Dejar el lugar de origen para iniciar una nueva vida en otro país, aprender otro idioma y distintas costumbres, son la cotidianidad para 33.7 millones de hispanohablantes de origen mexicano que, de acuerdo con el Pew Hispanic Center, residen en Estados Unidos con la intención de dejar atrás la pobreza y mejorar su nivel de vida.

Hace 27 años, Braulio Monrroy, originario de Jalpan de Serra, Querétaro, decidió formar parte de las estadísticas y emigró de su ciudad natal hasta Estados Unidos. Actualmente vive en White-Pigeon, un poblado localizado en el estado de Michigan a sólo dos horas de distancia de Canadá.

Cubierta de nieve a causa de la primera nevada de este año, la casa de los Monrroy está ubicada en la periferia de esta pequeña localidad, que colinda por unos cuantos metros con el estado de Illinois.

Su vivienda se asemeja a todas las de su vecindario. Techo de dos aguas, dos o tres camionetas en el garage y calefacción para soportar las bajas temperaturas durante el invierno. Condiciones diferentes a las de su lugar de origen, ubicado en Jalpan de Serra, en la Sierra Gorda queretana, donde el 58.8% de la población aún vive en situación de pobreza, según el censo del Coneval correspondiente a 2015.

En 1985, Braulio dejó la comunidad de El Pocito, en Jalpan, para radicar en Florida, ciudad que cambió por Nueva York y, finalmente, por el estado de Michigan, donde reside de forma permanente.

“Yo quería ser ingeniero… pensaba que se podía y siempre tenía esa idea de que se podía llegar a más; sin embargo, en mi rancho eso no era posible, pues no había carretera, no tenía luz y tenía que caminar tres horas para salir a carretera. Aparte no teníamos el recurso. Yo vengo de una familia donde teníamos apenas para sobrevivir. Todo esto me empujaba a decir: se vale soñar y quiero ser algo más.

“Probé aquí y me gustó mucho el trabajo de campo, la agricultura. De hecho soy de rancho y entonces le dije a un amigo: Me gustaría trabajar aquí… En el 91 me vine e invité a unos amigos a trabajar, también a mi papá, quien vivía aquí cerquita y después se regresó a México. Trabajé con unos tíos como supervisor de una compañía que sembraba tomates”, recuerda Braulio, quien acaba de llegar de Florida de una reunión de trabajo de la empresa familiar BMonrroy LLC, dedicada a contratar mano de obra agrícola para la empresa Montsanto.

Los Monrroy son cinco: Braulio, el mayor, de 23 años; Emmanuel, de 21; Daniel, de 18; Adrián, de 17, y el más pequeño, Uriel, de nueve años.

“La brinqué por el río”

La historia de la familia comenzó en 1993, cuando Braulio conoció a Heriberta, su esposa, también originaria de Jalpan de Serra, y quien un mes después de casarse, ya residía en Estados Unidos.

“La brincamos por el río Bravo porque ella no traía papeles. La amarré a una llanta inflable y nos cruzamos el río. Yo tenía papeles, pero ella no. Fuimos a Nueva York, estuvimos ahí un año y medio y nos regresamos a Michigan en 1994, cuando nació Junior (Braulio), el más grande”.

En Michigan, la familia permaneció hasta 1998 con sus dos hijos mayores, hasta que decidieron regresar a México. Emmanuel, en ese entonces, tenía apenas seis meses.

Fue en 2008, diez años después, cuando Braulio ingresó una aplicación para que sus cinco hijos obtuvieran la residencia estadounidense, que consiguieron con éxito.

“Fue un constante ir y venir al inicio, porque no sabía dónde quedarme. Mi meta era que aprendieran el inglés; yo lo veía en mi negocio. A veces es más difícil si no dominas bien el idioma… pero yo decía, yo quisiera que ellos aprendieran el inglés y que pudieran negociar mejor que yo. Esa era mi meta al inicio”, reitera.

“El sueño del papá para sus hijos es que sean mejores que uno, porque yo tuve una oportunidad, gracias a Dios, de tener un trabajo como éste. Empecé con poca gente y he llegado a tener hasta 400 personas a mi cargo”, menciona Braulio.

Los Monrroy están sentados alrededor de Braulio, mientras él relata cómo llegaron a Estados Unidos hace casi 27 años. Todos nacieron en México y al llegar ninguno hablaba inglés.

De los cinco, Uriel es el que menos “acento” tiene, dice su hermano Adrián, quien admite que el primer año fue el más duro al llegar a la escuela, pues desconocían el idioma.

Caravana

El único miembro de la familia nacido en Estados Unidos es Santiago, de un año y medio, hijo de Braulio Jr. y Norma, quien también es originaria de Jalpan de Serra y cuenta con una residencia temporal.

Braulio, el abuelo de Santi, abraza a su nieto que acaba de despertar de una siesta. Es el más pequeño y todos lo funden en abrazos.

“Es el apapachado”, admiten sus abuelos, quienes se preparan para despedirse de él al día siguiente.

Como desde hace ocho años, la familia Monrroy se dispone a prepararse para participar en la Caravana del Migrante, que reúne cada fin de año en Laredo a migrantes queretanos (y de otros estados) venidos de todo Estados Unidos, quienes desde la ciudad texana ingresan a territorio mexicano en grupo para evitar los peligros de las carreteras mexicanas y poder llegar sanos y salvos a sus comunidades de origen, donde pasaran la Navidad y el año nuevo.

El viaje que le espera a la familia Monroy es de poco más de cinco días, lapso en el cual recorrerán más de tres mil kilómetros. La primera parte del itinerario, dentro de Estados Unidos, contempla los estados de Illinois, Tenneesse, Arkansas y Oklahoma hasta llegar a Laredo, el jueves 14 de diciembre, donde la caravana se reunirá antes de ingresar a nuestro país.

La familia debe apresurarse, antes de que caiga la tormenta de nieve prevista para este lunes, y alcanzar a los demás migrantes en la frontera con México, para una vez ahí continuar el viaje hasta Jalpan.

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