Eduardo Regalado es un hombre de 38 años y originario de Apaseo El Alto, Guanajuato, pero tiene 10 años radicando en Estados Unidos. Su llegada fue como indocumentado, condición que estaba a punto de cambiar, pero el nuevo gobierno —de Donald Trump— lo complicó.

“Tengo muchos años trabajando, tengo una empresa. Trabajamos remodelación de interior, generamos trabajo para más gente. Llevó más de cinco años tratando de regular mi situación migratoria, pero por muchas razones no me resolvían y, ahorita, ya menos”, indica.

—¿Tienen miedo de una deportación?

—Sí, porque en cualquier momento nos regresan. Estoy en Arlington (zona metropolitana de Texas) y aquí hay un montón de mexicanos. Mi familia está cerca, en Beaumont, también Texas, y ya tenemos una vida hecha aquí.

Con su esposa y sus tres hijas, las dos más pequeñas con nacionalidad estadounidense, han tenido que cambiar su itinerario como familia, sólo van “de la escuela a la casa y salimos lo menos posible”.

El miedo se acrecentó a partir de la aprobación en el parlamento texano de la Ley SB4 (antiinmigrante), que en esencia da permiso a todos los agentes de seguridad para detener a cualquier persona que parezca sospechosa de ser migrante.

Una ley, que, desde la Secretaría de Relaciones Exteriores fue calificada como discrecional y que está generando temor, por desconocerse cómo se aplicará y las consecuencias que tendrá para las familias.

“Aquí ya no sabemos, están mis hermanos, está mi esposa, mis hijas. Trabajamos honradamente, aportamos a la economía. Aquí tenemos una buena vida, no le robamos nada a nadie y nada más porque le tienen miedo u odio a los mexicanos ya nos quieren regresar”, dice.

“Regresar a México es impensable, es lo que menos queremos. No porque no extrañemos, pero la zona de dónde venimos se ha vuelto peligrosa, hay mucho crimen organizado. Sabemos que en nuestra comunidad ya ni siquiera puede entrar gente que no sea de ahí porque hasta te levantan y agrégale también que no hay empleo y te pagan bien poquito. Está difícil la vida allá”, agrega.

Eduardo es el cuarto de seis hermanos, los dos más chicos están en México, igual que su padre, quien toda su vida trabajó en Estados Unidos, pero se regresó hace 13 años cuando su esposa murió. “Mi papá tenía una muy buena vida, desgraciadamente, cuando mi mamá murió él queda muy triste, muy mal y ya no quiso regresarse, ahora trabaja de lo que puede y nosotros no queremos llegar a eso”, concluye.

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