A los 12 años, Dayra Corlay se inició en el mundo del cosplay sin siquiera saberlo. Le pidió a su mamá que la llevara a una convención de anime y decidió vestir una falda corta de tablas y blusa blanca, el típico uniforme escolar japonés. Ya en el evento se compró una katana de juguete. Al verla, los asistentes le decían que se parecía a un personaje animado, ella no tenía ni idea de lo que hablaban, pero hubo algo del ambiente que le gustó.

Pasarían algunos años hasta que un día se abuela le presentara a una joven —“está igual de loca que tú”—. La muchacha era cosplayer, una persona que se disfraza de personajes de anime, cómic, manga o videojuegos para acudir a convenciones, como un hobbie.

Aquella chica le abrió los ojos a un mundo de fantasía. Entonces tomó su nombre de cosplayer: Michelle Ackerman, por Mikasa Ackerman, un personaje de una serie de manga japonés, Attack on Titan; y con ayuda de su mamá, Karina, que es diseñadora gráfica, comenzó a hacerse regular en las convenciones y en los concursos de cosplay.

Con 22 años y 1.50 metros de altura, Dayra escoge a los personajes que representa. Primero se fija que vayan de acuerdo a su personalidad y después en los zapatos que utilizan.

“Si veo que los zapatos que usan son muy complicados, lo descarto, porque yo tengo que elaborar todo el disfraz y todavía no sé trabajar mucho lo de los zapatos”, confiesa, divertida.

Este es el año que ha representado más triunfos para Michelle Ackerman, el alter ego de Dayra, pues ha participado y obtenido excelentes lugares en concursos regionales y nacionales de cosplay. Ha sido un proceso largo, “cuesta arriba”, señala, pero dice sentirse orgullosa de lo que ha conseguido.

—¿Cuál es la diferencia entre un disfraz y un cosplay?

—Que en el cosplay te interesan más los detalles. La realidad es que llevas el disfraz al siguiente nivel. Se vuelve un estilo de vida. Nos tomamos muy en serio las características de los personajes.

Dayra tiene más de 20 cosplays. Algunos cuelgan de ganchos en su pequeño estudio; que además está atestado de telas, hilos, máscaras y props –objetos que usan los personajes como signo distintivo-; casi todas las props las diseña y construye su mamá. Por ejemplo, en la convención en Mazatlán de la que acaban de regresar, utilizó el cosplay de Rapunzel, así que el prop que la acompaña debe ser “el pequeño camaleón Pascal”, el amigo inseparable de esta princesa en la película. Y sí, Karina muestra orgullosa su última creación, hecha con sus propias manos como una pequeña muestra del apoyo incondicional a la actividad de su hija.

El boom en redes sociales

La joven cosplayer señala que gracias a las redes sociales es que ha habido un boom en la actividad del cosplay. Es ahí en donde se generan las comunidades virtuales de seguidores y fans. Muchas veces esto determina que una convención los convoque como invitados especiales, si es que ya los considera influencers —modelos a seguir por parte de un sector importante de la población, líderes de opinión—. También es a través de las redes sociales que pueden darse a conocer; donde suben videos intercambiando conocimiento del cosplay, compartiendo trucos y haciendo críticas.

“Ésta es una parte algo oscura del cosplay. Las críticas en internet a veces pueden ser muy agresivas”, confiesa la joven, quien estuvo siete años participando como actriz en la compañía de Cómicos de la Legua.

“Como en todas las actividades humanas, siempre va a haber alguien que tenga celos. Me ha pasado que me pisan la escenografía justo cuando voy a salir a hacer mi performance. A otros compañeros les han roto sus trajes. Pero lo tienes que superar, pensar rápido y utilizar quizá al mejor amigo del cosplayer ‘la kolaloka’; uno aprende y se hace más fuerte cada vez”.

“No vivimos de likes”

De hecho, platica que existe una comunidad de cosplayers que se han unido contra las malas prácticas de la actividad. Insiste que la intención de la actividad en primera instancia es divertirse. Esta agrupación de cosplayers también se ha unido para hacer conciencia en los asistentes a las convenciones de que no por el hecho de ir disfrazados se convierten en objetos públicos.

Bajo el lema “Cosplay no es consentimiento”, estos personajes de la vida real luchan —como los héroes a los que personifican— no contra el mal ni contra villanos de otros mundos, sino contra el acoso y el bullying.

“Es que no falta el que te pide una foto y cuando se acerca para tomársela te manosea o te tortea. No es algo que sufran exclusivamente las mujeres que hacemos cosplay, también a los hombres les ha tocado. Trabajamos mucho para hacer conciencia en la gente que eso está mal. Somos personas normales, participando en un hobby”, dice la joven.

El apoyo de la familia en una actividad como el cosplay es invaluable. Bien lo sabe Dayra. Su madre y su abuela son sus fans número uno y las dos la apoyan tanto en la elaboración de los trajes y los accesorios, como con los viáticos para acudir a alguna convención. Incluso “la casa de las Corlay” se ha tenido que convertir en más de una ocasión en albergue para cosplayers que vienen de otros estados, pues aunque las convenciones les pagan los gastos de transporte, no les dan para solventar el hospedaje.

“Muchas veces los compañeros se tienen que quedar en los coches porque no te alcanza para más. Uno no vive de likes. En el cosplay no hay sueldo fijo. A veces las ‘conves’ te quedan mal, te dicen que sí te van a pagar y luego salen con que siempre no. En ocasiones me parece que los organizadores no consideran que tú como cosplayer atraes a asistentes a su evento. La gente quiere ver cosplayers; pagan su boleto de entrada para ver cosplays; los mencionas en tus redes sociales, o sea, les haces publicidad, y muchas veces te quedan mal o te maltratan y nosotros nos quedamos callados por miedo a que nos critiquen o nos veten”, admite.

“Sé la mejor versión de ti”

Pero no todo es oscuridad en el mundo del cosplay. Dayra por ejemplo, afirma que esta actividad la ha hecho más segura de sí misma y más confiada. Le ha ayudado a superar su timidez y además tiene un objetivo claro:

“Trato de reflejar lo mejor del mundo. Quiero reflejar lo mejor del cosplay. Mi filosofía es ‘sé la mejor versión de ti’”, manifiesta.

Incluso les da algunos consejos a aquellos que sienten inquietud por convertirse en cosplayers o que van comenzando:

“Primero, que no importa la edad que tengas, tú puedes hacer cosplay. Puedes hacer cosplay que vayan según a tu edad, pero si te gusta algún personaje más grande o más chico que tú, no te quedes con las ganas de intentarlo. No importa tampoco tu físico ni tu género. No comprometas tu salud por esta actividad ni tus responsabilidades en tu casa, trabajo o escuela”, señala.

“Y siempre se necesita de ayuda”, agrega. En este caso, Dayra —o Michelle— tiene a su mamá. Es ella quien la acompaña para evitar que le falten al respeto mientras se pasea por las convenciones. También la que le recuerda que tiene que comer: “A veces te clavas tanto en la actividad que no te da hambre”. Y que tiene que tomar agua porque uno de los más grandes riesgos a los que están expuestos los cosplayers es la deshidratación.

Michelle Ackermann participará en la Conque con tres personajes distintos: Poison Ivy, la Valkyria de Thor y Mistique de los X-Men.

“La Conque me encanta porque puso a Querétaro en el mapa de las convenciones y los cómics. El día que anunciaron que venía Stan Lee inmediatamente compré mis boletos”, dice.

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