Han pasado 28 años desde que la fuerza de la naturaleza les cambió la vida; después de perderlo todo en el terremoto de 1985 en la Ciudad de México, la familia de la señora Bertha Alencaster Rueda decidió irse a vivir a la ciudad de Querétaro. Ella y su esposo se salvaron porque Bertha se encontraba en un hospital debido a una intervención quirúrgica.

Ellos vivían en el piso 13 del edificio Nuevo León, en Tlatelolco, el único inmueble del complejo que colapsó después de que la naturaleza conmocionara al Distrito Federal; un terremoto de 8.5 grados en escala de Richter ocasionó que varios edificios se desplomaran, enterrando a sus habitantes y trabajadores.

“Después de que se cayera el edificio Nuevo León, que fue el único que se cayó en Tlatelolco no sabíamos qué hacer, ahí estaba mi mamá, mi hermana y mi hija, que estaban ahí para cuidar la casa mientras yo salía del hospital después de la operación que me hicieron un día antes del terremoto. Yo me salvé, pero a ellas las perdimos, uno de mis hijos también estaba con ellas, pero él quedó enterrado por varias horas debajo de los escombros, lo encontraron vivo, con muchos golpes y raspones, pero vivo”.

La familia completa comenzó a buscar sobrevivientes entre los escombros del edificio, días después lograron encontrar los cuerpos sin vida de las tres mujeres que se encontraban en el interior del departamento en la cima del edificio.

“Después de que salí del hospital, nos fuimos a casa de mi mamá, se había quedado sola y estaba en Cuautitlán, pero no sabíamos qué hacer, una de mis hijas vivía ya aquí en Querétaro, y ella fue la que nos dijo que nos viniéramos para acá, llegamos sin nada, unas cuantas cosas que saqué de casa de mi mamá, pero sin nada más que nuestra existencia, fue muy difícil porque mi esposo es pensionado y pues no gana mucho”.

Al llegar, sin dinero, sin trabajo, y ya con los años encima, el adaptarse a una ciudad que constantemente se encuentra en cambio fue muy difícil, después de que su vida se viniera abajo junto con el edificio en el que vieron crecer a sus hijos.

“Primero intentamos con una tortería, nos ayudó pero al final no resultó, después mi esposo empezó a conducir un taxi, le iba bien pero terminaba muy cansado; gracias a un amigo pudo entrar en la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, y ahí se quedó varios años, logramos comprar esta casa en la que vivimos y con el tiempo pudimos ir haciendo amistades y adaptarnos a la vida de Querétaro”.

Apoyo del tenor

Fue gracias al apoyo económico del tenor español Plácido Domingo como todos los habitantes del edificio Nuevo León pudieron viajar a Querétaro, pues la Cruz Roja había prometido recursos a los damnificados, pero nunca llegaron.

“Nos adaptamos de a poco, siempre todas las amistades estaban en la Ciudad de México, al principio íbamos muy seguido, a ver a mi familia, pero poco a poco fuimos dejando de ir, íbamos cada 19 de septiembre donde hacían una misa donde se cayó el edificio, y ya hace dos años que no vamos porque ya no es lo mismo que antes”, relata.

Bertha asegura que ya no regresa a la Ciudad de México, por todo lo que ha cambiado y porque ahora su vida es 100% queretana; la velocidad a la que se desenvuelve la ciudad ya no es lo mismo que la vida que llevan en Querétaro, que les abrió las puertas para rehacer su vida, que sufrió una fractura muy fuerte con el sismo de hace 28 años.

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