Desde la carretera que conecta a La Paz con el puerto de Cabo San Lucas se pueden ver los estragos de Lidia. Las olas turquesa son ahora color chocolate, fueron la zona de descarga de todo lo que las aguas broncas arrastraron.

Los caminos de las colonias dan testimonios de lo que decenas de personas compartían el jueves por la noche en sus redes: la magnitud de las lluvias. Calles destrozadas, deslaves, casas destruidas en su totalidad, pedacería de madera, de láminas, llantas, colchones, árboles arrancados de raíz.

“Mire mi casa, mi patrimonio. Aquí tenía mi tiendita. Ya no tengo nada. Nomás alcancé a mover los refris”, comenta doña Edith, mientras observa y señala el hueco de la pared que se llevó la corriente la noche del jueves 31 de septiembre en la colonia Real Unidad, en Cabo San Lucas.

La mujer, acapulqueña de nacimiento, radica en Los Cabos desde hace 10 años, luce preocupada y molesta ante la falta de apoyo: “Hoy aquí no se ha parado nadie. No podemos estar aquí. ¿Qué tal que se nos derrumba lo que queda?”, expresa.

Doña Edith dice que esta tormenta nunca la olvidará. “Pasaba y pasaba agua, se llevaba todo. Había gente agarrada con cuerdas, con niños. Pero qué puede hacer uno. Si ayudaba también nos iba a llevar el arroyo”.

Ricardo Guerrero, oriundo de Toluca, llegó hace 16 años a buscar una mejor vida a este puerto cabeño. No ha sido fácil hacerse de un terreno y por eso se asienta en una zona irregular y de peligro, pero para fortuna, dice, este año a él no le fue tan peor. No se lo explica.

“El agua rodeaba la casa. No se me metió, pero no podía salir. Y cuando se calmó, en la mañana, encuentro todo esto. No se cayó la casa de milagro, pero a muchos sí”, platica mientras se seca las lágrimas.

La colonia Real Unidad se ubica a espaldas de un centro comercial y se le unen varias invasiones. En la parte trasera algunos terrenos quedan justo bajo un puente del libramiento Cabo San Lucas- San José del Cabo que lleva al aeropuerto.

En esta zona se observan decenas de automóviles semienterrados, raíces de árboles, lugares que alguna vez albergaron una casa.

La situación fue crítica. Así lo describen todos los se quedaron en el lugar porque tuvieron miedo de la rapiña. “Mi esposo se quedó en mi casa, en Vista Azul, porque siempre se hace una robadera. ¿Cómo vamos a perder lo poquito que tenemos? No es fácil volverte a hacer de tus cosas”, comenta Yadira.

Generosa Márquez alcanzó a subir al puente con sus hijos y nietos y durmió en la caseta de cobro, a la intemperie. Dice que ella sí se fue a un albergue, pero estaba lleno, por eso se regresó.

Comparte el testimonio de terror y frente a lo que vio pone en duda el saldo de seis muertos que dicen las autoridades y que aún no refieren desaparecidos.

Su emergencia continúa porque dice que no ha recibido apoyo de nadie. Y ahí está, haciendo fila para conseguir unas verduras y ropa usada que grupos voluntarios les están acercando.

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