Laura Ramírez, vecina de la colonia San Antonio del Maurel desde octubre de 1990, vive todos los años lo mismo: su casa se inunda durante la temporada de lluvias irremediablemente; situación que se agravó desde que se construyeron más viviendas alrededor de la zona, lo que hace que el drenaje sea insuficiente y que por su baño broten aguas negras que inundan su casa.

Las calles de la colonia lucen aún algunos charcos. Personal del municipio de Querétaro poda los árboles de la calle de Pacífico, donde vive Laura, y que todos los años, como si fuera una especie de mala tradición, las aguas inundan.

Las casas están bajo el nivel de la calle, por lo que físicamente el agua corre hacia las mismas. Las lluvias del jueves por la tarde afectaron colonias como San Antonio, donde el viernes en la mañana todavía se podían ver las huellas de la precipitación.

“Se nos metió un poco menos de agua, pero siempre se nos mete cuando llueve fuerte. Sube como 20 centímetros. El jueves entró un poco menos; pero el agua brota por la coladera del baño y trasmina por las orillas de las paredes, son muros compartidos entre las casas”, indica.

Los muebles de su domicilio están sobre ladrillos y, los que no pueden levantarse, están con las patas en vasos desechables grandes, para evitar que se mojen y se echen a perder.

“Antes no era tan seguido [que se inundara]. Ahora sí es más seguido, es casi siempre que llueve fuerte, entra el agua, aunque se le ponga cosas para evitarlo, entra fuerte el agua”, explica Laura, quien comparte la vivienda con su esposo, su hija, de 31 años de edad, y su hijo, de 11.

Recuerda que con la construcción de más viviendas en las zonas aledañas la situación de riesgo aumentó, ya que el drenaje no cuenta con la capacidad para desalojar las aguas residuales y las precipitaciones.

Apunta que llegaron a San Antonio del Maurel en octubre de 1990 y todo el tiempo se inunda la región, aunque en un inicio no sabían de la falla de diseño de la calle y las vivienda.

“La primera vez que se inundó fue en noviembre. Teníamos un mes y con un ciclón de los últimos de la temporada de lluvias, que duró lloviendo una semana de día y de noche, estuvimos con el agua como tres días, con la casa llena de agua, pues no bajaba, ya que llovía un poco y se calmaba, durante varios días”, dice.

Afuera de la casa se escucha el “bip, bip” de un camión que va en reversa. Es uno de los vehículos del municipio, cuyos trabajadores cortan las ramas de los árboles; mientras que otros barren y amontonan hojas, y unos más las suben a otra unidad.

Muchas de las casas que están antes del cruce de Pacífico y Océano Antártico lucen normales. Una tienda de abarrotes está abierta y la dependiente atiende a los clientes, vecinos en su mayoría, con normalidad.

Incluso, frente a la casa de Laura, pasando el camellón, una vecina señala que a ella no le afectó la lluvia. En los puntos bajos de la calle aún hay charcos, que poco a poco se evaporan con los rayos del sol.

Señala que cuando se mete el agua y la calle está inundada, simplemente espera a que bajen las aguas, pues no puede hacer absolutamente nada, perturbando su vida cotidiana.

“Lo que hacemos es que subimos las cosas a donde no se echen a perder y nos subimos a la planta alta, dependiendo de la hora que sea, porque muchas veces sí nos agarra a la hora de la comida, o subimos los alimentos a la segunda planta y comemos ahí, y si es en la noche, a la hora de la merienda igual, dejamos que se moje hasta el otro día”, agrega.

Con las lluvias de las últimas semanas, que son principalmente nocturnas, la estrategia de Laura y su familia es subir a sus habitaciones a dormir y a la mañana siguiente ver qué dejaron las precipitaciones.

Explica que la situación se agrava debido a que la casa que está a la izquierda de su vivienda está deshabitada, por lo que cuando llueve y se inunda, nadie saca el agua que se mete y permanece estancada.

Tan sólo el año pasado, abunda, tuvo que hacer trabajos de limpieza y secado en la pared que comparte con dicha casa durante una semana.

Subraya que las autoridades han prometido que resolverán el problema, aunque no garantizaron que ren su totalidad la problemática, y ofrecieron hacer un dren en la zona, para evitar inundaciones mayores.

El alcalde Marcos Aguilar Vega recorrió el jueves por la noche la zona, para corroborar las afectaciones de la tormenta y conocer de primera mano las condiciones de sus habitantes.

“Nos dijeron que iban a mandar a todos los empleados del municipio a podar los árboles, pues generan muchas hojas y tapan el drenaje, y son pocas personas la que barren las hojas”, acota.

Refiere que los árboles del camellón ya estaban sembrados cuando ellos llegaron, pero al soltar muchas hojas las coladeras no pueden desalojar el agua; lo mismo ocurre con la basura que se acumula en la calle, debido a que muchos vecinos sacan sus bolsas luego de que pasa el camión recolector y los perros callejeros las rompen, causando que los desechos obstruyan las cloacas.

A la señora Laura y a su familia no les queda más que esperar la siguiente lluvia y la siguiente inundación, que los obligará a cenar en la parte alta de su hogar, para al otro día descubrir qué sorpresa les dejó la precipitación nocturna.

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