Familias que acampan, parejas que redescubren el romance, niños que juegan o personas que simplemente disfrutan de la naturaleza se pueden ver en la Alameda Hidalgo. Este pequeño pulmón de naturaleza ubicado en la zona centro de la ciudad es el punto ideal para que propios y extraños gocen del fin de semana en familia.

En los alrededores se observan vialidades atascadas de vehículos queriendo escapar de los intensos rayos del sol, las caras de estos conductores son de molestia, los motores y los claxon suenan ensordecedores; pero al ingresar a este espacio todo se torna completamente diferente.

El ambiente es fresco, por los árboles; las risas de los pequeños, contagiosas y a la par es un espacio tranquilo, para leer el periódico o escuchar música, mientras se quitan el calor con una paleta de hielo que se venden de manera clandestina por escurridizos personajes que se esconden de los inspectores municipales.

Día de campo. La mayoría de los jardines están siendo regados para mantener su color verde, sin embargo, hay algunos espacios secos en donde los visitantes pueden recostarse para compartir una charla en familia, acompañarla de risas y ¿por qué no? de los alimentos.

Sobre una toalla grande y colorida las señoras ponen cerca de cinco bolsas, de ellas van sacando tostadas, trastes de plásticos con comida en su interior, botellas de refresco, vasos de plástico y una bolsa de hielo, necesaria para abatir el intenso calor que se registra en este mediodía.

Los niños ansiosos se quitan la playera, avientan de una patada los zapatos que ya les estorban, toman esa pelota que sus padres cargaban y corren hasta la fuente más cercana para empaparse ante la mirada vigilante del histórico personaje independentista, de quien la Alameda lleva su nombre. Sus padres solamente los miran de lejos, pero con una sonrisa en el rostro demuestran que ellos disfrutan tanto como sus pequeños.

Más adelante, en otro de los jardines, una familia que apenas va llegando eligió una de las piedras cercanas para utilizarla como mesa, encima colocan el atún y los refrescos, en el pasto se recuestan contagiándose de la tranquilidad del lugar.

Atrás quedó la época en la que se prohibía el ingreso de alimentos y bebidas a las áreas verdes, uno de los factores que alejó a este tipo de visitantes durante algún tiempo. Hoy las familias tomaron el control del lugar.

Las parejas. Entre árboles y aprovechando la sombra que protege del sol se pueden ver a varias parejas de novios disfrutar del momento, aunque con una característica muy propia de los “milenians”. Ella está recostada en la pierna extendida de él, ambos parecen estar descansando, sin embargo, sus miradas no se cruzan, no hay intercambio de sonrisas, ambos están enfocados en sus celulares.

En otro de los árboles se puede ver a una pareja más de jóvenes, ellos juegan y disfrutan de tomarse fotografías juntos, cerca de una fuente que figura ser una cascada que cae sobre rocas.

En la Alameda también pueden verse aquellas parejas a las que los obligaron a llevar al clásico “chaperón”, pues el hermanito pequeño de ella vigila al novio cual petición de padre celoso; para tener un momento a solas estos románticos llevan al guardián hacia la zona de juegos. Con una resbaladilla obtienen el éxito esperado, el pequeño sale presuroso a jugar, ellos ya pueden tomarse de la mano.

Un momento a solas. Pese a toda la algarabía que se atestigua en la Alameda Hidalgo, también se tienen espacios suficientes para que haya personas que pasen el tiempo a solas, tal es el caso de aquel señor con boina en la cabeza que apenas deja ver algunos de sus cabellos blanquizcos, este personaje tiene entre sus manos el periódico, pese a ser temporada vacacional él se pone al tanto y así disfruta del paso del tiempo. Los niños juguetones que salpican agua cerca le provocan molestia.

En cuclillas y con cacahuates en las manos un hombre de mediana edad alimenta a las ardillas, cuando el curioso roedor se acerca para tomar tal regalo, este señor aprovecha para fotografiar el encuentro entre especies. Con sus pequeños dientes el habitante nativo de la Alameda rompe la cascara, rápido engulle el alimento para poder pedir más.

En una banca, un par de hombres adultos se miran fijamente y disfrutan de la plática entre ellos, al igual que de la paleta de limón que tienen cada quien. Pareciera que no se quieren levantar de ahí por varias horas, pues se sienten tranquilos de poder compartir el tiempo en un espacio público, donde la alegría es la constante.

Por hoy la Alameda Hidalgo cumplió su objetivo, le brindó un refugió a todos aquellos turistas o habitantes queretanos que quisieron escapar del barullo que se vive en una ciudad repleta de personas que van y vienen por todos lados.

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