Uno de los oficios más tradicionales es el que desempeñan los taxistas, hombres y mujeres que a diario tienen la oportunidad de ofrecer a cientos de personas más que un traslado seguro.

Ya sean alegrías, malas noticias o hasta desamores, los trabajadores de los carros de sitio tienen que aprender a escuchar y a dar consejos, ellos aseguran que también fungen como psicólogos.

Para Hortensia, madre de tres hijos y taxista desde hace tres años, incorporarse a este oficio fue muy difícil, pues además de enfrentar el machismo en el trabajo, existe el riesgo de no saber con quién estas platicando y cuáles sean sus intenciones.

“Cuando yo empecé si fue muy difícil porque cuando mi esposo falleció, mi hija la más pequeña, tenía apenas nueve meses. Entonces, en lo que hacía dos o tres viajes, tenía que regresar rápido a la casa a verla. Cada que subía a alguien mi mayor preocupación era el no saber a quién estaba llevando ni cuáles eran sus intenciones, se me venía a la mente saber qué pasaría si dejaba a mis hijos solos”, argumentó la mujer taxista, quien tiene 38 años de edad.

En entrevista, Hortensia dice que este trabajo le ha comenzado a dejar más satisfacciones que preocupaciones, pues con el paso del tiempo ha identificado los diferentes tipos de pasajeros, de los cuales quienes más le agrada trasladar son las personas adultas.

“A mí me gusta más llevar a los abuelitos, abuelitas, de esas personas si aprendes demasiado, además de contarte muchas historias, te dan concejos”, dijo.

Sin embargo, en el caso de Joel Altamirano, joven de apenas 25 años de edad, el ser taxista no ha sido tan fácil, pues en sus dos años de laborar como operador de carro de sitio ha sufrido al menos 5 asaltos, el primero de ellos a una semana de haber comenzado con esta labor.

“Cuando mi papá me mando a trabajar me dijo que si quería ayudarle con el taxi, que su compañero ya no iba a estar con él, entonces pues me animé, pero como a los 8 días terminé en el hospital, me asaltaron unos chavos allá por el panteón de San Pedro Mártir”, recordó Joel.

De acuerdo con él, ser taxista es un trabajo similar a jugar con fuego o como domar tigres en un circo.

“Subiendo a alguien no sabes que es lo que en verdad quiere, si solo quiere que lo llevesa donde te indicó o quiere entablar una conversación, o te va a asaltar y si se le ocurre hasta matarte”.

Para ellos, en un día puede un cliente ponerlos de mal humor y otro sacarles una sonrisa.

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