Los trajes están colgados en un costado de la entrada del local de renta de ropa. Del otro lado, un aparador muestra en maniquíes las prendas, aunque no sólo son trajes y smokings los que se alquilan, también hay camisas, y ocasionalmente, uno que otro traje de charro, que los clientes usan para bodas, principalmente.

Las prendas, en su mayoría trajes, son acomodados por un joven para ser llevadas a lavar a la tintorería, luego de que los usuarios del local, ubicado en la calle Pino Suárez, a media cuadra de Allende, los devolvieran tras servir como atuendo para una fiesta del fin de semana.

Leticia Vaquero, encargada del local “El mundo del traje” desde hace cuatro años, explica que además de rentar la ropa, también la venden, aunque predomina el alquiler, siendo los chambelanes para las fiestas de XV años los que más acuden a solicitar el servicio por un fin de semana, en lugar de comprar un traje.

Asimismo, indica, los hombres que se casan, en lugar de comprar un smoking o traje lo rentan, porque saben que sólo lo usarán un fin de semana durante unas horas.

Apunta que en meses pasados tuvieron mucho trabajo, por las graduaciones de las escuelas, siendo mayo, junio y julio los meses de más trabajo, además del fin de año, mientras que agosto y septiembre son meses “flojos”, quizá, explica Leticia, por el regreso a clases.

Sostiene que en el último mes del año llegan a rentar entre 150 y 200 trajes a la semana. “En diciembre hay mucho trabajo. La mayoría de los trajes [están hechos] de poliéster, sólo cuando nos piden una tela más cara, como la lana, lo tenemos, aunque aumenta más el precio [del alquiler]”, comenta.

Alquilar un traje en este lugar representa un gasto de 600 pesos, cuando se hace de manera individual, pero cuando es para grupos de chambelanes el costo disminuye. Las prendas se pueden recoger el viernes y se tienen que devolver el lunes.

La devolución, explica, no siempre es en las mismas condiciones en las que salieron las prendas, algunas regresan sucias, principalmente en el caso de los niños, ya que incluso llegan a devolver trajes con vómito.

“También llegan con manchas de grasa o carbón, de que están cocinando. Llegan quemados de cigarrillo, o que lo rompen por estar jugando. Si queman, por ejemplo, el pantalón se le cobra nada más esta pieza, la prenda que dañan, no el traje completo”, explica.

La encargada de la tienda explica que las prendas dañadas son sacadas de circulación, aunque muchas veces los clientes los piden, pues al final de cuentas ya pagaron por el mismo, y les dan otro uso, aunque algunos otros optan por dejarlos en el local, en cuyo caso su destino será la basura.

Leticia precisa que no tienen un inventario de la cantidad de prendas que tienen en el lugar, las cuales van de la talla dos a la 50. En caso de quienes necesitan tallas especiales, manejan talla 52, 54, aunque recientemente un cliente pidió una talla 66, prendas que se mandan a hacer con un sastre en el Estado de México.

Sin embargo, no todos los trajes que solicitan son tradicionales, en ocasiones llegan clientes que para casarse quieren algo especial, como un traje de charro, que también tienen en existencia, para ambos sexos.

Destaca que esta indumentaria también es muy socorrida, incluso para los chambelanes. Narra que recientemente un traje de charro fue alquilado por un ciudadano francés que contrajo nupcias con una mujer mexicana, y quería vestirse con algo muy tradicional.

No sólo los novios piden algo especial. En ocasiones los chambelanes tienen gustos particulares y quieren combinaciones vistosas.

“En una ocasión unos chambelanes se llevaron un saco azul tornasol, chaleco gris, camisa blanca y moño azul. A mi me pareció como raro el color, con la mezcla de tantos colores, pero sí hay personas que piden cosas muy raras, que solicitan trajes excéntricos y su combinación”, asevera.

Venta de prendas.

Además de los trajes, en el lugar se rentan y venden camisas. Al fondo del negocio, en un estante, se muestran las camisas en diferentes colores, desde el tradicional blanco, hasta verde pastel, rosa mexicanos, o vino tinto.

“Tengo venta y renta. Si me dicen que quieren un color, o quieren cinco camisas para renta, se les brinda ese servicio, que es de 60 pesos”, apunta. Las camisas tampoco se salvan de los “accidentes” de las fiestas, regresan llenas de pastel, tierra, principalmente cuando son de menores, que en las fiestas juegan por todos lados.

“Es parte de la renta y pueden hacer lo que quieran mientras no rompan [las prendas], pero hay gente que abusa. Un día llegó una camisa bien vomitada, muy sucia. Se mandan a la tintorería, pero uno las tiene que revisar si vienen completas”, añade.

También pasa que muchos clientes no se quieren hacer responsables de los daños a las prendas, principalmente en los sacos, que son los más caros, diciendo que “ya iba así”, cuando al momento de entregar la prenda se les pide que lo revisen y vean el estado de la misma, para evitar incidentes con los usuarios, que en la mayoría de los casos terminan aceptando que ellos tuvieron la culpa en los daños causados.

En el mostrador del negocio también hay corbatas, que pueden ser seleccionadas por los clientes para combinar con sus trajes y tener la atuendo completo para esa celebración o reunión especial que merece una presentación impecable.

Leticia comenta que la competencia en el primer cuadro capitalino es mucha, pues existen al menos cinco locales más que se disputan a los clientes, pero cada negocio tiene a sus usuarios, que se acostumbran al servicio que brinda una casa y otra, teniendo casi a los mismos clientes frecuentes.

“Sobre todo los muchachos, que regresan comentando que ya habían rentado tiempo atrás y que les gustó porque en otros lugares los trajes no están iguales, o porque ahora quieren los pantalones de ‘mallón’”, precisa.

Abunda que actualmente los jóvenes quieren los pantalones muy justos, dejando de lado el estilo clásico, con caídas rectas, quizá un poco más ancho, pero como “al cliente lo que pida”, se les da gusto, para que se vayan satisfechos y regresen en futuras ocasiones.

Mientras que los clientes de mayor edad buscan los cortes clásicos, que aún manejan y que tienen en existencia, porque el negocio tiene trajes para todos los gustos.

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