Los tres niños están emocionados. El personal médico del Hospital del Niño y la Mujer les coloca guantes quirúrgicos, cubrebocas y batas, como las que usan los doctores que atienden los distintos tipos de cáncer que padecen. Por unos minutos, ellos son los galenos y sus pacientes son los pequeños muñecos a quienes les escuchan el corazón, toman la presión y les hacen una transfusión sanguínea.

Por unos minutos, tras el evento oficial para conmemorar el Día Internacional de Lucha Contra el Cáncer Infantil, se divierten. Quizá alguno de ellos, en el futuro, ya no juegue al doctor, sino que dedique su vida a salvar a otros niños.

Concluye el acto protocolario con los discursos del director del Hospital del Niño y la Mujer, Manuel Alcocer Alcocer; del secretario de Salud, Alfredo Gobera Farro, y de la presidenta del Patronato del Sistema Estatal para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), Karina Castro de Domínguez.

Está también presente el delegado del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), Manuel Ruiz López, quien sonríe y agradece los saludos de los presentes.

En las sillas están médicos del hospital, pacientes y familiares. Las niñas y los niños que reciben atención en el nosocomio, bien abrigados por el aire fresco de la mañana, se sientan a un lado de sus madres y familiares.

A los costados y atrás de la carpa que se dispuso hay mesas con algunas golosinas y juegos que se prepararon para la ocasión. El personal del mismo nosocomio, así como voluntarias, se encargan de los mismos, para la pequeña fiesta que se ha preparado.

Los funcionarios estatales develan una pintura con un árbol de la vida que se hizo para la ocasión, como una metáfora de la lucha y resiliencia de los niños que tienen que enfrentar una enfermedad que todavía no entienden.

Gobera Farro, en su participación, dice que desde 2004, cuando abrió sus puertas ese hospital, se han detectado 544 casos. A la fecha tienen 317 en control, con una mortalidad de 4.7%, por abajo de la media nacional.

Testimonio

Antes, Fernando Vega Pérez, paciente del hospital, explica que cuando le detectaron la enfermedad su vida cambio radicalmente, pero ahora tiene oportunidad de agradecer a todos quienes le ayudaron a superar la prueba más dura de su corta vida.

Todos escuchan atentos a Fernando cuando da las gracias a médicos, enfermeras y personal del hospital. Algunos no pueden evitar que sus ojos se humedezcan y se les haga un nudo en la garganta.

Cierra los discursos Karina Castro, quien dice que se sale del protocolo para recordar cómo daba los buenos días “con alegría”, como le decía su madre. Subraya que su mano está tendida para estos temas que le tocan el alma.

Luego, invita a no rendirse nunca, “porque una enfermedad no nos puede detener si forjamos día a día la voluntad de seguir adelante, sin importar lo que pase, cualquier día es el indicado para comenzar”.

Pide a todos los presentes ser fuertes, al tiempo que subraya que este día es especial para ella, pues le mueve sentimientos y le arranca lágrimas, pero no de tristeza, sino de alegría, de ver cómo se coordinan las dependencias de salud en el estado.

Detección

Karina Castro pide a los adultos estar atentos a los síntomas de un cáncer infantil, pues una detección temprana es la diferencia entre salvar y perder una vida.

“Agradezco de corazón el trabajo que hace este Hospital del Niño y la Mujer. Ustedes son una parte fundamental en la lucha por la salud de nuestras niñas, niños y adolescentes en el estado”, agrega.

Tras develar el cuadro, todos los presentes se dirigen a la parte de atrás para soltar burbujas. En otras ocasiones se soltaron globos, pero esta ocasión se hizo de manera diferente, además de aprovechar que las burbujas le gustan a la gran mayoría de los menores.

Luego, parten un pastel y reparten cupcakes entre los presentes, principalmente entre los menores, quienes prestos comen la golosina.

Por unos minutos, pacientes, familiares y personal médico se relaja, conviven en un espacio abierto sin el estrés, el olor a medicamento, sin sueros, sin quimios, sin aparatos. Sólo están ellos, conviviendo unos con otros.

Cuando se encuentran en su caminar de un lado a otro, las doctoras y enfermeras guiñan un ojo, “pican la panza” de los pequeños pacientes, quienes sonríen ante la broma del personal. Pacientes y familiares se olvidan también de un momento de los tratamientos, de las preocupaciones, de la angustia natural de la enfermedad, del futuro. Por unas horas hay que disfrutar del sol y el aire fresco de la mañana.

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