Como cada año, Rodrigo Pascual Javier, junto con otros jóvenes del Estado de México, viene a la capital a vender banderas y adornos con motivos de las fiestas septembrinas. Sin embargo, señala que la venta del lábaro patrio ha disminuido con los años.

El puesto tricolor apareció hace unas semanas afuera de un centro comercial, al igual que otros siete, que se ubican en diferentes plazas comerciales de la capital del estado. Ofrecen diferentes productos, desde banderas hasta distintivos y pines para la ropa, todo en alusión a las fiestas patrias.

Rodrigo, al igual que otros de sus compañeros, proviene del municipio de Santa Ana Jilotxingo, en el Estado de México, donde la mayoría de sus productos se confeccionan y son vendidos en las calles queretanas.

“Las banderas ya casi no se venden. La gente compra más adornos que les piden en las escuelas a los niños, y distintivos”, comenta Rodrigo, quien a sus 20 años es un veterano en las ventas de productos patrios, pues cada año, desde hace siete, viaja a Querétaro a ofrecer durante casi un mes su mercancía.

“Rentamos una casa por Juriquilla, ahí vivimos este tiempo que estamos en Querétaro vendiendo. Luego ya nos regresamos. Nos contrata un señor, él nos da trabajo y él ve los permisos para poner nuestros puestos en la plazas comerciales”, precisa el joven.

Sentado a un lado de su puesto, donde lucen las bandera, pines, trajes típicos para niños, bigotes postizos, sombreros tricolores, rebozos y un vestido rosa mexicano bordado con motivos florales, Rodrigo espera la llegada de los clientes.

“Ahorita ha estado tranquilo. Todavía no viene mucha gente”, apunta el joven mexiquense, al tiempo que agrega que durante el resto del año se dedica también a las ventas de temporada, pues en Día de Muertos y las fiestas decembrinas también acude a ofrecer sus mercancías.

Explica que desde mediados de agosto sale de Santa Ana y vende hasta el 15 de septiembre, para regresar a su localidad y esperar la próxima temporada de ventas.

Indica que la bandera de mayor tamaño que vende mide dos metros y medio, pero durante la temporada sólo vende unas dos o tres de estas piezas, aunque en general la venta de banderas ha descendido en los últimos años, dando paso a otros artículos.

Asevera que la gente ya no compra tanto las banderas, se venden para edificios de oficinas, ocasionalmente para una casa, pero la mayoría de la gente adquiere artículos más “portátiles”.

Agrega que son los más pequeños quienes se emocionan sobremanera con las festividades patrias, pues les gustan los colores y los artículos que vende Rodrigo en su puesto, debido a que mucha de la mercancía va dirigida precisamente a los menores de edad.

“A los niños les gusta mucho, les llaman la atención las cosas y las quieren tocar, aunque no sepan lo que son, les llaman la atención”, apunta el joven, cuya jornada laboral comienza a las 9:00 y termina a las 23:00 horas.

Dice que su trabajo es por comisión durante todo este tiempo, en el cual goza de algunos días de descanso que aprovecha para visitar el centro de la ciudad, donde, comenta, hay mucho más movimiento.

“Hay más ambiente. Me gusta ir al centro, a comer por ahí. Me gusta la comida de aquí, es buena, las enchiladas”, comenta, aunque confiesa que no ha probado, en todo este tiempo, las gorditas de migajas.

Comenta que se siente un patriota, pues ama a México y sus tradiciones, como esta de vender artículos variados.

La tradición marcaba que banderas y rehiletes se vendían en esta temporada, y eran colocados en las azoteas de casas, ventanas, balcones, así como en las antenas de los automóviles, que lucían los colores patrios durante septiembre, el mes de la patria.

Esos objetos han dado paso a pines, tambores, sombreros de copa alta con los colores verde, blanco y rojo, y demás artículos alusivos a las fiestas de la Independencia de México.

Para Rodrigo, quien estudió hasta la primaria y en cuya familia son cinco hermanos, estas fechas significan también unos ingresos extras, aunque ello signifique estar lejos de su tierra.

Santa Ana se ubica al noreste de Toluca, la capital mexiquense, y su clima varía del templado al frío, por lo que para Rodrigo las temperaturas nubladas y frescas que se sienten en la capital queretana le caen bien.

El joven acomoda su mercancía para que luzca más atractiva. Los clientes del centro comercial donde se ubica Rodrigo pasan a su lado. Algunos se detienen y ven con atención todos los artículos expuestos. Preguntan los precios y si se convencen se van con algún producto patrio.

Los que no se convencen, no pueden dejar de mirar, debido al colorido que se aprecia en el puesto, pues además de la mercancía más tradicional, hay otra que es novedosa, como los tambores y violines para los niños, que anteriormente no se veían en los puestos.

“Son bonitas estas fiestas”, añade el joven mexiquense, quien fiel a su costumbre, desde hace ocho años deja su pueblo y viene a Querétaro a contagiar de fervor patrio a los habitantes de esta ciudad, cuna de la Independencia de México.

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