Electricistas, topógrafos, dentistas, entre otras oficios, son los que elabora Miguel González, su hijo y sus amigos, con piezas de desecho de talleres mecánicos desde hace 10 años, cuando los jóvenes planeaban migrar a Estados Unidos y no sabían cómo obtener el dinero para el viaje. En un momento, cuando pensaban de dónde obtener los recursos uno de ellos comenzó a soldar piezas de metal hasta darle forma, naciendo la idea de hacer estas piezas. Les fue tan bien, que decidieron no irse al norte y quedarse a crear piezas dignas de cualquier museo.

Miguel ofrece sus piezas artesanales, cuya materia prima son las bujías automotrices, en el tianguis de juguetes que se instala en estas fechas en el mercado de La Cruz, en espera del arribo de los Reyes Magos, este fin de semana.

Las piezas elaboradas por Miguel y su hijo, del mismo nombre, van desde aviones, camiones, tractores, motocicletas, microscopios, búhos, hasta los ya mencionados oficios, todas ellas hechas con materiales 100% reciclados, como clavos, pedazos de lámina, tornillos, rondanas, cadenas de bicicletas y pistones de motores.

“Fue una idea. Mi hijo se iba a ir a Estados Unidos y nos estaba pidiendo dinero para irse. Le dijimos [en casa] qué iba a ser por allá [sin dinero]. Entonces entre él y sus compañeros que se iban a ir, estaban platicando para irse y empezaron a hacer cositas y de ahí surgió la idea. Empezaron a formar piezas y ya no se fueron”, narra.

#NuestrasHistorias Trabajan dando rienda suelta a su imaginación
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Se quedaron a vivir de artesanías

A raíz de eso, los jóvenes tomaron la decisión de quedarse en su país y producir las piezas artesanales, que ahora ya elaboran de manera más profesional. Incluso, Miguel aprendió a hacer las artesanías gracias a los jóvenes que le enseñaron el proceso de elaboración, y lo demás es tarea de la creatividad de cada uno de los artistas.

La razón por la que Miguel hijo se iría al extranjero era para buscar nuevos horizontes y una manera de ganarse la vida, pero gracias al ingenio, en un minuto, su vida cambió, y ahora en su tierra, junto a su padre y sus amigos, se pueden ganar la vida, dando rienda suelta a su imaginación.

“Se iban a ir cuatro. En la casa había soldadura y mientras planeaban cómo irse empezaron a puntear, a jugar, a hacer figuras. Entre ellos hicieron figuras y a crear, en internet también empezaron a buscar [cómo hacer algunas piezas] y de ahí también salieron cosas”, abunda.

Un hombre, acompañado de una niña, se acercan al puesto de Miguel para preguntar por una motocicleta. El rostro de padre e hija denotan el interés por la pieza, cuyos detalles en el manillar, ruedas, asiento y tanque de gasolina, la convierten en una pieza artística.

Entre las piezas que más destacan está un electricista, en cuya elaboración se uso principalmente alambre, pero cuyos detalles, como la cuerda que tiene el trabajador en la cintura, el casco, el transformador en el poste y las uniones de los cables, hacen que llamen la atención de quienes visitan este tianguis.

Agrega que en el país está creciendo la afición por elaborar este tipo de artesanías aprovechando los desechos industriales y mecánicos, no sólo en México, también en otras partes del mundo hay personas que hacen estas piezas.

“Todo es material reciclado. Todo lo que en un tiempo tuvo una vida útil, que lo ocupamos para algo y que ya no sirve, lo tiramos a la basura, nosotros lo recuperamos. Hay bujías, baleros, tuercas, tornillos, rondanas, desperdicio de mecánicos y desperdicio de la industria”, explica.

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En busca de materia prima

Comenta que para hacerse de la materia prima acuden a los talleres mecánicos, donde en ocasiones se los venden y otros simplemente se los regalan. Luego de que se tiene el material se debe de limpiar y seleccionar, puesto que en el caso de las bujías, el elemento esencial para las creaciones, se tiene que limpiar perfectamente bien de los residuos.

Añade que aunque las bujías estén rotas o sin la porcelana, se puede usar la parte de metal para hacer otra pieza. “Todos lo recogemos en cubetas. Llegamos a casa o al taller, lo echamos en agua con jabón, para quitarles la tierra y el lodo. Después lo pasamos al petróleo, para acabar de quitarles la grasa, cepillarlos, quitarle toda la impureza, para poder soldar. Luego, cuando está todo seleccionado, separamos tuercas, tornillos, baleros, todo se usa”, subraya.

Miguel muestra un búho, de 35 centímetros de altura, usó una cadena de bicicleta para hacer en contorno del cuerpo. También muestra un auto Dragster hecho con la biela de un pistón de un automóvil.

Todas las piezas, una vez seleccionadas se van soldando y se van formando las piezas. Luego de ello, se meten a ácido para quitar las impurezas y poder detallar el terminado y queden convertidas en artículos que decorarán oficinas y casas.

Miguel apunta que han recibido invitaciones para estar presentes en algunos eventos, como la feria ganadera y expos que se hacen con artesanos, para que en esos lugares puedan mostrar el arte que realizan con chatarra.

Sin embargo, dice que para llegar a exhibir sus piezas en un museo, junto con otros artesanos, es más complicado, pues la falta de apoyos y buenas relaciones, frenan este tipo de actividades.

En el centro del puesto de Miguel, ocupando un lugar especial, hay una cámara fotográfica montada en un tripie. Además de las bujías, tiene en su elaboración láminas y piezas de una cadena de transmisión de vehículo, cabezas de clavos, alambre, todo hecho con restos de objetos que en el pasado tuvieron una vida útil.

El reto que les queda a estos artesanos, añade Miguel, es hacer piezas más grandes, del tamaño de una persona, puesto que sólo se han dedicado a hacer objetos portátiles, pero en el futuro esperan poder crear un objeto único, de mayor tamaño y con mucha creatividad.

Hacer estas piezas no ha sido sencillo, Miguel se tuvo que someter a dos cirugías de cataratas, debido al tiempo que pasa soldando, lo cual causó el daño en sus ojos. Abunda que muchas veces la gente piensa que el valor de las piezas va en relación a los materiales con los que se construyó, pero pocos piensan en la creatividad que se necesitó para hacerlas, además del tiempo destinado al proceso de manufactura.

“Son piezas que a veces la gente cree que no sirven, que ya las desecharon, pero tratamos de aprovecharlas”, puntualizó.

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