Para Alexa, lo más difícil de dejar su país, Honduras, no han sido las caminatas larguísimas ni la falta de alimento o dinero. En su travesía en la caravana migrante, a la que se integró para llegar a Chicago, lo que más le ha dolido ha sido la doble discriminación que enfrenta: por ser migrante y por ser mujer transgénero.

Parece imposible lograr verse como ella en un viaje tan largo: un vestido negro entallado y escotado dibuja su figura, mientras que su cabello de color rojo intenso, peinado en un afro que se eleva sobre su cabeza, es como una corona de rizos que contrasta con su piel morena, tostada por el sol.

Para ella, mantenerse así de arreglada en medio de la caravana no es sólo vanidad, sino parte de su forma de ser y de su identidad: “Mis amigas y yo queremos buscar una vida mejor porque en nuestro país se vive la discriminación”, cuenta.

Aunque se encuentran a mil 400 kilómetros de los insultos y demostraciones de odio que la hicieron salir de Honduras, la discriminación no se ha terminado y ahora la sigue mientras avanza sobre la carretera, como una sombra que camina con ella.

Ser transgénero en la caravana
Ser transgénero en la caravana

“En mi país [Honduras] hay mucha discriminación, delincuencia, no hay empleo.

“ Cuando salía a buscar trabajo me empezaban a criticar y a decir: ‘Este gay no’. Por eso me uní a la caravana, pero no pensé que fuera a ser tan difícil, con tanta discriminación”, comentó.

Son sus compañeros migrantes, detalló, quienes más la acechan.

Le gritan, entre otras obscenidades, la palabra “hueca”, el término despectivo que utilizan los hondureños para referirse a las personas homosexuales.

No se rinden: junto con otras 160 mujeres trans e integrantes de la comunidad LGBTTI, Alexa y las demás se organizaron para demandar su propia fila en el comedor comunitario, espacio aparte para bañarse, y una atención médica.

bft

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