Juana Mireya Fernández Martínez, la maestra asesinada el domingo durante el desfile del 109 aniversario de la Revolución Mexicana, en Torreón, encaraba diferentes batallas, una contra el cáncer y otra por haber perdido a su esposo en enero de este año.

Estuvo casada por 16 años con Salvador Serratos Rojas, pero la muerte de él presuntamente desató una serie de disputas con la familia de su esposo. Según el fiscal General, Gerardo Márquez Guevara, el móvil principal del asesinato contra la maestra fue una aparente animadversión de carácter económico entre la hoy occisa y su hijastro, quien fue detenido la noche del domingo.

Quienes conocieron a la maestra aseguran que siempre cuidó de su esposo, que era dedicada, cariñosa y responsable en el trabajo. “Sólo faltaba al trabajo cuando le aplicaban las quimioterapias”, escribió Lorena, una amiga de la maestra en redes sociales.

Juana Mireya tenía 50 años, no tenía hijos, pero amaba a su esposo. Así lo muestran varias imágenes en sus redes sociales. “Gracias a ti por devolverme la sonrisa”, escribió el 19 de agosto en una foto en la que aparece Salvador. Antes, el 26 de mayo, publicó una imagen con la frase: “Me enseñaste a ser feliz, pero… ¿qué hago ahora que ya no estás?”. En las publicaciones sus amigos la animaban a seguir.

Juana Mireya residía en Gómez Palacio, Durango, pero todas las mañanas acudía hasta el Cetis 83 de Torreón —sobre la antigua carretera a San Pedro— a trabajar. La escuela ahora tiene un enorme moño negro en señal de luto por quien se desempeñaba como jefa de servicios docentes. Fue velada en la funeraria Cepeda.

“Hermana, no puedo creer esto, que alguien me diga que es una pesadilla, no puedo con tanto dolor no es justo (…). Te agradezco con el corazón todo el amor que siempre le diste a mis hijos y quererlos como si fueran tuyos (…) Gracias por ser la mejor, te amaré siempre”, se despidió su hermana Yadira.

La Secretaría de Educación de Coahuila y la Sección 35 del sindicato de maestros se unieron a las condolencias. Incluso, el sindicato condenó el asesinato de la maestra y exigió a las autoridades estatales y municipales que se haga justicia y se capture a los culpables.

Cada año, la maestra Juana Mireya participaba en el desfile de la Revolución y la mañana del domingo, ella y su grupo de prepa esperaban iniciar su marcha. Aguardaban a un costado de la Alameda Zaragoza de Torreón, un lugar emblemático de la ciudad. Su contingente era de los últimos.

Fue cerca de las 10:40 de la mañana, cuando un hombre descrito de tez morena, joven, con vestimenta negra, le disparó dos veces con una pistola 9 milímetros. Uno en la cabeza y otro en la espalda.

Ese hombre, según el fiscal Gerardo Márquez, fue contratado por Salvador “N”, hijastro de Mireya, detenido la tarde-noche del domingo como presunto autor intelectual del homicidio.

“Hay una disputa principalmente por bienes inmuebles. Hay una mala relación parental de la hoy occisa con los familiares de su esposo”, dijo el fiscal Márquez Guevara.

Salvador “N” es profesor de educación física, aunque no se precisó el plantel donde trabajaba. Supuestamente, el hoy detenido pagó una cantidad de dinero a un individuo para que privara de la vida a Juana Mireya, aunque el fiscal no quiso detallar el monto que supuestamente pagó y no descartó que hubiera más personas involucradas.

Ese domingo, el homicidio de la maestra del Cetis 83 provocó caos y pánico entre la gente que acudió al desfile en el centro de la ciudad, pues al escuchar las dos detonaciones, la gente corrió a resguardarse en comercios, tiendas e inclusive a la catedral de la ciudad. Al final el desfile fue suspendido.

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