Manuel Álvarez es despachador de gasolina desde hace dos años, él mismo se describe como una persona a la que le gusta explorar y retarse para desarrollar cualquier actividad; sin embargo, su ingreso depende de la generosidad de los clientes.

Con una sonrisa relajada, Manuel —quien está por cumplir 44 años— hace un ademán con un trapo rojo para llamar al automovilista; él atiende una de las ocho estaciones (un total de 16 bombas) que tiene la gasolinera que se ubica en la calle 5 de Febrero, frente al parque industrial Benito Juárez.

Un coche gris se estaciona, con un mensaje de bienvenida pide las llaves al conductor para abrir la tapa del tanque de gasolina; marca en el tablero electrónico la cantidad de combustible e introduce la manguera para proceder. Regresa con el conductor y le ofrece revisar los niveles (aceite y agua) que hacen funcionar el motor, así como las llantas; el conductor dice que no. El siguiente paso es limpiar el parabrisas.

Al final del servicio, regresa las llaves, el conductor paga lo correspondiente al combustible y se va; la paga fue exacta, sin propina. Otras veces los conductores dejan dos, cinco o hasta 10 pesos, dependiendo del humor y la capacidad económica.

“Siempre me ha gustado emprender en lo que sea mientras sea redituable, es mi mentalidad tengo más perspectiva de arriesgarme y me voy a donde me convenga; a veces la gente es muy hermética, muy grosera, pero otras veces son muy amables”.

Por ocho horas de trabajo el dueño de la estación le paga 97.98 pesos, que es el salario mínimo profesional para un oficial gasolinero, por lo que Manuel es uno de los 134 mil 977 trabajadores que en Querétaro ganan entre uno y dos salarios mínimos (entre 80.04 y 160.08 pesos al día).

Antes de llegar a la estación de servicio, en 2014, era jefe de almacén en una empresa, sin embargo, por la distancia entre su hogar y su antiguo empleo invertía mucho tiempo y dinero, en los traslados, comida y gasolina.

“Era muy buena paga a comparación de aquí, ganaba más por la aportación al salario y aquí es menos pero con la propina salimos; en mi otro trabajo estaba lejos de mi domicilio y era bastante lo que invertía, además aquí trabajo ocho horas diarias y allá era de 8 a 12 horas”.

Su familia, y la inversión en tiempo y dinero lo animaron a buscar otras opciones; el complemento de las propinas, que llega a superar en más del doble el salario base, fue factor clave para internar en el oficio de despachador de gasolina.

“Sobre todo por los tiempos y el riesgo, me iba en moto para gastar menos en gasolina, tenía que invertir 600 pesos a la semana en un coche y en la moto eran 250 pesos, pero aun así mi gasto era bastante”.

Les pega gasolinazo. Con los “nuevos tiempos” los despachadores ya están buscando otras opciones, el oficio que era envidiado y buscado por muchos otros trabajadores, gracias a las propinas que recibían, hoy ya no les deja lo que necesitan para vivir.

El “gasolinazo” que entró en vigor el 1 de enero marcó una gran diferencia en el sentir de los mexicanos que, en muchas ocasiones, descargan su enojo con los despachadores, al grado de los insultos.

“Por la gasolina que subió, también fue bastante la agresión que subió a nosotros como servidores; la gente está enojada por la situación y resulta en afectación para nosotros porque realmente para el dueño y operadores sigue siendo lo mismo, a nosotros como servidores nos ha mermado nuestros ingresos”.

Los clientes que mayoritariamente eran amables, hoy son más hostiles y dejaron de dar propinas, “han bajado 50% de lo que nos daban antes, y nosotros tenemos la obligación y convicción también porque lo hacemos con gusto de despacharlos, nuestro trabajo es de atención al cliente, lo recibimos con gusto, los atendemos siempre con una sonrisa en la cara aunque muchos son groseros y prepotentes”.

Por esta situación, y ante un nuevo aumento que se anunció a partir de febrero, Manuel no descarta comenzar la búsqueda de nuevos caminos laborales; con dos hijos, un varón de 17 años y una niña de 11 años, su familia de cuatro ya piensa en otras labores.

“Nosotros estamos pensando en cómo nos va a ir, incluso algunos estamos tal vez pensando otras opciones porque para el gasolinero es muy poca la paga, a nosotros nos pagan el mínimo, que son casi 680 pesos a la semana, entonces sí es muy poco.

“Nuestro servicio es atención al cliente, siempre sonreír, siempre dar la mejor cara para el cliente, aunque el cliente sea agresivo o grosero, hay veces que nos agreden y lo único que hacemos es darle la preferencia al cliente porque tampoco podemos ser groseros”.

El “gasolinazo” provocó, incluso, que a él y a sus compañeros los amenazaran con quemar la estación, sin embargo los miedos se disiparon, aunque sí prevalece la duda de cómo reaccionarán los automovilistas cuando suba otra vez el precio del combustible.

“El día que aumentó nos prohibieron vender en garrafas y hubo clientes que amenazaron a venir a quemar la gasolinera, son cositas que pasan y recordadas de mamá, y son situaciones que tenemos que soportar de algunos que a veces vienen tomados, pero es parte de la labor”.

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