Karen tenía 20 años cuando se casó; en 26 de matrimonio pasó de amar a su esposo a tenerle miedo, siempre le huía. Cuando comenzó el confinamiento por el coronavirus tuvo que enfrentarse a él y ganó.

Maestra de profesión, Karen, de 46 años, conoció a su ahora esposo cuando ambos estudiaban en la secundaria. Se casaron jóvenes, ella de 20 años, él de 22, y tienen dos hijos.

“Pronto la relación se descompuso, me insultaba e incluso llegó a golpearme. Comencé a ver superior a cualquier mujer, pese a que todos decían que yo era bonita y logré titularme como educadora”.

Hace tres años, las agresiones se tornaron en relaciones no consensuadas y golpes. Entonces decidió ponerle fin a esta situación y en su camino encontró la ayuda de la titular del Instituto de la Mujer en Actopan, Carlynn Houghton Hernández, quien le aconsejó cómo interponer una demanda de divorcio.

Reconoce que la separación legal no se concretó, porque al llegar la fecha en el juzgado volvió a sentir miedo. “Entonces nos alcanzó la pandemia y el día que las autoridades cerraron la escuela sentí un vuelco en el corazón, tenía que estar más tiempo en casa con él; en ese momento dije: ‘No, no puede ser, no quiero’”, recuerda y añade: “El destino me enfrentó directo con mi pareja.

“Al principio fue pesado, pero ya tengo pequeños triunfos: ya no dejo que me humille y ya le exigí que se vaya de mi casa”.

Dice que en estos días de cuarentena ha sufrido algunas agresiones, sobre todo verbales, que también le han enseñado que es fuerte. “Es muy gratificante que me vea tan decidida para que mis hijos sepan que el maltrato no es normal y que no debes permitir que nada atente contra ti; las mujeres deben estar atentas a que los foquitos amarillos no se conviertan en rojos”.

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