En la comunidad de Purísima de Cubos, Colón, es conocido un señor gritón, alto y robusto, quien hace ocho años dejó su cargo directivo en las tiendas Sears de la Ciudad de México, para asociarse con ejidatarios y rescatar una Sociedad de Producción Rural que fuera capaz de competir con las agroindustrias internacionales de Querétaro.

El primer gran logro de Ramón Mendoza, tras invertir en capital humano y en un invernadero de cinco hectáreas, fue volver de un viaje por McAllen, Estados Unidos, con un contrato de exclusividad para cultivar y exportar tomate rojo tipo saladette, allá conocido como Roma, bajo el requisito de que el producto fuera “talla L y XL”, como el que hoy genera, bajo la marca Grande Produce.

“Somos una empresa de baja tecnología, no contamos con el dineral que tienen las otras, pero si con algo que les falta: la mejor gente”, presume Mendoza a EL UNIVERSAL Querétaro, orgulloso de su cuidada instalación, hecha con mallas plásticas.

No es de puro vidrio ni tiene aire, enfriamiento o calefacción electrónica. Pero hay conocimiento, sabiduría, amor por la horticultura. No sin dificultades, en cada cosecha confirman que sacar un tomate de calidad no depende sólo de la tecnología, sino de la gente.

Teniendo bajo contrato a 85 trabajadores estables, tras haber empezado con 10, Mendoza dice no tener el problema de las firmas grandes de la entidad: “andar buscando gente en Oaxaca o Chiapas”. Al contrario, “nuestro problema es no poder emplear a tanta gente que nos busca, desde niños de 12 años a mujeres o ancianos en pobreza. Este es uno de los pueblos con mayor marginalidad del país.”

“Nuestra visión de empresa consiste en no verla como un mero negocio, sino acompañarla del sentido social. Ahora podemos sentirnos orgullosos de que en todo Querétaro somos el invernadero que mejor pagamos: “De 150 a 180 pesos diarios, que es 40% y 50% más alto que el promedio.”

Otro mecanismo con el que Mendoza dice aplicar un sentido social radica en “ser selectivo de las personas que se contratan”, dando ejemplos: mujeres con hijos que sean jefas de familia, jóvenes honorables que ayuden en su casa; hombres mentalmente sanos, fuertes para ciertos trabajos, pero sin importar su edad. “Creo que elegir bajo esos parámetros es una manera de contribuir con la comunidad.”

Con 65 años, satisfecho de lo hasta hoy obtenido (“sobre todo, de seguir vivos dentro del mercado de Estados Unidos, con la competencia de California y Florida”), Mendoza no deja de externar una queja común de las sociedades de producción rural: La falta de apoyos gubernamentales.

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