Mohamad Al Raie, ciudadano sirio, es consciente de que su país pasa por momentos difíciles, pero espera que esto termine pronto y se pueda vivir en paz, como él vive en Querétaro, pues la “vida humana no es negociable”.

Siria, dice Mohamad, es un país hospitalario, pues ha recibido a refugiados de países vecinos que sufrieron conflictos bélicos en el pasado.

Damasco es la capital más antigua que existe en el mundo, con barrios muy antiguos, con edificios, como la Mezquita de Los Omeya, a donde se dice está la tumba de Juan Bautista.

A 40 kilómetros de Damasco se ubica el pueblo de Malula, donde la gente habla el idioma que se cree hablaba Cristo, el arameo.

Con 20 años viviendo en México, primero en la Ciudad de México, donde vivió 14 años, y luego en Querétaro, donde lleva seis, Mohamad llegó a establecer su negocio en la calle de Juárez, en el centro de la ciudad, donde vende artesanías sirias como marquesinas, mantelería, productos egipcios, indios, chinos, turcos, así como maquillaje árabe hecho de pigmentos naturales, mismos que también ofrece en el stand de Siria, en el onceavo Festival de las Comunidades Extranjeras.

Punto de atracción en el festival

El espacio para ese país luce lleno de personas que se acercan a ver los productos de esas tierras lejanas, desde maquillajes y perfumes, hasta ropa cuyos colores y diseños son del gusto de los visitantes.

También se ofrece comida tradicional siria, la cual es muy solicitada por los paseantes debido a sus delicados sabores.

“Llegué a México en septiembre de 1998. Trabajé en turismo. La telenovela mexicana era muy avanzada en aquel tiempo, entonces conocimos México. Estaba antes en París, Francia, pero decidí venir a México para ver y me gustó mucho el país y me quedé”, indica.

Señala que de México le gustó el apego que se tiene a la familia, el clima, además de que siempre le gustó mucho el idioma español, por lo que su sueño siempre fue vivir en un país latino.

Comenta que antes de llegar a México no sabía nada de español, sólo unas cuantas groserías, como las mentadas de madre, y los saludos.

En México vivió en un principio con una familia mexicana, con la cual está muy agradecido, pues además del apoyo, a los ocho meses ya hablaba español, y pudo conseguir trabajo, legalizar su situación y poner un negocio.

No todo fue “miel sobre hojuelas”, pues sufrió el robo de sus papeles, pero superó eso y salió adelante. Actualmente es reconocido ante las autoridades del estado, representando diplomáticamente a Siria.

Apunta que lo que más trabajo le costó para adaptarse a México fue la comida, pues los musulmanes no consumen cerdo, algo que en el país se consume bien. Asimismo, el idioma para hacerse entender, para poder satisfacer todas sus necesidades.

Echa raíces en el país

Casado en México, recuerda que cuando llegó buscó a otros ciudadanos sirios para hacer comunidad, lo que él ahora también replica.

“Ese es un problema con mi mujer (sonríe) porque dice que por apoyar a tanta gente un día me voy a traer un problema. Pero cuando llegué aquí había gente que me apoyaba, y otra que me negaba el apoyo, pero pienso que no cuesta nada apoyar a la gente, y luego le escogió el gobierno del estado, como tres o cuatro años como miembro de la comunidad siria, es parte de mi labor, es apoyar a mis paisanos que están aquí, es parte de lo que debe de hacer”, apunta.

Explica que no tiene un dato exacto de cuántos sirios hay en Querétaro, pero ya tienen estudiantes y familias que son sirio-libaneses, aunque hay algunos que son conservadores y no quieren integrarse con otra comunidad.

Actualmente, con la guerra que se vive en Siria y que cumple ya ocho años, Mohamad dice que ha recibido muchas llamadas de gente que quiere salir de la zona. Él los remite a la embajada para que los puedan ayudar. Otras personas que ya lograron salir le han pedido apoyo, brindárselos de manera diplomática, para que estén en las mejores condiciones.

Muchas de los sirios que han llegado a México en calidad de refugiados, dice, buscan llegar a Estados Unidos, donde tienen familiares.

Otros vinieron a través del Proyecto Habesha, que consiste en apoyar a estudiantes sirios, para que continúen con su educación en México y luego regresen para contribuir con la reconstrucción de su país. Hasta ahora son 13 los estudiantes sirios en México, distribuidos en Aguascalientes, Monterrey, San Luis Potosí, Ciudad de México y Querétaro, en universidades que los han becado.

Sobre su futuro, Mohamad dice, luego de respirar profundo, que México y Querétaro merecen lo mejor. El hombre regresa a sus actividades. Coordina a sus compañeros y amigos, atiende a la gente que se acerca y sonríe.

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