La casa de Rafael Vargas Espinoza se encuentra completamente seca y deshabitada. Huele a humedad. Vive en la avenida Independencia, en Santa Rosa Jauregui.

En la vivienda no hay camas, ropa, ni juguetes, a pesar de que vive con un niño de seis años. En el patio aún se nota la marca de agua que dejó la inundación del miércoles en la noche, cuando fueron necesarias 17 pipas para retirar el agua de su casa.

Durante 10 horas Rafael sintió pánico al ver que litros y litros de agua ingresaban a su propiedad y arruinaban, en unos minutos, el patrimonio que construyó durante años.

Eran las 5:30 de la tarde cuando comenzó a llover en Santa Rosa Jauregui. En pocos minutos el agua alcanzó 10 centímetros, luego 30, después más de 40 hasta llegar a los 60 centímetros.

Asustado, Rafael le pidió ayuda a su compadre René Rico, quien es su vecino y por fortuna cuenta con pipas y bombas sumergibles.

Entre los dos intentaron sacar el líquido con una pipa con capacidad de 20 mil litros, pero no fue suficiente. La manguera fue muy corta y no pudo llegar a todos los rincones de la casa, por eso la inundación crecía.

Para las siete de la noche Rafael Llamó al 060, la línea de emergencia, para pedir apoyo a Protección Civil: se necesitaron 17 pipas y cinco horas para conseguirlo. Durante las primeras horas Rafael se apoyó de un amigo para rescatar lo más que se pudo. Rescataron algunos zapatos y varias prendas de vestir, que fueron lo más fácil de mover, el agua no les dio margen suficiente para rescatar más cosas.

Muebles, bases, colchones, aparatos electrónicos, juguetes y más objetos del hogar se perdieron. Lo poco que pudieron rescatar pudo guardarse en una pequeña bodega que le prestaron.

Con optimismo, Rafael celebra que las pérdidas hayan sido materiales, lo prefiere en lugar de que algún miembro de su familia resulte herido.

Vive con su esposa Lupita, de 40 años, su hija Silvana, de 21, sus dos hijos Mario y Rafa, de 15, y su hijo más pequeño, Sebastián, de seis años.

Rafael Vargas cuenta con alivio que esa noche se encontraba solo en casa. Su esposa y sus hijos mayores estaban con la abuela, mientras Sebastián estaba en un convivio infantil.

Le tocó solucionar el problema solo; dice que fue mejor así. Prefiere que su familia no se angustie, aunque después tuvieron suficiente estrés al saber que lo perdieron casi todo.

Un día después de la inundación, Rafael recibió al alcalde Marcos Aguilar Vega y a una comitiva de reporteros que husmean en su casa vacía y le preguntan cómo se sintió aquella noche.

“Fue algo impresionante, perdí todo, lo bueno que uno está bien, lo demás se va dando con el tiempo, quisiera ver un apoyo del licenciado Marcos, si me pueden ayudar con algo, será bienvenido”, cuenta a los reporteros.

El alcalde destaca que el agua fue retirada de la vivienda y que ahora se encuentra completamente seca gracias a la pronta respuesta de los elementos de rescate. Pero no especifica cómo apoyarán a Rafael, se limita a decir: “Estamos viendo la mejor forma”.

Rafael invita a pasar a los reporteros y fotógrafos, les cuenta que la inundación más grande fue en el patio, donde alcanzó los 60 centímetros, y que la sala o las recámaras el nivel del agua fue de 30 o 40 centímetros.

Al final de las declaraciones todos salen de su casa y lo dejan solo. Su familia no quiere volver a ese lugar, temen que otra lluvia los afecte de nuevo, por eso duermen con algún familiar: en casa de Rafael no hay más que suelo dónde dormir, las camas y colchones fueron de las primeras cosas arruinadas.

“Ahorita los saqué, va n a creer que van a vivir lo mismo. Los dejaré ahí, en otra casa, hasta que vea yo la tranquilidad. Le dije a mi familia que debemos estar juntos en otro lado.

“Por lo pronto, mi compadre me prestó una bodega para guardar lo poco que se rescató, en lo que veo alguna alternativa”, menciona.

El agua reconoce su cauce. En 32 años que Rafael Vargas Espinoza ha vivido en esta dirección, su casa jamás se había inundado, y menos cómo ocurrió la noche del miércoles.

Nunca había pasado hasta que miembros del ejido decidieron tapar un cauce y dejarlo a nivel de carretera, para poder vender el predio y no quieren ofrecerlo con un río que lo parta a la mitad. Las consecuencias afectaron a Rafael, el agua no tuvo por dónde correr y lo hizo en dirección hacia su casa. Ahora busca apoyo del ayuntamiento para demandar al ejido: “Me gustaría tener apoyo, yo les había comentado que era peligroso e ilegal; taparon el cauce a punto de carretera, yo les dije que no era justo, pero dijeron que es un ejido y hacen lo que ellos creen conveniente”, cuenta Rafael.

Protección Civil modificó el terreno usando retroexcavadoras para recuperar el cauce que se tenía en un principio. En cuestión de minutos el agua estancada comenzó a fluir.

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