La plaza principal de Arroyo Seco luce tranquila. Algunos estudiantes que salen de la escuela ocupan las bancas bajo la sombra de los árboles, al igual que muchos vendedores de raspados, helados y fruta. El calor es tan intenso en este municipio que hace unos de días alcanzó más de 42 grados Celsius de temperatura.

Después de recorrer la carretera que conduce a la Sierra Gorda, con sus paisajes que van del semidesierto a los bosques, se llega a Arroyo Seco, tomando la carretera a Río Verde, San Luis Potosí.

Cuando se circula por el lugar el aire se vuelve sofocante. La temperatura es más elevada en ese lugar. Es tal que incluso llega a lastimar los ojos.

De Jalpan de Serra a Arroyo Seco no se hace más de media hora. A la orilla de la carretera los pobladores venden fruta. Otros venden comida y micheladas, muy socorridas por el calor en la zona.

La plaza principal está flanqueada por el Palacio Municipal y la iglesia. Por otro lado, hay variedad de comercios, desde una tienda de abarrotes, hasta locales de ropa o telefonía celular.

Del otro lado de la plaza se ve a un hombre que empuja un tradicional carrito de helados y paletas, de aquellos que en las ciudades o están en vías de extinción o ya desaparecieron. Gildardo Bueno es quien vende, desde hace 10 años, paletas, helados y bolis, que aprendió a hacer durante su estadía en la ciudad de Guadalajara, Jalisco.

Clima extremo.

Dice que con el calor que se ha sentido sus ventas aumentaron, pues la gente busca sus productos para refrescarse, sobre todo la semana pasada, cuando el termómetro registró 42 grados Celsius.

“Aquí es muy extremoso, de repente hace frío y cambia es muy extremoso. Las temperaturas normalmente en julio y agosto son las más fuertes, en este año nos sorprendió porque en mayo se eleva, este año pegó fuerte”, dice.

Apunta que incluso no se podía dormir porque las casas se calentaban y en la noche la temperatura era más elevada dentro de las viviendas que afuera, teniendo que usar todo el tiempo ventilador y ducharse dos o tres veces en la noche. Otra opción era dormir en una hamaca, pero en la noche los mosquitos suelen ser molestos.

“Casi todos los años sube así la temperatura, pero en mayo no se había sentido tanto como ahora”, asevera Gildardo quien también es conserje en una primaria por las mañanas. Debido a ello, sus ventas aumentaron 40%.

Isaí Velázquez, empleado del municipio, en el área de Protección Civil, dice que les tocó atender las contingencias que se pudieran presentar por las altas temperaturas.

Temperaturas inusuales.

Comenta que las temperaturas de mayo fueron inusuales, comparadas con las sentidas en otros años. “Jueves y viernes estuvimos a un promedio de 40 grados. Por la noche seguía el calor, unos 32, 33 grados, imposible dormir.

“En cuestión de cómo le hacíamos en el día, nos aclimatamos de acuerdo a las funciones que realizamos en la cabecera. Es más complicado porque hay más desgaste físico y deshidratación”, asevera.

Añade que se presentaron algunos casos de insolación, pero como la gente no acostumbra a recurrir a los servicios de salud, los mismos vecinos se apoyan entre ellos.

En Arroyo Seco sólo hay un centro de salud donde atiende un pasante ocasionalmente, haciendo falta mejor atención médica, pues en caso de emergencia lo más cerca es Jalpan de Serra o Río Verde, en San Luis Potosí. Además de que sólo se cuenta con una ambulancia modelo 1995 para atender los traslados que se presentan.

Medidas contra el sol.

Isaí comenta que para soportar las altas temperaturas cuando realiza sus actividades en exteriores es usar manga larga, además de tomar agua de limón, pero en lugar de ponerle azúcar se usa una pizca de sal, para no perder sales esenciales con el sudor. Además, aprovecha la presencia de Gildardo y su carrito de helados y paletas, para refrescarse con sus productos.

La recomendación que hace a la gente es que si no tiene nada que hacer en la calle no salga, además de usar bloqueador solar y mantenerse bien hidratado.

En otro extremo de la plaza se encuentra Paula de la Cruz, originaria de la comunidad de San Rafael. La mujer vende pitayas, y ocasionalmente gorditas de horno que ella misma prepara.

Paula recoge las cubetas donde llevaba las pitayas. Una clienta le acaba de comprar toda su mercancía y se retira. Bajo la sombra de un árbol platica que la semana pasada el calor fue severo, algo que no recuerda desde hace mucho. Incluso tenían que dormir fuera de las viviendas.

Uno de sus hijos menores, de los nueve que tuvo, enfermó del estómago por el calor.

Añade que ella misma va a buscar las pitayas en ocasiones, lo que además de agobiante con el calor, es peligroso, pues a donde acuden a cosechar hay serpientes.

A unos metros de Paula, Manuel Castro, de 36 años de edad, escucha la conversación. Él es empleado temporal en el municipio, de los llamados jornaleros, que se dedican a hacer cualquier tipo de trabajo que se requiera en la localidad, desde remozar un jardín hasta arreglar guarniciones y banquetas.

Por su actividad debe de pasar mucho tiempo al aire libre, así que debe extremar precauciones para evitar un golpe de calor o quemaduras en la piel.

Contrario a muchos hombres jóvenes, a él no le llamó la atención migrar a Estados Unidos, prefiere andar libre en su tierra, donde los problemas de inseguridad son casi inexistentes.

La tarde cae en Arroyo Seco, pero el calor no da tregua a los habitantes. Helodia Jiménez Torres prepara dos raspados, de los que vende a 10 pesos con los que la semana pasada le fue muy bien por los 42 grados de temperatura

Helodia también vende discos, dice no recordar tan altas temperaturas, pero ello benefició a su ventas de raspados, que fueron más socorridos y benefició a su economía, ahora que su esposo, Enrique Pérez, quien hace dos meses se fue a trabajar a Dallas, Texas.

Helodia prepara un raspado a una joven a quien por la familiaridad con la que la trata conoce. Comentan el calor, pese a vivirlo todos los años, sorprendió.

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