La fe dentro de bardas enrejadas, puertas de acero y grandes muros, guarda sus más grandes anhelos. Es esa motivación que muchos necesitan para superar y hacer más llevadero el encierro.

Francisco así lo cree y lo reconoce:

“Para nosotros es esperanza en cuestión de salir adelante, que se nos dé la oportunidad de salir un día, pero siempre y cuando, con este tipo de eventos encontremos una transformación de fondo, con la que asegures que ya no pasará lo que pasaba antes. La fe para nosotros es la esperanza de poder salir algún día con la frente en alto, dichosos, reconocer los errores pero también demostrar que aprendimos la lección”.

Paz, tranquilidad, gozo, eso significa interpretar a Jesucristo dentro del Centro de Readaptación Social de San José El Alto. Un acto liberador que aligera el encierro que todavía falta por cumplir.

La piel de la espalda, torso y piernas de Francisco Rodríguez Ferrusca, de 35 años, está enrojecida. Una poca de pintura roja no oculta que durante su personificación recibe golpes reales, con látigos reales.

Los azotes desde la captura de Jesús hasta el momento de su crucifixión son evidentes sobre el cuerpo del joven, que por primera vez interpreta al Hijo de Dios que murió para salvar a los hombres y liberarlos de sus pecados. Actos indebidos como el que lo hace permanecer recluido.

Son poco más de dos años los que Francisco lleva dentro del Centro.

En febrero pasado, cuando comenzaron las pruebas para determinar a los participantes en la representación de la pasión de Cristo al interior del penal, Francisco dijo “de broma” que él podía interpretar al personaje principal y sorpresivamente su propuesta fue aprobada.

“Fue un cambio total espiritualmente en mi persona, estoy muy contento por la oportunidad que nos brinda el Centro, me sentí feliz, incluso se me salieron algunas lágrimas de gozo (durante el Viacrucis), de hecho los golpes que me daban ni dolían porque todo estaba en la mente y todo era una ofrenda para Dios por lo que es un privilegio haber interpretado este papel”, explicó Rodríguez Ferrusca, quien el año pasado había tomado parte en la representación pero en un papel de soldado romano.

Una experiencia única para Francisco, quien ingresó al Cereso hace dos años cuatro meses —a sus 33 años, la edad a la que murió Cristo— aunque se reserva el origen de su llegada, que lo llevó a revivir en el Viernes Santo, el pasaje más oscuro para quienes conmemoran la Semana Mayor en un alto nivel histriónico.

Pero dentro del penal no actúan, sino que viven en carne propia el Viacrucis. “Lo que más se complicó fue el recorrido que se hizo, eso no lo ensayamos, no sabía dónde eran las caídas, pero fue un momento en el que sentí más fuerte el papel de Jesús, fue cuando comencé a sentir más dolor y empecé a saborearlo con gusto, con amor, con entrega, es donde sentí algo bonito en mi corazón”.

Dos meses fueron suficientes. Desde febrero, cuando la propuesta que nació como una broma que se hizo realidad, Francisco se metió de lleno en su papel.

“Ya era católico, pero con esta interpretación se siente algo dentro de uno, algo que no puedo explicar, algo raro, extraño, sentí una paz, un gozo, una tranquilidad y un agradecimiento hacia la vida con Dios.

“Es un poquito de lo que a lo mejor él sufrió por nosotros y sentirlo en carne propia a mí me hace pedirle perdón y una transformación, para creer más en él, en acercarme más a Jesús, me hace saber que estoy a tiempo de cambiar mi vida, de modificarla, de tener cambios espirituales y mentales y ya no seguir lo mismo, ser diferente, es lo que puedo decir que sentí, una paz enorme, una liberación dentro del corazón y me siento satisfecho de haber participado en la obra y agradecido”, compartió con EL UNIVERSAL Querétaro diario que tuvo acceso a la representación católica que año con año se organiza dentro del Cereso durante el Viernes Santo, fecha exacta de la muerte de Jesús.

Francisco confiesa que aunque se decía católico no había leído con atención la biblia. Su papel como Jesús necesitó que él se adentrara a las sagradas escrituras, más abierto y receptivo a mensajes “que me llevan a pensar que estoy en un proceso de cambio de vida, que todo es con tiempo y perseverancia.

“Si se presenta la oportunidad repetiría la personificación con más entrega y más preparación espiritual porque apenas tengo dos meses leyendo la Biblia, algo que necesité para darme una idea de lo que fue Jesús y mientras más leía quería saber más y más, me dormía a la una o dos de la madrugada por estar leyendo”.

Su condena todavía lo tendrá algunos años más dentro del Cereso. Por eso Francisco extraña la libertad, para poder compartir con sus tres hijos parte de su vida. “Se siente el dolor de no tenerlos diario, de estar perdiendo su juventud e inocencia de los pequeños, duele, no llevarlos a la escuela, cosas así, se extraña la libertad pero con el tiempo y primero Dios la vamos a conseguir”.

No obstante el aislamiento, Francisco mantiene su mente ocupada. Esa es la clave conforme cumple su condena. Actividades como la puesta en escena del Viacrucis de Jesucristo, en donde se entregó por completo sirven de catarsis. También los diversos talleres que ofrece la institución penitenciaria. “Siempre hay cosas qué hacer, demasiados talleres en cuestión laboral como de escuela (..) así que no te aburres aquí”.

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