A los dos años de edad llevaron a Antonio al doctor, sus papás notaron algo inusual en su crecimiento, ahí empezó un ir y venir con especialistas hasta que le diagnosticaron trastorno por déficit de atención, que genera un lento aprendizaje.

Entre tanto médico, Cecilia March González, madre de Antonio, llegó con una neuróloga que le ofreció el tratamiento más fácil: no hacer nada.

“Cuando tenía tres años lo llevamos con una neuróloga, aquí en Querétaro, y ella nos dio el diagnóstico y nos dijo: ni le inviertas en escuela, tu hijo nunca va a poder hacer nada, mejor ténlo en casa. Me paré muy enojada y le dije: te voy a mostrar que no, lo voy a sacar adelante”, y sí, así lo hizo.

Cecilia, con ayuda de la familia, buscó escuelas adecuadas y ahora Antonio Correa March está a punto de graduarse de la generación 2013 -2017 de la Universidad del Valle de México (UVM), campus Querétaro.

Eligió clases prácticas en fisioterapia, como parte del programa Contigo en la UVM. Ahí descubrió su vocación de ayudar a los adultos mayores

“Me gusta ayudar a las personas, curar el cuerpo con ejercicios, por eso pensé estudiar fisioterapia. Antes tenía a mi abuelo y creo que sí le ayudaba mucho, desde ahí me llamó la atención ayudar a los adultos mayores. Me gusta mucho, y me ha tocado de todo, gente que dice: ‘no me moleste, no quiero hacer nada’. Me han tocado personas que me cuenta sus historias, cuanto estaban casadas o murieron sus parejas, hay cosas que la verdad no me esperaba y los admiro”, platica Antonio.

En el asilo donde realiza sus prácticas ha hecho buenos amigos y también se ha despedido a algunos, pero entiende que la muerte es parte de la vida y está dispuesto a seguir atendiendo a personas de la tercera edad.

Desde muy chico, Antonio pasaba por la universidad y le decía a su mamá: yo voy a estudiar ahí. Cecilia a veces no le decía nada y en otras ocasiones lo animaba: “Sí, claro, pero hay que trabajar muy duro”.

Antonio cumplió su anhelo cuando conoció el proyecto Contigo en la UVM, que tiene como objetivo incluir a jóvenes con discapacidad a la vida universidad, y más que darles un título, les da herramientas para desarrollar sus gustos e intereses. “El primer día que llegó a la UVM fue el día más feliz de su vida”, platica su mamá.

Su historia académica comenzó en escuelas Montessori, el gran problema que encontraban sus padres en buscar un lugar adecuado, es porque en aquel entonces no había en Querétaro instituciones dedicadas, específicamente, en atender a personas con Trastorno por Déficit de Atención (TDA), en su mayoría había sitios para personas que tienen síndrome de Down, que requieren de otras atenciones distintas a las de Antonio.

Su ingreso a la universidad no sólo le brindó aprendizaje, tanto a él como a su familia, también les ha enseñado grandes cosas, a confiar, respetar y sobre todo a escuchar.

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