Un humo blanco y denso sale de un sahumador colocado en el piso. Un hombre vestido de blanco toma el objeto entre sus manos y lo alza hacia el cielo, mientras el sonido del viento y un silbido similar al de un jaguar, se escuchan de fondo.

Los bailarines con vestimentas prehispánicas mueven sus pies frenéticos y la multitud, vestida de blanco, observa el espectáculo que le dará la bienvenida a la primavera.

El 21 de marzo de cada año se celebra puntualmente el mismo ritual en la zona arqueológica de El Cerrito en el municipio de Corregidora, con el objetivo de dar inicio al equinoccio; ese momento del año en el que la noche y el día tienen la misma duración.

Falta un día para la llegada de la primavera y El Cerrito registra una afluencia de seis mil personas en el transcurso de toda la mañana, de acuerdo con cifras de las autoridades municipales.

La cita al lugar inicia a las 11 de la mañana para observar y participar en el ritual huéhuetl, que significa viejo, en náhuatl.

La ceremonia inicia con el sonido de los tambores; hechos de madera y adornados con pieles de animales, marcan el ritmo para los asistentes. Personas vestidas, en su mayoría de color blanco, observan en un círculo, el ascenso del humo del copal y el incienso, que se va acrecentando a medida que avanza el ritual.

La multitud gira en cuatro posiciones: norte, sur, este y oeste; al frente de la pirámide, de espaldas y a los costados. Al centro del círculo, dos tambores largos se colocan, junto a ellos una caracola y numerosos objetos prehispánicos. Los espectadores observan y se mantienen silenciosos en forma respetuosa.

“En el ritual se le pide permiso a las esencias del rumbo del este, se gira hacia lado izquierdo y pasa por el ritmo del oeste y del sur porque cada dirección tiene su razón de ser.

“En el norte por ejemplo, se representa el Mictlán, el lugar donde descansan los muertos y posterior a la apertura, se le da gracias a la tierra y se inicia la ceremonia”, explica posteriormente, Luis Berumen, quien lleva asistiendo a las festividades del equinoccio en Corregidora, desde hace dos años.

El inicio del ritual da pie para una meditación colectiva. Algunos cierran los ojos y se concentran en una sola posición y permanecen inmóviles.

El sonido del viento y la sensación de calor del mediodía es lo más perceptible para los participantes que han decidido formar parte de la ceremonia.

“Después de la meditación se le platica a la gente por qué se reunieron aquí. Puede ser que algunos a veces no saben por qué vinieron, puede ser que sólo por curiosidad o porque escucharon que era la fecha del equinoccio se acercaron.

“Por eso, les explicamos que están aquí para recordar sus raíces y poner una intención de buena voluntad y buena vibra, para compartirla con ellos mismos, los presentes y el universo”, agrega.

Rescate de las tradiciones prehispánicas. Para los antiguos habitantes de Mesoamérica, el equinoccio marcaba el momento de la preparación de la siembra, pues al durar lo mismo el día y la noche, se representa un equilibrio propicio para la renovación.

Esta es la razón por la que en esta fecha se celebra un recarga de energía, explica Yadira Mújica, integrante del grupo de música y danza Raíz Viva.

“Estamos en esta parte de rescatar las tradiciones y meternos en esta parte de la cultura mesoamericana (…) el ritual del 21 de marzo es el cambio de estación cuando la madre naturaleza se despoja de sí misma y empieza a renacer. Implica entrar a la dualidad que nuestros antiguos y nuestros ancestros ya celebraban. La vida y la muerte, la dualidad.

“En esta parte se restablece la tierra y se llena de cosas nuevas, porque se supone que ya se despojó de las viejas; por eso se viene a lugares ceremoniales a festejar y recubrirte de ese nuevo rayo de sol, ese nuevo año que viene”, comenta.

Yadira en conjunto con cuatro bailarines y tres músicos, dan inicio al siguiente paso de la ceremonia: la danza. Con un vestido blanco y largo, su voz en conjunto con los tambores, se escucha por la plaza principal de La Pirámide.

Celebración. Los asistentes se reúnen de nueva cuenta en forma de círculo. Los bailarines se mueven al ritmo de los tambores y los cantos prehispánicos, mientras algunos niños juegan y buscan unirse a la danza.

Algunas personas que han sufrido los estragos del calor se colocan en las unidades de hidratación habilitadas por las autoridades de Salud y los más resistentes continúan observando el espectáculo bajo los rayos del sol.

Como parte del ritual de entrada, los cuatro bailarines forman una fila hacia el basamento piramidal con 30 metros de altura, cuya construcción fue realizada con influencias de las culturas chichimeca, otomí y tolteca.

Una mujer joven con un vestido púrpura alza hacia el cielo el sahumador, mientras la caracola y los tambores resuenan detrás de ella.

El paso es lento y los bailarines cambian de lado, para marcar los cuatro puntos cardinales.

Tan sólo para este año, de acuerdo con Gloria Ortiz Colchado, jefa del departamento de Cultura del municipio de Corregidora, se espera una afluencia de 10 mil personas para este 21 de marzo y que superará el registro de asistentes en el año pasado, que sumó cerca de los ocho mil participantes.

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