El remordimiento vende; las personas suelen tratar de expiar sus culpas luego de que sus familiares han fallecido, cuando en vida nunca tuvieron tiempo para ellos. Quienes compran los ataúdes más caros a veces lo hacen motivados por la culpa, considera Arturo Yáñez Ordaz, gerente comercial de una de las funerarias más antiguas de Querétaro.

“¿Ves esos ataúdes? Son los más caros, hasta de 139 mil pesos. A veces hay personas que se sienten mal por no haber estado con sus padres cuando aún vivían y quieren compensarlo con un ataúd caro y bonito. Existe gente que a veces tienen alguna situación con algún familiar y terminan comprando el más caro ¿Pero ya para qué? Mejor los hubieran visitado, les hubieran dicho: Mamá, te quiero, te traje flores. ¿A mí por qué no me dan flores cuando estoy vivo, pero ya cuando me muera me van a llevar flores al panteón? ¡No! Las cosas se dicen en vida” , argumentó Arturo, un hombre de 49 años que está convencido de que la vida es día con día, y a quien la muerte constantemente le recuerda que todo es temporal.

Ubicada en Ezequiel Montes, la funeraria ha pertenecido a su familia desde hace 50 años, cuando llegó a Querétaro, gracias a sus abuelos. El edificio fue construido con la finalidad de ser una funeraria y es un lugar laberíntico, como el mismo Yáñez lo describe. La idea es poder trasladar los cuerpos a través del edificio sin que los familiares los vean antes de que estén listos para el velorio.

Digna despedida.

Una funeraria puede describirse como la facilitadora de un servicio muy específico: dar un trato digno a los cuerpos de quienes alguna vez fueron nuestros familiares; ya que si bien la gente puede velar a sus muertos en casa (y en los pueblos no es poco común hacerlo), generalmente las personas se encuentran en shock ante la situación, y cometer errores en los trámites y permisos, es común. La idea de contratar un servicio postmortem es garantizar a las personas que todo se realizará conforme lo señalan las leyes, y Arturo Yáñez es un experto en el tema.

Con 19 años de experiencia, Arturo explicó a detalle cómo funciona su empresa: la funeraria donde él y su hijo, Carlos Yáñez (33), laboran. Arturo, como administrador y su hijo, como embalsamador, quienes recibieron a ELUNIVERSAL Querétaro para hablar sobre el tema de trabajar con las personas que han pasado un trauma como lo es la muerte de un familiar.

“Las personas están en shock y no quieren hacer los trámites. Nosotros los ayudamos a que ellos puedan estar bien y no se preocupen de que si se equivocaron, que si salió mal el acta de defunción. Con nosotros se limitan a despedirse”.

Sin embargo, no todas las personas viven los procesos de duelo de la misma manera, y la diferencia radicará en a quién se está velando y el tiempo de muerto: “No es lo mismo ver a un niño que a un adulto. Generalmente los adultos mayores mueren por enfermedades, y algunos niños también, pero hasta yo siento feo su muerte (la de los niños), ya que pienso que ni tuvieron tiempo para vivir”.

Arturo confiesa que ni él ni su personal cuentan con ayuda psicológica para no “llevarse” esos malos sentimientos a casa, aunque consideró que es una ayuda que deberían tener todos aquellos que laboran con la gente en proceso de duelo.

Respeto a diversidad de creencias.

Existe gran diversidad de creencias, por lo que el gerente nos explica que en su funeraria ha habido de todo: misas católicas, mariachis que despiden a los ya fallecidos, cantos cristianos, personas que llevan ofrendas y aquellos que inclusive prefieren no tener invitados y velar al muerto personalmente, pues considera que hay que ser respetuosos con las creencias de cada individuo y dejar que las personas lloren, rían o incluso celebren como si fuera una fiesta.

Sobre el servicio de embalsamamiento, la sala con la que cuenta su funeraria se ve impecable; salvo algunas botellas, no hay objetos a la vista ni malos olores. Mensualmente una empresa acude a realizar limpieza profunda de dicha instalación, donde se realiza el embalsamamiento, un proceso que consiste en vaciar los vasos sanguíneos y sustituir la sangre por productos preparados a base de formol.

Arturo explica que, además de retardar la descomposición del cuerpo, la idea es dejarle el mejor recuerdo a la familia, como si la persona estuviera dormida.

Al término del recorrido, Arturo Yáñez no dejó de hacer énfasis en la importancia de vivir, no como si fuera el último día de nuestras vidas, pero sí como si fuera un día especial, único.

El costo de la muerte.

Ante la muerte súbita, esperada o inesperada de una persona, las familias suelen atravesar procesos de duelo normales. Sin embargo, al dolor y la tristeza suele sumarse la confusión por los trámites y pagos necesarios, ya que morirse no es gratis, y pocas son las personas que están preparadas económicamente para enfrentarlo. Mientras que el trámite de los documentos es gratuito, el servicio funerario tiene un costo que oscila entre los 15 mil y los 200 mil pesos, es decir, entre 190 y 2 mil 500 días de salario; un fuerte gasto inesperado.

Si bien una persona o familia puede encargarse de todos los trámites y pasos para dar sepultura a un muerto (velarlo en una casa, transportarlo en camioneta propia), los gastos son inminentes y lo mínimo que se tendrá que pagar es el transporte del cuerpo, su embalsamamiento, el espacio para la velación, la compra del ataúd o urna, la cremación o entierro (y el costo del espacio en un panteón) y su exhumación luego de seis años.

En cuanto a la seguridad social, el gasto también se verá modificado si la persona, en vida, contaba con algún seguro (IMSS, ISSSTE o particular), debido a que estas instituciones también ofrecen apoyo económico a los familiares del fallecido.

A continuación se enumeran los pasos, entre trámites y acciones que siguen después de la muerte de una persona: certificado de defunción, acta de defunción, traslado del cuerpo a la funeraria, velación, movilización al panteón o crematorio, cremación o entierro, exhumación, además de algunos otros gastos como la compra de comida para quienes acuden a la velación y entierro; la adquisición de flores y coronas para adornar la tumba; la celebración de misas o ceremonias religiosas, y el traslado de los asistentes de la funeraria al panteón.

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