El panorama ya era habitual para los queretanos. Todos los ciudadanos sabían que en Zaragoza, frente a la Alameda Hidalgo, estarían los más de 300 puestos de comerciantes ofreciendo sus mercancías, desde ropa, hasta discos y comida. La mañana del domingo todo fue diferente.

Ayer, cuando la mayoría de los queretanos dormían y recordaban la goleada de la selección mexicana en la Copa América ante Chile, autoridades municipales y estatales desalojaron a los vendedores, en lo que llamaron una “recuperación del espacio público”.

La circulación en Zaragoza se vio interrumpida para permitir a diversos camiones llevarse la mercancía; muchos vendedores estaban avisados del operativo, por lo que guardaron sus productos en sitios cercanos.

Los ya famosos carritos verdes, que entregó el ex gobernador Francisco Garrido Patrón (PAN), fueron trasladados por un transporte pesado, ante la mirada vigilante de una centena de policías antimotines, en espera de una reacción violenta de los comerciantes, la mayoría de la Unidad Cívica Felipe Carrillo Puerto (UCFCP), cuyo líder, Pablo González Loyola, fue detenido el viernes acusado de motín.

La respuesta de los vendedores no se dio nunca, pues horas antes elementos de seguridad habían detenido a un grupo de personas que sacaban mercancía de los puestos. Por ello, los comerciantes sólo podían ver cómo se llevaban sus puestos y productos.

Al menos una veintena de camionetas y patrullas del municipio servían de barricada para detener la circulación sobre Zaragoza. Los puestos establecidos permanecían cerrados. No tenía mucho caso abrirlos, ya que no había ciudadanos en las calles que fueran de compras o a pasear.

Los queretanos tendrán que acostumbrarse el nuevo panorama. Ya no podrán comprar un refresco, un cigarro o el último estreno en cartelera mientras pasa la ruta que los lleve a su destino, que con las condiciones del transporte público queretano, considerado el peor a nivel nacional por el Inegi, llega a tardar más de 20 minutos.

Algunos ciudadanos, pocos que pasaban por el lugar y que no sabían lo que sucedió, miraban sorprendidos la movilización policial, ya que en contadas veces se ve un estado de fuerza tal en Querétaro, fuera de los partidos de futbol en El Corregidora.

Unos aprobaban, otros movían la cabeza en muestra de rechazo ante la medida gubernamental de “recuperar el espacio público”.

La Alameda, con el arcotecho aún instalado, se veía inmensa. Algunas manchas de grasa en el piso, donde estaban los puestos de comida y que penetra el concreto, permanecían como huella de lo que fue hasta el sábado un tianguis, que muchos habitantes reprobaban, por considerar que no era correcta su instalación en una zona tan emblemática de la ciudad.

Sólo quedaron en el sitio unas cuantas lonas, bancos de plástico y posters colgados del techo. A lo lejos se aprecia una silueta humana en el piso, se trata de un maniquí que quedó de algún puesto de ropa.

El otro ejército, el de limpia, comenzaba a hacer su labor, mientras los vendedores que se atrevían a entrar a recuperar los pocos bienes que quedaron, mascullaban entre ellos algunas maldiciones para las autoridades y se preguntaban qué harían para vivir.

Algunos de los comerciantes, tras recuperar sus cosas, se dirigieron a Plaza de Armas, donde un plantón de integrantes de la UCFCP se mantiene en exigencia de la libertad de su líder.

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