Marco Antonio Martínez Hurtado y Azael Bravo Labra tienen historias distintas; después de recibir un disparo de arma de fuego Antonio perdió la movilidad en las piernas; mientras que Azael, de 12 años de edad, sufre de una enfermedad degenerativa. Sin embargo, ambos coinciden en el Centro de Capacitación y Talento Empresarial (CCTE), pues se gradúan en la quinta generación de personas con discapacidad, y mientras Marco quiere ser capacitador en dicho lugar, el menor quiere seguir estudiando la secundaria.

A Marco Antonio lo acompaña su hermana y sus sobrinos. Con ellos se toma fotografías y sonríen tras la conclusión del curso de capacitación que tomó el joven de 25 años de edad.

Segunda oportunidad.

“En una riña me atacaron con un arma de fuego y me dañaron la médula espinal, y aquí estoy, en silla de ruedas. Eso fue hace dos años que pasó”, apunta.

Optimista, Marco comenta que su vida cambió para bien, pues debido a lo que le pasó se pudo alejar de las adicciones, acercarse más a su familia y está agradecido con Dios por darle otra oportunidad en la vida.

Sus sobrinos se acercan a él. Lo rodean y le dan un abrazo. Marco responde con el mismo gesto. Les dice algo y ríen. La hermana de Marco observa a la distancia el afecto que se profesan los miembros de la familia.

Agregó que tomar en curso del CCTE le ayudó a ampliar su mundo y encontrar amigos nuevos.

“Aprendí mucho en este curso, aprendí a sortear obstáculos. Me voy muy feliz, Me enteré por un amigo que vive por mi casa. Me comentó de estos cursos y acepté.

“Cuando vine aquí no lo hice con la gran alegría. Pensé en asistir y a ver qué pasa. Pero el primer día que vine me sentí muy bien y no pienso dejar esto. De hecho pienso venir para otro curso, seguir viniendo”, abunda Marco Antonio.

Los dos sobrinos que lo acompañan son una pequeña parte de su familia, afirma que tiene 14 sobrinos, pero tuvieron que ir a la escuela o están con sus papás.

Parte esencial en la vida de Marco es ahora su familia, que lo apoya y lo anima, porque ven como ha salido adelante y supera las limitantes de movilidad que tiene.

“Gracias a su apoyo estoy saliendo poco a poco adelante. Gracias a mi mamá, a mis hermanos, gracias a ellos estoy aquí”, asevera.

Además del curso que tomó en el CCTE, Marco se tuvo que dar tiempo para asistir a sus terapias al Centro de Rehabilitación Integral de Querétaro (CRIQ).

Marco Antonio está interesado en trabajar, para ser más independiente. Revela que le gustaría ser instructor en el CCTE, para enseñarle a otras personas, con discapacidad, a usar la silla de rueda, para que puedan atravesar los obstáculos. Recuerda que antes del incidente trabajaba en una empresa de autobuses.

El joven recién graduado luce optimista, feliz. Platica con sus compañeros de generación, hace bromas, vuelve a abrazar a sus sobrinos e intercambia una mirada cálida con su hermana, quien luce feliz por ver y tener a su hermano más vivo que nunca.

Aprende a ser independiente.

Guadalupe Labra Sebastián ve a su hijo Azael con orgullo. Explica que se enteraron del curso del CCTE por un joven en el Centro Integral de Rehabilitación Regional (CIRR) de Santa Rosa Jáuregui, a donde lleva al menor.

“Me interesó para que mi hijo pueda estar solo en la secundaria y se valga por él mismo, para que pueda trasladarse sin la ayuda de alguien más. Él tiene una enfermedad que es degenerativa y progresiva, se llama Charcot-Marie-Tooth. Él no va a caminar, lo estamos ayudando a que se valga por sí mismo”, indica.

En el CIRR tienen el expediente de Azael, las terapias “van para largo”, pero admite que las cosas no siempre han sido sencillas porque la movilidad para alguien en silla de ruedas por la ciudad y zona metropolitana es muy complicada.

“Es muy difícil, nos ha costado mucho trabajo y más que nada por eso me interesó venir aquí, al CCTE, porque las calles son muy complicadas para transitar con mi hijo. Por eso, con este curso, con este tipo de silla será más fácil para él”, subraya Guadalupe.

La joven mujer es quien acompaña a Azael a todos lados, además debe encargarse del hogar y de sus otras dos hijas, una de 16 y otra de nueve años de edad. El esposo de Guadalupe es chofer.

Azael escucha a su madre hablar. Luego ríe y dice que le gustó mucho el curso que tomó, además de que le permitió ver a más gente como él, que vive en silla de ruedas. Dice que estudia el primer año de secundaria, y la materia que más le gusta es biología, aunque no sabe aún que le gustaría estudiar.

El menor se entretiene también con el teléfono celular. Pasa de aplicación en aplicación, como cualquier adolescente de su edad. Confiesa que le gusta entretenerse con el móvil, luego, obviamente de terminar su tarea de la escuela.

Joven de pocas palabras, Azael comenta que le gusta leer, pues la televisión no le gusta mucho y no es fan de alguna serie. Destaca que actualmente, lee “Rayuela”, de Julio Cortázar.

Agrega que luego de terminar la secundaria le gustaría seguir estudiando, hasta llegar a la universidad, para tener un mejor futuro.

Azael es el más joven de los egresados de la quinta generación del CCTE. Con su rostro infantil y con la confianza de haber compartido semanas de capacitación, con sus compañeros es más abierto. Los demás egresados lo arropan, lo animan. Incluso los capacitadores, sin darle trato preferencial, tienen más atenciones para con él.

Las historias de Marco y Azael son diferentes. Uno marcado por un momento en la vida. Otro por una cuestión genética, pero sus caminos se cruzaron en un sitio, donde se conocieron, se apoyan y ya forjaron una amistad, junto con las otras 12 personas con discapacidad que hoy tienen nuevas herramientas para enfrentar un mundo al que aún le hacen falta espacios para gente que tienen alguna limitante de movilidad.

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