Washington.— El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, está acorralado por la presión tras ser señalado directamente por su ex abogado Michael Cohen como conspirador para un crimen federal: el pago a dos mujeres para silenciar sus aventuras extramaritales.

Un día después del estallido del escándalo de la participación activa de Trump en el pago de miles de dólares a la actriz porno Stormy Daniels y a la modelo playboy Karen McDougal, la Casa Blanca y el propio presidente entraron en fase de contención de daños, tratando de tapar cualquier resquicio que pueda aumentar la sensación de conducta criminal del magnate.

Trump y sus portavoces se dedicaron a negar cualquier tipo de conducta delictiva, poniendo en duda la veracidad de las confesiones de Cohen y tachándolo de mentiroso para convertir el debate en una pelea por ver qué versión es más creíble.

“El presidente no ha hecho nada malo, no hay acusaciones contra él”, reiteró la vocera presidencial, Sarah Sanders, desde la Casa Blanca.

Para Sanders, es una “acusación ridícula” decir que el presidente ha mentido al pueblo estadounidense sobre el tema. Sin embargo, el propio Trump la contradijo en una entrevista en Fox News. Si bien en abril pasado dijo que nunca estuvo al corriente de los pagos a las dos mujeres, ayer declaró haberse enterado “más tarde” del desembolso.

Luego de que su abogado confesó haber pagado a las mujeres por orden del magnate, Trump intentó escabullirse de la acusación de uso ilícito de fondos de campaña asegurando que el dinero no provenía de su maquinaria electoral, sino de su chequera personal. “No venían de la campaña. Procedían de mí. De hecho, lo primero que pregunté fue si procedían de la campaña. Eso podría haber sido un poco turbio”, declaró.

 

No obstante, el hecho de que el pago se produjera para evitar un impacto político en la elección, lo convierte en gasto de campaña. No haberlo declarado como tal es central en el delito que Cohen confesó y que ahora persigue a Trump. Cohen, en su confesión ante la justicia, confirmó que el pago —instigado por el magnate— se realizó “con el objetivo principal de influir en las elecciones”.

El acoso y derribo a la figura de Cohen es el otro frente de acción. Desde primera hora de la mañana, Trump se dedicó a poner en duda la figura de quien, hasta hace unos meses, le era tan leal que incluso dijo que estaba dispuesto a “recibir una bala” por el magnate.

“Si alguien está buscando un buen abogado, recomendaría que no contrate los servicios de Michael Cohen”, escribió el presidente en Twitter. Horas después, lo acusó de traicionarlo tras “derrumbarse” e “inventarse historias para lograr un pacto” con la fiscalía.

La postura agresiva contra Cohen contrasta con la mostrada con otro de sus ex aliados, Paul Manafort, declarado culpable el mismo martes de ocho delitos de fraude fiscal y bancario pero que, a diferencia del abogado, se niega, por el momento, a colaborar con los fiscales.

“Me siento muy mal por Paul Manafort y su hermosa familia (…) quien, a diferencia de Michael Cohen, no se ‘desmoronó’ ni inventó historias para conseguir un acuerdo. ¡Respeto mucho a este hombre valiente!”, tuiteó sobre su ex jefe de campaña, quien enfrenta hasta 80 años de cárcel.

La Casa Blanca no se está planteando un perdón presidencial para Manafort. Lo que sí se ha reactivado es la petición de impeachment, especulaciones que los demócratas todavía no han abrazado por completo. En cambio, se han centrado en exigir el retraso del proceso de confirmación de Brett Kavanaugh, nominado por Trump para ocupar una vacante en el Tribunal Supremo.

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