El Centro de Protección de Ancianos Divina Providencia, funciona en el estado de Querétaro desde 1912, y es coordinado por religiosas, quienes de manera cotidiana alimentan y cuidan a los cerca de 85 adultos mayores que se encuentran en la institución, refugiados en este lugar por decisión propia o por la de sus familiares.

Con 102 años de servicio al adulto mayor, la institución es atendida por el voluntariado y por las religiosas Hijas Mínimas de María Inmaculada, quienes, día con día siguen la misión para lo cual fue creada dicho asilo, que es el de brindar a los adultos mayores un lugar digno donde pasar felices sus últimos días de su vida.

De acuerdo con la directora de la institución y hermana, María Paz Zuñiga, el asilo se mantiene gracias a grupos de particulares, personas e instituciones, quienes realizan donativos en alimentos, vestido, especie o monetario.

Agregó que el asilo recibe a personas de la tercera edad que suelen ser víctimas de abandono, que viven en extrema pobreza o bien que por decisión propia buscan un hogar donde pasar sus últimos días, y que encuentran en este lugar, además de un techo, alimentación, vestido, atención médica, apoyo en su soledad, acompañamiento, así como otras actividades.

Huésped

Una adulta mayor que recibe estos beneficios del asilo desde hace un año, es Socorro Ortega de 77 años, quien califica a la Divina Providencia, como un lugar tranquilo en donde desea pasar sus últimos años de vida, y el cual decidió por voluntad propia estar.

Sentada en una andadera, contemplando el jardín del asilo y con una mirada cristalina, Doña Socorrito, como le dicen de cariño y originaria de Querétaro, asegura que en su juventud ejercició el oficio de secretaria, y además de que dedicó su vida a trabajar, también se enfocó en cuidar a su madre enferma hasta la muerte de esta.

Recuerda que al fallecer su madre, se fue a vivir con un hermano y su esposa; sin embargo, el hogar tenía escaleras, las cuales no podía subir debido al problema de rodillas que sufre y lo que hace que use una andadera para desplazarse.

“Me gusta estar mucho aquí por la tranquilidad, además me tratan muy bien, y fue por voluntad propia que me quise venir aquí, me los propusieron mis familiares y yo acepté con gusto”, explicó Socorro.

De igual forma, señala que como familiares solo tiene a sus hermanos, cuñadas y sobrinos, ya que dijo, “el señor” no le contemplo la dicha de mandarle hijos, por lo que nada disfruta de la compañía de quienes aún le viven, quienes la visitan cada tercer día o bien ellas salé del asilo para poder visitarlos.

“Salgo con frecuencia, salgo a comer, salgo a alguna fiestecita que me invitan, bendito sea Dios salgo y disfruto de mis hermanos, sobrinos, pero me gusta estar mucho aquí, porque todos somos muy unidos y con tranquilidad”, aseveró.

Rutina

Asimismo, Doña Socorrito, comenta que su día comienza a las seis de la mañana, hora que se despierta para bañarse, posteriormente se traslada a recibir el desayuno, el cual se sirve en punto de las 7:30 de la mañana.

Después del desayuno, se prepara para asistir —todos los días— a misa de 10 de la mañana, la cual tiene una duración de una hora, posteriormente se interna en su cuarto, en donde dedica algunas horas a arreglar sus cosas personales.

Detalló que antes de la hora de la comida, que es a la una de la tarde, un grupo de gente acude al asilo a ofrecer a los ancianos un momento de esparcimiento y de diversión, al acabar el show es cuando ingieren los alimentos.

“Después de la una, uno puede dedicarse a caminar, pero a mí como me gusta la tele, me dedicó a verla, me duermo como a las 10 y al otro día es la misma actividad, pero mi vida es muy a gusto”, aseguró.

Cabe mencionar que algunos de los requisitos que pide el asilo para recibir a algún adulto mayor son: que quieran estar en el lugar por voluntad propia, que estén bien de sus facultades mentales, que caminen, copia de acta de nacimiento, certificado médico, copia de IFE y de las personas responsables.

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