Los gritos de Juan no fueron suficientes para impedir que otro hombre lo violara, tampoco sus amigos que lo acompañaron a esa fiesta pudieron hacer algo, “cuando llegaron era tarde”. Tenía 29 años en el 2000 y el hombre decidió no denunciar ni hablar de lo sucedido.

Tres años más tarde fue internado porque contrajo hepatitis, “estaba amarillo”. No sabían qué tipo de enfermedad enfrentaba. Siguió el tratamiento y mejoró, pero a pesar de ello el gastroenterólogo que lo atendió le pidió hacerse la prueba rápida de VIH.

La primera salió negativa, pero la segunda no. Una vez que le confirmaron el diagnóstico como paciente seropositivo, Juan pensó en el suicidio, aventarse a las vías del Metro era su opción; sin embargo, su mamá buscó información y de esa manera llegaron a la Clínica Especializada en la Condesa, donde lo han tratado hasta la fecha.

Lo difícil para el hombre de ahora 46 años no sólo ha sido aprender a vivir con su enfermedad, sino hacerlo en silencio. A 14 años de que fue diagnosticado sólo su mamá y dos amigos saben su condición.

Su madre vive con el temor de que su otro hijo se entere y con ello se aleje llevándose a sus nietos. “En silencio vivo esta experiencia porque lamentablemente aunque hay más información, muchos mexicanos no están preparados y se alejan”.

Lamenta que su cuñada sea homofóbica y que si se entera de que vive con VIH dará por hecho que los contagiará.

“Ella no es abierta y pensará que puedo contaminar a sus hijos, dejarán de visitar a mi mamá”, declara el hombre.

Cubierto con una bufanda, unos lentes y una gorra, acepta que no ha sufrido discriminación porque no ha tenido la oportunidad de abrirse a la sociedad, esta situación lo deprimía; sin embargo, con el tiempo ha aprendido a sobrellevarlo.

Decidió compartir su historia porque al leer los reportes de Censida, sabe que los jóvenes de entre 15 y 29 años son los que más adquieren el padecimiento a través de relaciones sexuales porque no usan preservativos.

Quiere que sepan que “no es nada fácil”, que no se trata de decir: “No me cuido, total me dan mi antirretroviral y se siente más rico sin condón”. Les pide que sean responsables. Entre risas, les cuenta que después del diagnóstico hay que desmañanarse para asistir al Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias, tomar sus medicamentos y les recuerda que algunos no caen bien.

“Quiero compartir, para que los chavos de ahora sepan cómo es, porque no soy tan chavito. Deben cuidarse y usar condón”, declara Juan.

Los últimos cinco años, ha estado más familiarizado con su enfermedad, se ha mantenido estable en su carga viral y cada tres o cuatro meses visita la clínica en la Condesa para que le surtan sus medicamentos.

Aunque no ha sufrido de desabasto ni discriminación, el hombre admite que su precio es no romper el silencio.

Invita a todos los mexicanos a que no discriminen a las personas porque vivan con el Virus de Inmunodeficiencia Humana, por el contrario, les pide que los acompañen y a las familias que sean un apoyo en todo momento.

Antes de despedirse envía un último mensaje: “Cuídense muchachos y suerte en todo”.

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