Desde hace cinco años, un grupo de serranos se organizó para proteger el viaje de los paisanos que radican y trabajan en la Unión Americana. Historia de vida, de respeto y de lealtad, hombres y mujeres que suspiran todos los días, por aquella tierra que los vio nacer.

Ha llegado el momento, en Houston es la cita, ahí en el centro comercial de siempre, van llegando poco a poco, se saludan, se abrazan, “quiubo compadre”, “qué onda carnal”, es lo que se escucha entre pláticas, y llegan las troconas, los remolques, los carros deportivos. Los organizadores de la caravana reúnen a los paisanos, se nota la experiencia de años atrás; los anotan, les dan su número, muchos con radios, Fernando Rocha, Tito Sánchez, Betin Rocha, no se separan, el cura Aristeo Olvera, y hasta políticos, les hablan, los saludan y les dan palabras de aliento.

Roberto Hernández trabaja en el sector de la construcción, es residente de Estados Unidos desde hace 13 años, con el transcurso del tiempo se ha llevado a su familia a Miami, regresa cada año a recordar el terruño y a visitar a sus padres y familiares, “es triste decirles, que los federales nos extorsionan, nos piden de a 300 y 500 dólares, y de no ser así se llevan lo que traemos; la verdad yo ya le pensaba para venir a casa, pero desde que el ingeniero Rocha, pudo tener esta alternativa, nos venimos con confianza, con alegría como hermanos, y aparte el recibimiento que nos da la raza, se agradece; aquí estoy en mi México querido, en mi sierra y con mi gente”.

Este año, la caravana incrementó. Se ha perdido el miedo ha San Fernando, en Tamaulipas, los rumores de la delincuencia quedan atrás, es tiempo de respirar y avanzar, se da el banderazo de salida, y mas de 820 autos y camionetas es lo que se alcanza a contabilizar, mas de 500 personas entre mayores y niños, se encuentran en las unidades, les esperan 10 horas de camino.

En una de las camionetas se encuentra Pepe Olvera, hombre trabajador de 46 años, tres hijos, con una gorra verde de los Dodgers de Los Ángeles, viudo desde hace dos años; fuma un cigarro mientras maneja y recuerda parte de su vida, “me fui al norte desde los 15 años; yo nunca pude estudiar, apenas teníamos para comer, mi abuelo fue el que nos llevo a la pisca de naranja; traigo a mis hijos para que vean dónde está su origen, ellos cada día son mas americanos, cada día hablan menos español, quiero que coman tortillas hechas a mano, que prueben el pulque, que conozcan la parroquia, que vean a sus primos”. Pepe, mira hacia delante, se concentra en el camino, se ve un letrero: “Río Verde, 15 Kilómetros”, se ha pasado la zona caliente, aunque falta todavía San Ciro de Acosta San Luis Potosí, las patrullas los escoltan, las autoridades les brindan acompañamiento, tanto del Ejército mexicano, Policía Federal, Bomberos, entre otras más.

Muchos de los integrantes de la caravana se han quedado en pueblos de San Luis Potosí, y al llegar a Querétaro, el primer municipio en recibirlos es Arroyo Seco, las porras, la comida y los abrazos se hacen presentes. El alcalde los recibe con el sacerdote del pueblo, ahí se quedan otros más; todos son recibidos por familiares con lágrimas en los ojos; están nuevamente en la tierra que los vio nacer.

En Jalpan de Serra se encuentra nerviosa doña Lupe Ortiz, espera impaciente a su hijo Daniel, al que no ve desde hace 10 años, “me dijeron que Dani, venia ya muy cerca, nunca quise que se fuera, pero el ha sacado adelante a toda la familia, siempre me manda mi dinerito, quiero abrazarlo, a diario le mando mi bendición”.

Daniel López maneja su camioneta, la compró hace tres años con esfuerzo y a crédito, trabaja en un centro comercial donde ahora es gerente, gracias a un familiar pudo ser residente, “extraño a mi familia y a mis cuates, trabajo todo el día; he procurado que nunca les falta nada, yo veo que mi esfuerzo ha valido la pena, mis hermanos pronto terminaran sus estudios, y me siento orgulloso de todo lo que he logrado”.

Ya pasa de las nueve de la noche, se escuchan los ruidos del claxon, por toda la carretera se hacen vallas para recibir con alegría a los paisanos. En el atrio parroquial todo está listo, el obispo Faustino Armendáriz los recibe con cariño, a nombre del pueblo católico de la sierra. Entre la gente con flores en mano, está doña Lupe, se apresura a buscar a su hijo, y ahí esta Daniel, un poco mas delgado que antes, corre hacia su madre, se abrazan, lloran, ella le toma el rostro con las manos, “mijito, cuanto te he extrañado, es un milagro verte otra vez”.

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