La tortuga sangraba profusamente, estornudaba y se resistía. Al principio pensaban que era un gusano, un parásito o un gancho de pesca, pero de pronto se dieron cuenta que lo que estaba profundamente insertado en la nariz del animal y que le hacía tanto daño eran 10 centímetros de plástico: un popote.

La tortuga parecía llorar.

Esas angustiosas imágenes, publicadas en 2015 y difundidas en todo el mundo, han impulsado “como gasolina al fuego” la lucha contra el consumo innecesario de plástico, según señala su autora Christine Figgener, una bióloga marina que en ese entonces realizaba su investigación doctoral en Costa Rica, y habló con EL UNIVERSAL sobre el impacto que ha tenido el video.

“Cuando hallamos a la tortuga no podíamos creerlo, porque muchas veces encontrábamos plástico en nuestras expediciones, pero no habíamos visto un caso así. Después, no dejaba de pensar que era necesario mostrar lo que había pasado, porque si no, nadie iba a creerme”, dijo la joven bióloga en entrevista telefónica desde Washington, donde este sábado participará en la Marcha por el Océano.

Figgener, una experta de la Universidad A&M de Texas, y sus colegas estaban recolectando datos sobre el ciclo reproductivo de las tortugas golfinas cuando notaron algo raro en la nariz de un macho que estaban estudiando.

En el clip, que se volvió viral en menos de 48 horas y a la fecha tiene más de 25 millones de reproducciones, se pueden ver los 10 minutos de intentos para sacar el popote, así como el dolor y luego el alivio del animal cuando al fin lo lograron.

La bióloga confiesa que jamás pensó que el video “se haría tan grande” y que daría la vuelta al mundo. “Fue un mensaje poderoso y valeroso, que fue como gasolina e hizo el fuego más grande. Ayudó a mostrar el gran daño que un solo popote puede generar en la vida salvaje”, señaló.

"Tal vez viendo este video la gente tomará conciencia de su propio consumo de ‘plásticos de un solo uso’”, como se denominan a aquellos plásticos que se usan una sola vez antes de ser desechados, como bolsas, popotes, agitadores de café, botellas y la mayoría de los envases para alimentos.

Este tipo de plásticos, señala la joven, “es algo que realmente no nos afecta dejar de usar. Si la gente sale de esa comodidad y trata de integrar poco a poco nuevas prácticas a su vida diaria -como usar su propia botella de agua, no usar bolsas plásticas en las compras-, se puede hace una gran diferencia y así podríamos encontrar menos plástico en el mar”.

“SOY SÓLO UN PECECITO , PERO HAY MUCHOS MÁS Y ESTAMOS NADANDO JUNTOS”


Luego de que su video se hiciera famoso, la joven lanzó una campaña en GoFundMe para recaudar fondos para su investigación. Parte de ese dinero lo ha destinado a un proyecto de educación en escuelas de Costa Rica y Estados Unidos, en el que los niños pueden “adoptar a una tortuga” y, gracias a rastreadores colocados en algunos ejemplares, pueden seguir por internet sus rutas a través del océano.

El programa también les enseña a implementar prácticas de reciclaje en sus hogares, evitar los ‘plásticos de un solo uso’ y hablar con sus padres al respecto.

“Me encanta trabajar con niños en ese sentido, porque ellos no tienen esa rigidez en la mente como los adultos para adoptar nuevas prácticas”, señala Figgener.

Esta científica señala que, aunque “la situación global todavía no ha cambiado -pues aún producimos, usamos y desechamos demasiado plástico-”, lo que ha cambiado mucho es la conciencia de la gente ante el problema.

“Para mí es increíble como, en los últimos años, muchos se han sumado a la lucha y ahora incluso el Reino Unido anunció que prohibirá los 'plásticos de un solo uso' para el próximo año” y la Unión Europea (UE) y muchos otros países también está tomando cartas en el asunto, dijo Figgener emocionada.

Ni siquiera el presidente de Estados UnidosDonald Trump, y su falta de interés en el cuidado del medio ambiente es un obstáculo infranqueable, asegura esta joven activista, pues “hay mucha gente que no está de acuerdo con él y los estadounidenses pueden tomar muchas decisiones y acciones, aunque Trump diga o haga lo que quiera”.

Además, señala que países en desarrollo como Costa Rica o México “tienen la oportunidad de ahorrarse años de pruebas y evitar los errores cometidos, y aprender y aplicar las ideas de países que ya hacen cosas muy buenas por el medio ambiente”, como la Unión Europea.

A pesar de todo, Figgener se siente esperanzada y asegura que eventos como la Marcha por el Océano de este sábado en Washington (y que será replicada en decenas de ciudad de EU y el mundo) “me dan mucha energía pues me doy cuenta que no estoy sola. Tal vez soy sólo un pececito, pero hay muchos otros pececitos y todos estamos nadando juntos para lograr un cambio”.

UN OCÉANO INUNDADO DE PLÁSTICO


De acuerdo con información del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, en 2015 se generaron 300 millones de toneladas de desechos plásticos. De estas, 141 millones fueron desechos de plásticos para empaque, de las cuales sólo el 2% fue reciclado de manera efectiva.

Para poner un ejemplo concreto, se estima que cada año se consumen en el mundo entre uno y cinco trillones de bolsas de plástico en el mundo. Suficiente para que, atadas una a otra, den siete vueltas al mundo cada hora durante todo ese año.

Menos del 1% de todas esas bolsas de plástico es reciclado y cada una puede tardar hasta mil años en descomponerse.

En el océano, el plástico se descompone en pequeños pedazos y son ingeridos por los peces, que no pueden digerirlas. En consecuencia, acumulan el plástico en su sistema y más tarde entran en la cadena alimentaria, hasta nuestra mesa.

¿FALTA DE REGULACIÓN?


De acuerdo con Figgener y con muchos otros activistas y organismos ambientales es necesaria una regulación gubernamental en cada país para reducir o frenar la producción, consumo y desecho de los ‘plásticos de un solo uso’.

Y no sólo eso pues, de acuerdo con el reporte de la ONU “Plásticos de un sólo uso. Un mapa para la sustentabilidad”, las buenas políticas para frenar los desechos plásticos en muchas naciones han fracasado debido a su deficiente aplicación.

La Unión Europea (UE), por ejemplo ha buscado reducir su uso mediante prohibiciones graduales y anunció que para el próximo año busca reducir considerablemente su consumo de ‘plásticos de un solo uso’.

En Chile, por otro lado, se acaban de prohibir las bolsas plásticas en una transición que debe durar un año para las grandes empresas y dos para los pequeños y medianos negocios.

En India, el primer ministro Narendra Modi anunció ayer que su país se compromete a eliminar todo el ‘plástico de un solo uso’ para el año 2022.

En Hawái también se están buscando alternativas para la reducción de basura plástica y recientemente Taiwán prohibió las bolsas plásticas para evitar el desecho de más de 16 millones de unidades diarias de este tipo de utensilios.

Otros países han optado por los impuestos específicos: Israel ha logrado reducir un 50% de su desecho de bolsas plásticas con tan solo aplicar un costo adicional que no es traspasable a los productos y que debe ser pagado íntegramente por el consumidor final, desincentivando su uso.

En México, aunque no existe una regulación federal al respecto, hay una tendencia a nivel local hacia este tipo de medidas: En Quéretaro se prohibieron las bolsas plásticas en 2017; Veracruz prohibió progresivamente las bolsas plásticas y los popotes; y la Ciudad de México aprobó en 2010 una ley que prohíbe el uso de bolsas de plástico no biodegradables.

GR

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