Con la planta de los pies agrietados, la boca reseca, algunos con frío y otros reflejando en el rostro, más que agonía o sufrimiento, alegría, entraron desde las nueve de la mañana de este domingo más de 40 mil peregrinos guadalupanos que durante 16 días caminaron desde los diversos poblados e iglesias de Querétaro hasta la Basílica de Guadalupe, donde fueron recibidos entre aplausos, música, algarabía y lágrimas, pues mas de uno pensó que no llegaría a este recinto.

Las primeras en llegar fueron las mujeres, con niños de brazos, crucifijos y figuras de la Virgen de Guadalupe, minutos después de las 9 de la mañana entraron a la Basílica. En medio de alabanzas y cantos, las mujeres guadalupanas daban gracias al cielo por haber caminado más de 184 kilómetros en 16 días. “Es la primera vez que hago la peregrinación con mi hija, y llegamos gracias a la virgen, estamos con bien, cansadas pero la tranquilidad que ella nos da y la fuerza que agarramos cuando venimos aquí es suficiente”, dice Hermelinda Guzmán, quien con su hija Carmen, de apenas 14 años, se tomaban un descanso después de saludar a la Virgen de Guadalupe.

Como ya es tradición, cada 20 de julio llegan procedentes de más de 80 poblados diferentes y de 270 iglesias del estado de Querétaro, fieles a la Virgen de Guadalupe. “Ya no pueden, ya no pueden”, gritaba el animador al micrófono que recibía a los feligreses, al tiempo que éstos respondían: “sí podemos, si podemos”, sin que en su rostro se viera cansancio.

“Desde 1980, año con año hago la caminata, aquí no hay cansancio, no hay dolor, no hay nada, la fe a nuestra virgencita es la que nos mueve”, exclama Juventino Sánchez, quien desde el municipio de Pinal de Amoles, considerado de los más pobres de Querétaro, caminó hasta el Distrito Federal, sólo con 10 pesos en la bolsa.

“Todo me lo fue poniendo mi madrecita en el camino, no faltó quien me dio agua, comida y una cobija”, reconoció el peregrino.

Conforme fueron pasando los minutos, la Plaza del Peregrino se fue saturando, llegándose a contabilizar al momento de la misa en honor a los peregrinos, más de 50 mil fieles, entre caminantes y familiares que aquí los esperaban. Antes, en casas de campaña, sobre cartones, periódicos y con techos improvisados con bolsas de plástico, trataron de mitigar el intenso sol que caía sobre ellos y descansaron solamente ese corto tiempo, porque dormir fue imposible.

El merolico frente al micrófono nunca dejo de gritar, de animar a los fieles y de darles la bienvenida de todas las maneras posibles, “¡Ehhhh Cristo ehhhh lupita!”, gritaba el hombre y retumbaba en todas las bocinas de la Basílica.

“Ya vez, nadie duerme, ese hombre no va dejar de gritar hasta que empiece la misa”, auguró doña Romina, quien nunca falta en la caminata junto con su familia desde hace 20 años.

El olor a fritanga inundaba todo el lugar: gorditas de chicharrón, habas, tlayudas, tacos de todos los sabores, comida casera y todo lo que se pudiera calentar en un pequeño anafre de apenas 30 centímetros, era bienvenido, pues a las dos de la tarde la mayoría de los peregrinos no había probado bocado alguno.

“Desde anoche no hemos comido nada, pero dicen que mientras más sufre uno la recompensa es mejor, así que ni modo, a sufrir un rato más”, bromea Brigido Domínguez mientras se calienta un taco de huevo duro.

La algarabía permaneció en la Basílica y sus alrededores hasta después de las seis de la tarde, cuando poco a poco los fieles fueron abandonando el lugar. Los más afortunados traían pesos extras para llevarse un recuerdo, los que no, sólo agradecían a la Virgen de Guadalupe por haberles dado fuerzas y demostrar su fe un año mas.

Al final, sólo unos cuantos se quedaron a pernoctar en medio de las casi cinco toneladas de basura que durante el domingo se acumuló en este recinto religioso.

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