestructura que ya existe e incluso usar el programa de bicis públicas. Lo primero es que la persona cree un lazo de empatía con la propia bicicleta.

Identifica que la gente no se atreve a usar la bicicleta por ejemplo para ir a trabajar por que la percibe como algo inseguro. Refiere que una caída por sí sola de una bicicleta no le hace daño a nadie, lo que sí afecta es el impacto que podría tenerse con otros vehículos como un auto o un camión, “y eso se resuelve de dos formas, con infraestructura adecuada y con cultura ciudadana”.

En su opinión, muchas cosas están al alcance de los propios ciclistas para mantener estándares mínimos de seguridad. Lo primero es asegurarse de que la bicicleta esté en buenas condiciones, que las llantas tengan aire, los frenos estén bien, luces delanteras y traseras, usar casco y guantes.

Se debe planear la ruta, tomarse 3 o 4 minutos para elegir qué calles se van a tomar y no ir improvisando en el recorrido. Siempre que se tengan ciclovías hay que utilizarlas. Y sobre todo no bajar la guardia, asegurarse de que automovilistas y conductores de transporte público sepan que junto a ellos pasará una bicicleta, hacer contacto visual con ellos y si estos no prestan atención, evitar rebasarlos.

“Hay que perder el miedo, el que no se ha caído es porque se va a caer, cuando te caes de la bici es por exceso de confianza o por un error tuyo, pero eso se puede controlar, nadie se vuelve ciclista de un día a otro, todo tiene que ser paulatino si no lo haces así vas a mandar a volar a la bici porque no te vas a ajustar a ese cambio tan repentino”, señaló.

“Cuando ves a alguien en una bici generalmente va disfrutando el viaje, te remite a la infancia, a cuando aprendimos a andar en bici y cuando vamos en el coche nos encerramos en una cápsula, encerrados en el estrés del día a día, no nos conectamos con la comunidad, en cambio cuando vas en bici vamos observando la calle, las personas. El coche te aísla y la bici te conecta”.

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