L a Sierra Gorda de Querétaro se caracteriza por su belleza natural y por las costumbres y tradiciones que se han arraigado de generación en generación. La gastronomía y afectividad de la gente hacen de esta región un lugar maravilloso para descansar, y desde luego para vivir plenamente su cultura e identidad.

El huapango forma parte importante de sus habitantes. Desde San Joaquín hasta Landa de Matamoros suena la quinta hupanguera y el latido de un violín que se toca en cada ranchería.

Cuentan con concursos nacionales de huapango, con bailarines excepcionales y con músicos y poetas que trovan cada mañana, quienes desde lo más profundo de su ser saben que esta danza nunca morirá.

El biólogo Heberto Olvera destaca que la zona geográfica de la sierra muestra cualidades excepcionales. “La Huasteca cubre un área que va desde el Golfo de México hasta las partes bajas de la Sierra Madre Oriental, tocando siete estados de la República mexicana: Veracruz, Hidalgo, Puebla, San Luis Potosí, Tamaulipas y en mínima proporción, los estados de Querétaro y Guanajuato”.

De igual manera, el especialista de esta reserva de la biósfera externa que su flora y su fauna presentan un gran tesoro natural e histórico. “Es una región de vegetación tropical exuberante, con bosques de ceibas, tabachines, cedros, pimuchis, ébanos, entre otros; sus cordilleras presentan grupos de nubes atoradas entre ellas, fértiles son sus valles y cerradas sus selvas bajas. La riegan ríos como el Pánuco y sus afluentes, además del Cazones. Hay muchas flores, carrizos y bambúes. En su fauna destacan aves como loros, guacamayas, lechuzas, águilas; y animales como los venados, jabalíes, tejones y reptiles; así como una amplia variedad de insectos.

Roberto Berrones Montes, cronista de Jalpan de Serra, recuerda cómo fue el proceso en el que nuestros antepasados pudieron inmiscuirse en costumbres tradicionales como la música. “Los indígenas huastecos son los herederos de una cultura milenaria, cuyo origen permanece en el misterio. Hay diferentes teorías; una que plantea que llegaron a Tuxpan de Allende los mares; otra que fueron raíz de varias civilizaciones, entre ellas la maya. Son extrañas sus esculturas humanas. Son únicas, no se parecen a ninguna otra y poseen una fuerza y elegancia extraordinarias, como la del “Adolescente” de Tamuín, o la de la diosa Tlazoltéotl —madre de la vida y la salud—.

“Sus piezas de cerámica eran decoradas con colores rojo, café, blanco y negro, con diseños que aún se conservan. Sus platillos son deliciosos, como los mixiotes, las enchiladas, la barbacoa y los bocoles, siendo el más famoso el zacahuil. De sus artesanías destacan su cerámica, esteras y costales de ixtle, quexquemes, bordados, instrumentos musicales, muebles de maderas tropicales y los famosos butaques o sillones de cedro y bejuco”.

Los huastecos son de temperamento alegre, vivaz, bullanguero y extrovertido. En sus fiestas o fandangos tocan, cantan y bailan el famoso huapango.

La huasteca más conocida en San Luis Potosí es en la zona de Xilitla, donde nació el popular canto del Querreque, que es uno de más cantados del género.

La Sierra Gorda de Querétaro tiene influencias musicales, tanto de San Luis Potosí, como de Hidalgo y Guanajuato, destacando grandes exponentes del arte serrano.

Las diferentes escuelas de huapango, en Aguazarca, Landa de Matamoros, Jalpan de Serra y Ahuacatlán de Guadalupe, han dado una infinidad de nuevas generaciones, quienes disfrutan el arte de la composición de la trova y el verso, llevada a una escala de poesía, que enarbola los más grandes sentimientos de la región.

Samuel Rodríguez se alista a limpiar su jarana, tocará en la fiesta patronal del pueblo, se toma un “chínguere”—aguardiente con caña—, para agarrar valor e inspirarse, dice él.

“Sólo así me salen las palabras, nunca estudié, sólo platico con mucha gente, estoy listo para trabajar toda la noche y la madrugada”, expresó.

Así como Samuel, más de 70 agrupaciones huapangueras de la sierra viven y conviven de sus composiciones, con los taconazos del tablado, con lo poco que les pagan, entre trago y trago pasa la vida, vienen los recuerdos y el sabor que un músico tradicional le empeña a su labor.

Junípero Cabrera, actual director del Museo Histórico de la Sierra Gorda, precursor y defensor de las artes de la región, refiere que el huapango queretano es una manifestación eminentemente alegre.

“En este baile las parejas de hombres y mujeres, sin abrazarse; sin tocarse las manos siquiera; con tan sólo la intención y el sentimiento; las miradas; los giros y vueltas; y el aparente desdén femenino con el ruego de su pareja, constituyen un lenguaje codificado para requerir amores, dejando traslucir el gusto y las apetencias, cuando se siente que arde la sangre con el sol en llamas que ilumina la hermosura portentosa de la hembra huasteca”.

La Sierra Gorda no se puede conceptualizar sin el huapango, es parte de los hogares y de la herencia de un pueblo, que niega que sus raíces e historia desaparezcan.

Aquí se vive y convive con la esencia del violín, que toca en agudos la inspiración más sensible, una quinta hupanguera que es rascada magistralmente por su músico, y la jarana que suena sin descanso.

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