Eloisa Carrillo, de 39 años y queretana de nacimiento, sufrió en carne propio la violencia homófoba, cuando hace seis años un hombre la agredió con una piedra en el rostro.

“De milagro no perdí la visión ni el ojo”, dice la mujer transgénero dice que para este sector las opciones académicas y laborales son nulas, orillándolas, algunas veces, a ejercer el al trabajo sexual.

Eloisa recuerda que el ataque fue antes de que se operara de los senos. “Me agredió con una piedra de un peso de un kilo. Me volteó y me golpeó con la piedra. Por desgracia me encontraba sola”, indica.

Agrega que “gracias a Dios” no tuvo daños graves, pues “sólo” fue la sumisión facial del lado derecho del rostro, de tres centímetros en el pómulo y otras alteraciones por la forma de la roca, sin que corriera riesgo de perder su ojo; sin embargo fue un incidente de violencia homofóbica desagradable y doloroso.

Eloisa fuma un cigarro mientras relata que se dio cuenta que era una mujer transgénero con el tiempo. “Una se da cuenta de sus sentimientos o que está orientando mal, o entra la confusión de lo que uno siente”, comenta.

Subraya que si hubiera más oportunidades de trabajo y las familias aceptaran lo que son, piensa que habría más opciones laborales, para que no ejercieran la prostitución, como le sucedió a ella, cuando salió de la casa materna, a los 19 años, ante la compleja relación con su familia, encontrando en este trabajo un refugio, porque se encontró con personas con las que se identificaba.

“Si hubiera tenido la oportunidad de me dijeran en mi casa: estudia estilismo u otra cosa, hubiera sido distinto. Desafortunadamente caí en el trabajo sexual, que como dijera mi mamá en ese entonces: lo que fue un defecto para nosotros, tú lo convertiste en algo virtuoso.

“Gracias a eso fui desarrollando mi persona y más adelante estudié. Tengo la carrera de diseño de imagen y tengo mi salón de belleza, no muy concurrido por los temores sociales. Poco a poco se van acercando y esa misma gente sabe que me dedico a mi trabajo, que respeto y esa misma gente me trae más clientes. Es muy difícil para una persona transgénero que trabaje de estilista, de maquillista, de cocinera, pero seguimos luchando para integrarnos”, subraya.

Eloisa forma parte del grupo Diversidad Humana AC, donde brindan apoyo a mujeres transgénero, recuerda el caso de una mujer que ingresó al trabajo sexual y un año después empezó su cambio físico. Luego de esto quiso retomar sus estudios de bachillerato, pero le costó un poco más de trabajo, pues por un lado los jóvenes son más receptivos a la diversidad, también suelen ser más agresivos.

Agrega que años atrás no era muy común que en las familias hubiera un hijo homosexual, se ocultaba, son cosas personales que los jóvenes sienten, y que poco a poco se sueltan, se quiera o no. Además considera que se vive con la homofobia de su propia familia, sabiendo que vivía en un cuerpo de hombre.

Dice que la aceptación en su familia fue difícil, tuvo que alejarse un tiempo de ésta, para después regresar por su madre, quien la reintegra al núcleo familiar; además fue quien puso orden con sus hermanos, quienes no la aceptaban porque la conocieron como hombre y son más duros de aceptar otra postura.

“Empiezan a aceptar que Juan cambia a Eloisa. Se empieza a vestir de niña, ya a una edad consciente, 18, 19 años, se deja crecer el cabello, empieza a buscar alternativas de trabajo. Desgraciadamente en mi caso caigo en el trabajo sexual, porque me costó mucho trabajo, gracias a Dios, poco a poco y hasta la fecha, a ese trabajo, ahora laboro de manera normal y he hecho unos pocos de ahorros, voy cambiando.

Me empiezo a operar la nariz, a ponerme implantes, a inyectar materiales en los labios, en los glúteos. Muchas cosas que nuestra vanidad nos va orientando a querer más, a vernos bien”, abunda.

Agrega que ello es porque quieren que la gente que los rodea vea que es un gusto, que es lo que sienten y lo que quieren dar a simple vista es eso, que quieren ser como una mujer, aunque acepta que nunca se compararan con alguna, porque son la fuente de vida, además les tienen gran respeto.

Precisa que los cambios físicos y los procesos quirúrgicos son costosos, no es algo que pueda estar al alcance de la mayoría, pues una mamoplastía puede costar arriba de 50 mil pesos; mientras que una rinoplastía varía entre 15 y 25 mil pesos, dependiendo el cirujano.

Los costos en Querétaro, añade, son muy caros y quienes optan por operarse salen del estado, se van a Guadalajara, a la Ciudad de México, y recientemente a Monterrey y Tijuana.

Comenta que las mujeres transgénero padecen mucha discriminación en la sociedad, tanto por hombres, que no aceptan que alguien de su mismo género haga ese cambio para verse femenino; mientras que las mujeres suelen molestarse cuando las ven muy atractivas y llaman la atención por ser voluptuosas, aunque como cualquier persona, cada una tiene su personalidad.

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