Tres mujeres son las únicas damnificadas del 19 de septiembre de 2017 que estrenaron casa en el pueblo de San Pablo Chimalpa en Cuajimalpa. Las viviendas, populares en la zona, se identifican como los contenedores marítimospintados de gris y amarillo que la arquitecta María Gómez transformó en hogar, luego de emprender un proyecto colectivo de reconstrucción en el que participaron profesionistas y amigos. En conjunto, visitaron el lugar hace unas semanas para ver y palpar el destino final de sus donativos económicos y trabajo.

En estas nuevas casas viven las familias Alba, Juárez y Mañón. Contrario a lo que pudiera imaginarse, cada vivienda cuenta con ventanas y grandes ventanales por donde la luz natural se cuela para iluminar la cocina, comedor, recámara, baño y recibidor. Por dentro están pintadas de colores claros que rebotan la luz para iluminar los muebles que sus inquilinas han llevado. Uno de ellos es la cuna del pequeño Mateo, de cuatro meses de edad, quien duerme en brazos de su madre, Mayra Juárez.

Viven en contenedores tras 19-S
Viven en contenedores tras 19-S

“Sí, mi hijo nació con casa y está listo para venir a instalarse en su nuevo hogar, es pequeño el espacio, pero con lo necesario para vivir bien”, cuenta ella. “Ya trajimos lavadora, refrigerador, comedor, dos pequeños burós y sólo nos faltan las recámaras y la ropa. Afortunadamente tenemos un hogar donde estaremos tranquilos todos”, asegura. Su casa contenedor se localiza en la planta alta del terreno marcado con el número 78 de la calle Reforma.

Igual de alegre se encuentra su madre, Maribel Alba, quien recorre el contenedor donde vivirá con sus dos hijos. Se ubica en la planta baja, es decir, debajo de Mayra. En la entrada se encuentra el comedor y la cocina integral; al lado un pequeño recibidor, el baño y dos recámaras. “Fui una de las más involucradas en este proyecto y como tengo mi negocio aquí afuera, vi su evolución poco a poco: desde que inició hasta que terminó. Todos los días entraba a ver cómo avanzaban los trabajadores y hoy lo único que falta son detallitos como la instalación del gas que, por seguridad, quedará en la parte trasera del terreno”.

La arquitecta Gómez camina por estas tres casas y el patio compartido, su rostro denota satisfacción. No es la primera vez que transforma contenedores marítimos en lugares habitables como negocios o tiendas de conveniencia. Pero bajo el contexto del sismo ocurrido el año pasado, ella considera que la clave que cristalizó este proyecto se basó en dos razones.

La primera es física, porque cada contenedor está fabricado con un acero de calibre determinado y cuenta con una estructura específica que evita que daño en barcos y tráileres. “La cimentación fue uno de los puntos más relevantes porque anclamos los perímetros de los contenedores que quedaron como base en el suelo, y esto reduce su movimiento en caso de ocurrir futuros sismos”, precisa.

La segunda razón es emocional: “Si este plan funcionó fue porque la clave en Maribel, Mayra y Juana fue animarse. Decidieron romper la estructura de pensamiento relacionada con la construcción tradicional, se dieron oportunidad de investigar, ver cómo sería su casa, hicieron todas las preguntas correspondientes y aceptaron el reto”.

Juana Mañón, la tercera propietaria en el lugar, respalda el dicho de la arquitecta. “Así es, la verdad es que al inicio no teníamos ni idea de qué era un contenedor. Nunca imaginamos que los rectángulos metálicos que trajeron se convertirían en nuestra casa. Y ahora estar viviendo aquí, es un sueño hecho realidad”.

Haciendo memoria

En los días posteriores al sismo del 19-S, la arquitecta María Gómez reunió a un grupo de amigos para apoyar en la zona afectada en Cuajimalpa. Al recorrer San Pablo Chimalpa, por casualidad encontraron tres mujeres damnificadas con el terreno idóneo para echar a andar el proyecto de casas hechas con contenedores marítimos. Un año después, aquí están reunidas.

“Nos hubiera gustado terminar el proyecto antes, pero la realidad es que encontramos muchas piedras en el camino tanto de gobierno como de empresas grandes para bajar los fondos”, relata.

En el caso gubernamental, precisa, la remoción de escombros y censo de damnificados fue lento, lo que impidió recibir con prontitud recursos del Fondo de Desastres Naturales (Fonden), y cuando estos llegaron, Maribel, Mayra y Juana se percataron que su casa había sido catalogada como pérdida parcial y no total, hecho que afectó la cantidad de dinero que recibirían para la reconstrucción que, además, no fue depositada completa.

Lo único que sí les benefició, reconoce la arquitecta, fue la autorización para iniciar el proyecto sin tener que tramitar licencias de construcción.

Por los resultados obtenidos, ella considera que este modelo puede replicarse en beneficio de muchos más damnificados que hoy siguen sin casa. Incluso, la arquitecta desea poder plantearlo a la próxima jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum y al presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, para evaluar su inclusión en los nuevos proyectos de reconstrucción.

“Veo posible replicarlo en zonas de grietas, pues creo que podemos reconstruir de otras maneras que jamás hubiéramos imaginado, necesitamos entender las estructuras urbanas de otra manera y el beneficio de los contenedores es que la intervención es más rápida. El precio es menor, un promedio de 200 mil pesos, comparado con el precio normal de una casa tradicional”, justifica.

“La necesidad de tener un hogar fue lo primero que nos hizo aceptar. Soy afortunada de encontrarme gente buena, ojalá las personas que faltan de Oaxaca y otros estados, se pudiera hacer algo similar por ellas”, afirmaron las mujeres.

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