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El senador Ernesto Cordero Arroyo considera que el PAN está en un profundo problema de corrupción y putrefacción, pero podría recomponerse a través de un proceso de limpieza.

En entrevista con EL UNIVERSAL, considera que es muy difícil que el PRI se pueda restaurar, y el PRD, dice, está en franca extinción.

El ex panista, quien con el término de esta Legislatura —a fin de mes— se retira de la política, habla de la nueva conformación derivada del 1 de julio, y dice que beneficiará a los poderes de la Unión que cada parte ejerza sus facultades con contrapesos en el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, quien recibirá un país con avances que han sido continuos a lo largo de 35 años.

A los 50 años, en el cargo de presidente del Senadoy del Congreso, al encabezar la Comisión Permanente, señala que se retira de la política “muy satisfecho” y tranquilo, para formar patrimonio en el sector privado, como una meta que había asumido desde antes del 1 de julio.

¿Por qué es político?

—Mi padre, médico del IMSS y del ISSSTE, y mi madre, enfermera, profesora universitaria y de la Secretaría de Salud, me transmitieron esa vocación de servicio público.

A los 50 años, en la cima del poder, dice que se retira de la política, ¿qué pasó?

—Son 30 años de los que estoy muy satisfecho, muy orgulloso. Pareciera que ante el nuevo gabinete soy un chamaco, y la verdad quiero empezar algo: mi vida profesional desde el ámbito privado. Tengo mucho que aportar, creo que me puede ir bien.

Quiero alejarme un poquito del reflector y de la vida pública, empezar a trabajar y formar un patrimonio, que como servidor público —ganando con honestidad lo que fue mi sueldo—, no constituí. Estamos en el momento de echarnos a la alberca de agua fría, cruzarla y empezar algo diferente.

¿Hay tiempo para otras tareas?

—Es correcto, y el mío como servidor público ya estuvo. Yo me voy muy satisfecho y muy tranquilo con lo que hice.

¿Este nuevo tiempo es resultante del 1 de julio?

—Pues sí, siempre es consecuencia de algunas cosas. Creo que aún suponiendo que hubiera sido Presidente de México alguien que me hubiera invitado a formar parte de su gobierno, lo pensaría mucho. Yo había tomado la decisión hace cerca de un año, más o menos, de “ya con ésta me despido”. La presidencia del Senado ya es la última posición política que yo aceptaría, así lo venía yo meditando antes del 1 de julio.

¿Le tocaron años muy intensos?

—Ha sido una aventura y un gran viaje. Yo estoy muy agradecido con la vida que me permitió servir a mi país en momentos muy complicados, en los años 2008, 2009 y 2010. Nos pasó de todo, sin ser responsables nosotros los mexicanos. Hubo crisis de precios de alimentos que costaron gobiernos; vino la influenza, que pensábamos iba a ser pandemia; al mismo tiempo ocurría una crisis financiera global, de la que todavía no salen países europeos, 10 años después.

¿Con mayorías en ambas cámaras, el gobierno puede tener la tentación de que le aprueben así las iniciativas?

—Por supuesto. Tienen mayoría y espero que el presidente electo sea congruente con lo que ha dicho de respetar al Poder Legislativo.

 

¿Faltan contrapesos?

—Para gobernar bien [Andrés Manuel López Obrador] necesita contrapesos republicanos.

¿Ve espacios de contrapeso?

—Escuché [la idea] de un Consejo Fiscal [que formuló Carlos Urzúa] que revise y avale los números que tenga la Secretaría de Hacienda. Es muy sabio para hacer las cosas bien. Y necesitamos un verdadero partido de oposición en México que sea alternativa en 2024. Ojalá sea el PAN, si no tendrá que surgir algo nuevo.

¿Qué partido? ¿El PAN se puede levantar de las cenizas?

—Yo veo muy difícil que el PRI se pueda recomponer; el PRD está en franca extinción, y más cuando hay un gobierno de izquierda. Creo que el PAN podría recomponerse, tiene que hacer un proceso de limpieza, porque hay una profunda corrupción y putrefacción.

¿El poder absoluto corrompe?

—Al no tener contrapesos las últimas dirigencias, al tener a toda su camarilla arropándolo, perdieron la dimensión de las cosas, los límites, el concepto de decoro para hacer política, y tenemos los resultados que tenemos. El PAN era un partido de debate y ahora es monolítico, en el que estás con tu líder supremo o no estás. No hay quien ponga un alto.

¿Cuál es el camino para el PAN?

—Pasar por un proceso de reinvención, de regreso a sus orígenes, y si es así va a ser la alternativa democrática que en el país se va a necesitar desesperadamente en unos meses.

¿Se retira de la política? ¿Cuál es la letra chiquita de esa decisión?

—La letra chiquita es “nunca digas de esa agua no beberé”. Esta es mi vida, mi vocación, pero en el sector privado también se construye patria.

—¿Qué pasó el 1 de julio?

—Lo más frustrante para nosotros es que no hubo candidato del PAN en la boleta. Nuestra carta de presentación de buenos gobiernos nunca la jugamos, nos daba vergüenza.

¿Qué vicios o prácticas nocivas se deberían corregir en el Congreso?

—Se abusa de enviar iniciativas. ¿Qué pasaría si todo lo que presentamos un martes se aprobara al día siguiente? Al país lo destrozaríamos, porque eso está lleno de ocurrencias.

¿Cómo poner remedio?

—Es cosa de encontrar el balance en cómo se evalúa a un legislador que no presentó nada, pero fue constructivo a la hora del debate en comisiones, evitó que aprobáramos barbaridades. Menos iniciativas y menos puntos de acuerdo.

¿Que comisiones investiguen?

—Exacto. Se ve difícil en el contexto del nuevo Congreso, que sean reales las comparecencias de los servidores públicos, que se les cuestione, que haya diálogo con los legisladores.

¿Que haya un verdadero diálogo de poderes?

—Cambiar el formato de las comparecencias sería bastante sano, y que sean más cotidianas, cada semana. Si esta relación se vuelve más fluida, sería un gran apoyo.

¿Cuándo le dará por volver a tomar ‘de esta agua’?

—El vaso del cual voy a beber a partir de 1 de septiembre lo veo apetitoso, grandote y muy frío con mucho hielo, sin popote. Creo que beberé de ese vaso por un buen rato.

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