Familiares, amigos y compañeros de trabajo de José Gerardo Martínez, editor de EL UNIVERSAL, no entendían cómo, en cuestión de minutos, dos delincuentes arrebataron una vida entregada a su barrio, cómo asesinaron al joven de 35 años a quien todos respetaban por su buen humor, a aquel que siempre estaba dispuesto a dar todo por el prójimo; al muchacho que todo el tiempo se preocupaba porque en su colonia no hubiera delincuencia.

La fila para despedirlo fue enorme. Entre los que se acercaron para dar el pésame a los familiares estuvo la señorita Perla Ealy Díaz, Directora de Suplementos Especiales de EL UNIVERSAL, y el joven Gabriel Alatriste. En punto de las 14:00 horas del domingo sus vecinos se postraron en la humilde vivienda adornada con flores, inciensos, veladoras, su fotografía y música.

José Gerardo tocaba en un trío los fines de semana y era fan de Julio Jaramillo y del Divo de Juárez; el tumulto no paraba, les decían palabras de consuelo a la madre y hermanos, ni uno daba crédito al hecho.

Para entrar a la habitación donde estaba el féretro había que atravesar un callejón. De uno en uno los lugares se fueron ocupando, los rezos empezaron y conforme se hacían los grupos empezaban a dialogar entre los vecinos… todos exigían justicia, dejaron en claro que los delincuentes no eran de la zona pues en el Barrio de la Candelaria, en Coyoacán, todos lo conocían.

A los que andaban en malos pasos les daba orientación, a otros les regaló serenatas con su trío, a los que gustaban del alcohol les daba una propina o les regalaba un cigarro, dicen que no había razón para que él muriera de esa manera cobarde.

Se resistió, dicen, porque se sentía seguro en su barrio, en sus calles, se opuso, dicen, porque él creía que en sus calles todo estaba tranquilo.

“Todos conocemos a Gerardo aquí, no se metía en ningún problema. Algunos desde niño lo vimos crecer y mire nada más como acabó, malditos cobardes, sé que ahora no es momento para reclamar ni nada, pero no se vale, todo el barrio le prometimos justicia, queremos que atrapen a los desgraciados que le hicieron eso y que se refundan en la cárcel”, comentó doña Carmen, quien atiende la carnicería justo en la esquina de la casa de Gerardo.

Música del corazón. Todos tenían un nudo en la garganta; sin embargo, nunca se dejaron de entonar las canciones preferidas de Gerardo.

Desde una bocina se escuchó Ódiame, Nuestro Juramento, Sendas Distintas, Niégalo Todo, el gran repertorio de Jaramillo. A las 14:30 horas llegó al mariachi para entonar otras de sus preferidas; Amor Eterno, de Juan Gabriel, que de inmediato arrancó las lágrimas de todos los que lo amaban.

A las 15:00 horas inició la procesión a la Parroquia Candelaria. El camino para llegar al recinto fueron poco más de 250 metros, una calle abarrotada de distintos negocios; todos conocían a Gerardo y conforme avanzaban se escuchaban los aplausos: “¡Justicia para Gerardo! ¡Justicia para Gerardo!”, gritaban algunos. “¡Siempre te vamos a recordar amigo!, ¡te prometemos justicia¡, ¡esto no se queda así, te lo juramos!”, se escuchaba al fondo de la procesión.

“Era muy querido, todos aquí lo conocían, mira cuánta gente vino a despedirlo”, comentó su hermana, quien hacía un esfuerzo, pues su madre y padre estaban agotados.

Al llegar al panteón, nuevamente se escucharon las de Julio Jaramillo y las porras, “¡nunca te vamos a olvidar carnal!, ¡vivirás siempre en nuestros corazones!, ¡justicia para Gerardo!, ¡él no se merecía esto!”, gritaron al unísono los asistentes.

Su hermano agradeció a los asistentes y pidió que convivieran un rato más todos en su casa. Los asistentes dijeron confiar en las autoridades, por lo que no descartan que en las siguientes semanas se den a conocer noticias alentadoras sobre la detención de los responsables, de esa manera, auguraron, la familia podrá estar en paz.

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