En la localidad de El Aguacate, en Veracruz, los pobladores cuentan que de 2009 a 2011 se robaron tambos de fierro que eran para la basura de un parque. Algunos fueron abandonados arriba de cerros y los usaron como “cocinas”, que es como los asesinos y sus cómplices nombran a la disolución de cuerpos.

En San Pedro de la Colonias, Coahuila, denominan a estos lugares como campos de exterminio. En menos de un mes, la Quinta Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas consiguió indicios sobre estos espacios en Veracruz.

“Hemos visitado 12, pero hay más de nueve que aún quedan por visitar y se van sumando otros puntos que la gente nos dice”, explica un brigadista.

En 2016 citaron a una mujer en un parque. Ella compró información para dar con el paradero de su hijo, quien desapareció a manos de la policía intermunicipal el 25 de mayo de 2011, en Poza Rica.

“Ya no busque a su hijo; nunca lo va a encontrar, porque fue cocinado”, le dijo un hombre.

Esa fue la última vez que la madre del joven, de entonces 18 años, dio dinero por datos.

En El Aguacate, Veracruz, de 2009 a 2011 se robaron tambos de fierro y los usaron como cocinas, que es como se nombra la disolución de cuerpos.

“Esa tarde no podía dejar de llorar. Después pensé que el hombre me había mentido, que eso no existía, pero ahora que voy viendo esto, yo creo que sí es verdad”, relata.

—¿No eran cocinas de drogas? —le pregunta un reportero a un miembro de la brigada.

—No, eran cocinas de cuerpos, donde los disolvían —contestó.

La mayoría de los tambos que halló el colectivo estaba cerca de pozos petroleros.

“Aquí se dio mucho el huachicoleo. Ellos tenían sus puntos de extracción y ahí mismo llevaban a la gente. Ya tenían el control de la zona”, detalla un brigadista.

Más de 100 víctimas

En otro punto, al menos tres testimonios aseguran que en el predio ubicado atrás de un establecimiento, al lado de las casas del Infonavit Las Gaviotas, en Poza Rica, asesinaron, cortaron y disolvieron con ácido o quemaron los cuerpos de más de 100 personas. Un hombre, quien se hace llamar “cocinero”, reveló que sólo le pagaban por disolver los cadáveres en ese lugar y que los restos los mezclaba con la tierra.

La hermana de un exintegrante de Los Zetas de esa ciudad afirma haber acompañado a su hermano en la noche. Fue testigo de algunos homicidios y de la forma en que se deshacían de los cuerpos. Tiempo después, su familiar fue asesinado.

El último informante es un vecino de la zona, quien recuerda escuchar los gritos de las torturas.

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