Desde el centro de la ciudad de Querétaro, propios y ajenos descubren el monumento a Benito Juárez García, icono liberal de México.

La estatua se sitúa en la cima del cerro de Las Campanas, sitio que privilegia una imagen panorámica de la capital.

Trece metros de piedra volcánica y una base rectangular de cantera rosada constituyen la efigie del Benemérito de las Américas.

Diseñada por el escultor Juan Francisco Olaguíbel, fue inaugurada el 15 de mayo de 1976 para conmemorar el centenario del triunfo de la República (1967). Al acto inaugural asistió el presidente Gustavo Díaz Ordaz y el gobernador Manuel González Cosío, relató la historiadora Oliva Solís Hernández.

“En Querétaro se propuso la construcción de un monumento a Juárez y qué mejor lugar que el cerro de Las Campanas, donde ya estaba la capilla de Maximiliano (construida en 1901)”, explicó la catedrática de la Universidad Autónoma de Querétaro.

Aunque la idea de colocarla en la cúspide, pertenece a un anhelo político e ideológico: “la idea era que Juárez estuviera por encima de Maximiliano y que se recuperara la identidad nacional del triunfo de la República, y no el fin del Segundo Imperio”, expuso Solís Hernández.

Refirió que pese a intentar sobreponer a Juárez, a fin de realzar su figura, esto no representó mayor interés para los visitantes: “pues entre más alto más distante”. Incluso, la travesía para llegar a la punta del cerro, donde yace la monumental figura, carecía de motivación para los visitadores.

La línea divisora entre el liberalismo y conservadurismo fue uno de los aspectos definitorios en la relación que se establecería históricamente entre el estado de Querétaro y Benito Juárez.

“También sobresale que la entidad fue elegida por Maximiliano de Habsburgo para refugiarse de los sigilosos pasos liberales que ya rondaban el andar del emperador”, explicó la historiadora.

La caída del Imperio —representada con la muerte de Maximiliano— evocó la voluntad oradora de los queretanos: “cuando cae el imperio —en la celda donde había estado Maximiliano, en el ex Convento de las Capuchillas— la gente empezaba a ir, visitaba y dejaba notas o versos para recordarlo”.

Pero entre el lazo del oaxaqueño y pueblo queretano también se ubican las visitas que hizo a Querétaro.

Solís Hernández relató que Valentín Frías —en el libro Leyendas y tradiciones queretanas— narra cuando Juárez visitó Querétaro para cerciorarse de la muerte de Maximiliano: “cuando lo fusilan, Juárez estaba en San Luis Potosí, pero hacen toda la operación para el embalsamamiento y dice Valentín Frías que vino Juárez de noche, “no fue a plena luz del día”.

Por su parte, el cronista José Guadalupe Ramírez Álvarez relata en su libro Anecdotario de Querétaro, Segunda serie, que en aquella visita Juárez encabezó una reunión con sobresalientes políticos queretanos.

Detalla que llegó a Palacio de Gobierno, donde fue recibido por los funcionarios estatales y ante el club Arteaga, Luciano Frías y Soto expresó: “Querétaro, por suposición topográfica, se ha visto condenada a ser uno de los primeros puntos que del interior profanó el extranjero”.

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